jueves, 25 de diciembre de 2008

Meni Crijmas, Manué

Jesús de Nazaret, llamado Cristo. Profeta para unos, revolucionario judío para otros, para algunos quizás un simple carpintero; Hijo de Dios para otros muchos.

Hoy se conmemora su nacimiento —que probablemente no coincida con estas fechas pero que se celebra alrededor del solsticio invernal, solapado, como muchas otras fiestas cristianas, sobre antiguos ritos paganos.

El hecho de que el recuerdo del nacimiento de alguien que, creencias trascendentales aparte, promulgó durante su vida el amor al prójimo y la igualdad y fraternidad entre los hombres se haya convertido en la celebración más extendida por todo el mundo, debería de ser una buena noticia, y no lo es.

No lo es porque la fiesta que llamamos Navidad (que viene de Natividad, que quiere decir nacimiento) no es más que la excusa para entregarnos a una celebración que bien poco tiene que ver con la adoración a un neonato o el enaltecimiento de las ideas y valores que defendió. Hoy la Navidad es una de las bacanales que esta sociedad del consumo se regala, una más de las múltiples con que se obsequia a lo largo del año, la mayor de todas ellas, la gran Orgía del Consumismo. Nada que ver con Jesús de Nazaret.

Son días en los que se nos bombardea con obuses de publicidad, convencidos de que somos tan estúpidos como para crearnos necesidades que no tenemos gracias a su insistencia — y lo somos—; días en los que un parásito con corona se cuela en nuestras cenas y bajo la manidísima presentación de "en estas fechas tan entrañables" se jacta de que en nombre del padre del recién nacido él vive a nuestra costa; días en los que se inculca a los niños todo tipo de ideas que los convierten en depredadores del consumo; pero sobre todo días en los que, lejos de pensar en todos aquellos hombres que padecen y a favor de los cuales Aquel en honor al cual que presuntamente celebramos predicó, nos limitamos a gastar desenfrenadamente en todo aquello en lo que El Corte Inglés, Zara o el Carrefur —que por si usted no lo sabía son los dueños de nuestras conciencias— nos indiquen que debemos gastar. O a adorar a un jodido gordo barbudo vestido de rojo, el rojo de la mayor campaña de marketing de la historia, que asoció para siempre Navidad con Papá Noel y con Coca-Cola, y por ende con los gloriosos Estados Unidos de América; celebrando todos el nacimiento de su dios, un dios que bendice al que asesina en su nombre y favorece al que explota al pobre y engaña al estúpido. (En esta metáfora el estúpido eres tú, mamón. Bueno, y yo.)

Sigamos pues gastando como idiotas en aquello en lo que no necesitamos gastar, o autoconvenciéndonos de que en estas fechas podemos permitirnos el lujo de pagar dinerales con los que muchos comerían decentecemente muchas veces en unos gramos de lombricillas de ría —muchos niños con problemas gástricos cagan algo parecido, fijo que si las vendiesen a quinientos euros el kilo alguno se las comía.

Gran celebración, la nuestra. Sigamos adorando a la Coca-Cola o pensemos. Piensen en toda esta parrafada hipócrita (porque servidor hace lo mismo que ustedes y consume en estas fechas como un anormal) hasta que caigan en la cuenta y hagan un poco por celebrar las Fiestas de otra manera, a su manera, no a la de los grandes almacenes.

Así que, si es uno de tantos que ha advertido la brutal tergiversación de tan entrañables días, con más motivo aún si es cristiano creyente —se han apropiado de su Dios, reaccione, joder—; o si simplemente está usted como una puta chota, tan loco como para poner los cojones por delante y plantarle cara al Corte Inglés, a Papá Noel y a su puta madre y evitar caer en la burda tentación del gasto innecesario y la burda ostentación, hágalo.

La mejor manera de abjurar de esta falsa Navidad es seguir, al pie de la letra, las directrices marcadas en una popular cita del famoso John Wesley*: "Haz todo el bien que puedas, de todas las formas posibles, a todas las personas que puedas, en todos los lugares y con el mayor celo que seas capaz de desarrollar, hasta donde te sea posible."

Después tenga una Feliz Navidad, y que le dure todo el año.

