lunes, 26 de marzo de 2012

Asturlucía

Ayer hubo elecciones -otra vez-. Nuevo fiestón de la democracia, imagino. Afortunadamente, tan sólo fueron en Asturias y Andalucía, y el presumible tostón de las semanas previas, cargado de mítines, acusaciones, críticas y promesas de no hacer mañana, en caso de ganar, lo que uno ha hecho hasta ayer, se lo han tenido que comer asturianos y andaluces ellos solitos.

En estas cosas de las elecciones, aunque no lo parezca, el resultado suele ser lo de menos. Exceptuando a los mindundis de turno, aquéllos que completan las listas electorales de los grandes partidos entre los puestos 'por la mitad' y 'no salgo ni de coña', y a los que un buen resultado puede garantizarles cuatro años sabáticos calentando un escaño, casi nadie se juega nada.

Gane el PSOE o gane el PP, las posibilidades de un futuro esperanzador para el ciudadano son las mismas. Y tienden preocupantemente a cero.

Sin embargo, el capricho de los números, la magia de las matemáticas, la resaca del electorado o, como bien apuntan los chicos de Intereconomía para justificar los resultados en el caso andaluz, el analfabetismo de la población, han querido darnos un marcador final que, más allá de quien gobierne finalmente en los parlamentos de Oviedo y Sevilla, deja una conclusión irrebatible.

Pero, antes de continuar en el proceloso camino del análisis electoral propio, me gustaría otorgar el premio de Demagogos del Año a la citada Interneconomía, que tacha ahora a los andaluces, por no hundir del todo al PSOE, de paletos, analfabetos, estúpidos o vagos. A los mismos andaluces a los que, tras el 20 de noviembre del año pasado, ensalzaba por su compromiso con la democracia, el futuro de España, la libertad, el progreso y la primavera perpetua en un país de Nunca Jamás surcado de gaviotas, por haber entregado su conciencia al memo de Rajoy. Que es lo que todo buen español debe hacer, por supuesto.

Ése es el criterio que quiero a la hora de elegir mi cadena de referencia. Eso, gordos de mierda que se casan con las azafatas de sus programas, y teletiendas de madrugada.

Volvamos ahora a mi conclusión irrebatible -porque rebatir algo en un blog sin lectores como éste es sencillamente imposible-: en Andalucía, el PP ha obtenido más votos y escaños, pero si sumas los de sus rivales, PSOE e IU, serán estos últimos quienes gobiernen.

El amigo Arenas, multiperdedor polirreincidente, debería haber puesto el grito en el cielo desde el mismo momento en que los resultados provisionales comenzaban a dejar clara la papeleta pero, sin embargo, no lo hizo.

¿La razón? No, el Marca, que es de más risa, gracias. Pues que mil y pico kilómetros al norte, tras las montañas, la situación era idéntica, pero a la inversa.

En Asturias, el PSOE ha ganado en votos y escaños, pero serán sus rivales, el PP de Rajoy y el PP de Cascos -¿ein?- quienes gobiernen.

Así que resultaba conveniente, para unos y para otros, meterse la lengua en el culo y olvidarse de esa historia por ellos tan cacareada de "que gobierne la lista más votada". Aquí, como siempre, cuenta agarrarse a la teta del Estado siempre que uno pueda, y si pactando en Asturias tengo al alcance el pezón que se me escapa, por otro pacto, en Andalucía, pues bienvenido sea.

Y si, por azares del destino o invenciones de Sabino Arana, en algún lugar aparece un tercero que te compite esos pezones, y para seguir con el mamoneo tienes que pactar, directamente, con tu rival, pues se hace. ¿Y las ideas? Esas no vienen con despacho, así que para Platón o para su puta madre.

En fin... "La raza de los hombres, que ansían ante todo el poder". No sé cuántas veces he metido esa gran cita en esta mierda de blog, pero quizás sea hora de ampliarla un poco.

La raza de los hombres, entre los que la mayoría delega su propio poder en una minoría que tan sólo lo quiere para llenarse los bolsillos a costa de esa mayoría que, el día de mañana, o dentro de cuatro años, volverá a delegarlo para que la rueda gire, sobre sus pescuezos "hasta el infinito y más allá".

Tolkien y Toy Story, la magia de manejar muñecos de trapo. Pura fiesta de la democracia.

Y el día que os toque votar, volvéis. Idiotas.