(*)Permítanme en lujo pedante no sólo de incluir una cita en la entrada, sino de catalogarla como popular y a su autor de famoso; a pesar de que tan sólo he oído la cita en una ocasión y que todo cuánto sé acerca del susodicho corresponde con las tres primeras líneas de su wikibiografía. Apiádense de mí, payos, que es Navidad.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Odio el fútbol moderno

Hoy es día de derbi -de clásico, como lo llaman ahora-. Así que escribo sobre fútbol. Ahí va mi (larguísima) perorata. Repleta, para variar, de odios y locuras.

El fútbol de hoy en día da asco. Me gusta mucho este deporte, pero reconozco que esto ya no es lo que era. Me lo han cambiado. Hoy, en este fútbol moderno, todo apesta tan bochornosamente a negocio que da grima.

Particularmente no es la vergonzosa manta de dinero que vemos que mueve el fútbol -y lo que no vemos- lo que me saca de quicio. Lo que acaba con mi paciencia es que la prensa deportiva sea más sensacionalista que la rosa, que los jugadores parezcan más modelos que deportistas, que acudan a las ruedas de prensa plagados de pendientes de brillantes y colgantes de oro, que se tatúen todo el cuerpo con estupideces, estrellitas y letras élficas para lucirlas cuando se ponen de corto, que lloren como niñas cuando caen por un golpe al césped. Césped sin barro, ojo. ¿¡Dónde coño está el barro cuando llueve!?

Me lo han cambiado todo. Quizás sean nostalgias de la niñez, pero daría mucho más de lo que cueste una entrada por ver a Guti -el icono de este fútbol moderno, millonario, llorón, estúpido y despreciable- levantándose del suelo de Atocha, del derruído Tartiere o de las Viejas Gaunas con la cara negra de barro cenacoso. Cómo echo de menos a los futbolistas feos que repartían hostias como panes, ¡qué añoranza de Eraña y Poyatos, de Martagón y Patxi Salinas!

Para mayor desgracia, vivo en una ciudad, la gloriosa capital de todas Las Riojas, en la que todos estos tejemanejes han alcanzado un grado de penosa comicidad tal que resulta imposible acudir normalmente a ver un partido con unos cuantos lechones como yo para sufrir un poquito y echarse unas risas. El resultado sería lo de menos. Una ciudad donde Pedrone, el capo de este barrio mafioso que es su Rioja, y sus acólitos y rivales han vendido todo lo vendible a sinvergüenzas forasteros para llegar así al día de hoy, cuando apenas quedan en la grada unas docenas de incondicionales a los que les dolería en el alma tirar la toalla, acompañados por los cuatro fascistas e imbéciles imprescindibles.

Porque esa es otra, el fútbol de hoy, en España al menos, es un jodido mitin político. Decenas de pancartas ridículas, alusiones independentistas constantes, reivindicaciones estalinistas, apología constante de España ¡en España! -del todo absurdo por no decir idiota- y maravillosas muestras de connivencia con el nazismo, como la bandera del III Reich que, cambiando el rojo alemán por el morado madridista y la esvástica por el escudo de los de Chamartín, cuelga cada domingo tras la portería sur del Bernabeu.

Si no fuera por el gran invento moderno que supone la Champions League, donde se puede ver fútbol del bueno -en cuanto a juego y emoción, no por carencia de mercantilismo, al contrario- porque todos los mejores equipos se enfrentan con asiduidad, apenas valdría la pena sentarse para ver un partido, y es que, por lo general, todos juegan de pena a pesar de que los jugadores de hoy son millonarios. O precisamente por eso, porque se la suda la camiseta que llevan y la afición que tienen detrás. En cierto modo es lógico. ¿A quién le importaría nada cobrando millones por cada minuto de intrascendente trabajo? Así son las cosas, nada ni nadie escapa al negocio que lo está jodiendo todo.

En los últimos años, desde la millonaria irrupción de las televisiones y el bautizo de la liga española como la Liga de Las Estrellas hasta hoy, cuando el nombre se he vendido directamente al mejor postor en cada una de las principales ligas europeas, lo único que se salva, el único resquicio por el que alguien ajeno a la máquina de publicidad y merchandaisin que es el fútbol europeo moderno, fue Grecia, un equipo de humildes -entiéndase: de no estrellas, porque todos ellos eran millonarios a su vez- que se hartó de repartir hostias en los morros de todos los que se le pusieron por delante a base de trabajo hasta hacerse con el título, pasando por encima de beckhams, torres, cristianos y demás familia.

Dijo Albert Camus que "todo lo que sabía acerca de la moral y las obligaciones de los hombres se lo debía al fútbol". Hoy suena a chorrada propia de un deficiente mental, pero el pollo fue premio Nobel de literatura, así que no le imagino el cerebro demasiado vacío -al (biol) estilo de aquel central valencianista de cuyo nombre no quiero acordarme que afirmó que le gustaría volver a Austria para ver al fin los canguros- y tendría poderosas razones para afirmar tal cosa. Yo imagino que se referiría al epiritu de equipo, el esfuerzo colectivo o algo parecido. Normal que hoy suene a estupidez.

Pero claro, el señor Camus murió en 1960, y no tuvo tiempo de ver ni tuercebotas conduciendo ferraris, ni grupos de ultraderechistas con el mismo cerebro que los trozos de trapo a los que adoran irguiéndose como la voz de toda la afición de un club, ni céspedes que parecen más un desfile de modelos metrosexuales plagados de tatuajes y gomina que el lugar sobre el que veintidós hombres practican un deporte.

Pero, afortunadamente para el fútbol, aún queda un lugar junto al Mersey llamado Anfield Road donde se conservan las tradiciones, donde se respeta a la afición del oponente -excepto a la del Manchester, que, aquí como en todo, excepciones tiene la regla-, se aclama al portero rival, y donde las banderas inglesas no estan permitidas, porque ellos no son ingleses, son scousers; lo que implica que en el Kop el nacionalismo no tiene bandera y la única patria que vale son esos compañeros vestidos de rojo que se desviven en la grada por lo mismo que tú. Un lugar donde, a pesar de las millonadas, se trata de conservar el espíritu.

Y si eso no bastase para salvar al fútbol de la estupidez pecuniaria que lo ha alienado -verbo muy de Marx para algo tan odiosamente capitalista como el fútbol moderno-, aún nos queda el rugby, que también se juega sobre verde y tiene algo parecido a porterías; y ésto si que es un deporte. Un deporte en el que los jugadores se golpean pero no intentan dañarse, razón por la cual después de jugar siguen siendo los mismos deportistas, sin odios ni rencores, que antes de la patada inicial. Un deporte en el que, por fortuna, los jugadores siguen siendo feos y mantienen todo en su sitio, con los cojones bien prietos entre el rabo y el trasero, como Dios manda.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Ajuste de cuentas

Con este título y en este blog, no cabe otra cosa sino esperar decenas de patadas en las costillas, orejas cortadas en juliana, políticos torturados con instrumentos sacados del estuche de dibujo técnico de uno de esos asesinos de la ESO, chancletas de cemento para bucear en ríos fangosos, o tortazos a mano abierta, también conocidos entre el populacho como hostias de madre. Pero no. Hoy toca una pequeña dosis de televisión.

Lo bueno de ver poco la tele es que siempre te encuentras con sorpresas. En realidad no es que la vea poco, pero soy casi un analfabeto televisivo si me sacan de las noticias, Los Simpson y todo evento deportivo que se precie -si, admito ser un friki que igual se traga un partido de la Davis que un Elkoro-Ceceaga o un Fulham-Newcastle.

Pero acerca de los programas de máxima audiencia... poco. Tengo cosas mejores que hacer durante el prime time televisivo, como freir anchoas o cortarme las uñas de los pies. Todo lo que conozco acerca del famoseo es gracias a un Sé lo que hicistéis... que apenas veo; no sigo ninguna serie, casi no veo películas y, en lo referente a los programas de reporteros y similares, que es de lo que quería escribir hoy, pues tampoco es que tenga muchos conocimientos. Sé que los programas existen, pero el mando los mantiene frente a mí apenas unas milésimas de segundo.

Por eso, cuando un servidor se encuentra con un programa llamado como la entrada de hoy, uséase, Ajuste de cuentas, en Cuatro, y alcanza, tras un par de minutos de profundo estupor, a comprender cuál es el ofensivo contenido del programa, se le ocurren como opciones más plausibles el arrancarse el bulbo raquídeo o escribir acerca de ello.

Trata, así por encima, de que un experto enseña a una familia a controlar sus gastos, ya que con los ingresos de que disponen no les alcaza para mantener una economía mínimamente saneada debido, no a que ganen poco, sino aque gastan muchísimo.

Lo más sangrante es que no era un reportaje puntual, en plan hoy os vamos a enseñar a dos idiotas que gastan más de lo que tienen y, en lugar de reírnos cuando empiecen a mendigar, vamos a tratar de ayudarles. Como si la estupidez supina tuviese cura. Qué coño. Ajuste de cuentas se emite semana tras semana, mostrando desvergonzadamente parejitas de gilipollas que se dejan exhibir -cobrado, imagino- como ridículos monitos de feria, mostrando orgullosamente sus miserias en público con tal de no renunciar a un modo de vida basado en la compra compulsiva de chorradas que no pueden permitirse.

Resumiendo ese programa en particular para quien no viese tal infamia hace unos viernes o para quien, directamente, desconozca la existencia de esta abominación en la tele: Una pareja, hombre y mujer. Sin hijos ni cargas familiares. Viven en un chalé que están pagando y tienen un par de coches. Los dos trabajan. Tres mil euros largos al mes de ingresos. Yo creo que hasta ahí su situación no da pie a pensar en apuro económico alguno.

Pero todo cambia cuando el reportaje añade un pequeño detalle. No lo dicen a las claras, pero dan datos suficientemente contundentes para que el espectador lo deduzca por sí mismo. Y es que los dos miembros de la parejita de marras... ¡son imbéciles! Y ahora, con este nuevo dato sobre el tapete, todo encaja a la perfección. Ella adicta a la ropa. Él enfermo de los videojuegos. Sus gastos en cosas absolutamente prescindibles, y especialmente en esas dos que acabo de citar, son totalmente desorbitados. Ofensivos para una persona normal. Gastos tan bochornosamente superfluos que provocan que cada mes les falte dinero para cubrir sus gastos.

Lo malo es que enseñan a este par de pijos con evidente tara mental en la tele y tu los ves ahí, conduciendo su cochazo, viviendo en su pedazo de chalé, sin rebajar su tren de vida a pesar de que se están endeudando hasta las cejas cada día que pasa y piensas que algo falla.

Y es entonces, consciente de dónde está el error -en la propia y plácida existencia de este par de idiotas- cuando definitivamente tiendes a pensar que un verdadero ajuste de cuentas, un poco de venganza mafiosa al más puro estilo Chicago, no esaría nada mal. Y es que hay gente que está pidiendo a gritos que les enseñen cuatro cositas -iba a decir sobre economía doméstica, pero estos retrasados mentales lo que necesitan es que alguien que llegue justificadamente ahogado a fin de mes se las enseñe sobre la vida- a base de hostias en los morros.

jueves, 4 de diciembre de 2008

El día de la Prostitución

Pasado mañana, día 6, se conmemora el trigésimo aniversario de la aprobación de la Constitución española. Habrá fiesta en el Congreso, y las palabras democracia y libertad sustituirán a Real Madrid como las más importantes y empleadas en cualquiera de los rigurosísimos informativos del país -sustitúyanse por las palabras Fernando Alonso si el informativo referido fuera el de la 5-.

Total, una fiesta chupi lerendi en la que peperos y sociatas loarán las virtudes de la Carta Magna que los españoles nos dimos en el 78 (me juego un huevo y los pelos del otro a que alguien dice, palabra por palabra, esa frase) y no se chuparán unos a otros las trancas por el qué dirán. Pero no será por ganas, porque esa gentuza se encanta a sí misma.

Después, y como si el puñetero libro -encabezado aún por un precioso dibujo del escudo patrio escoltado por el águila de San Juan, el símbolo del Estado durante la dictadura- fuese El Quijote, anónimos ciudadanos desfilarán por el púlpito desde el que los diputados nos tienen acostumbrados a soltar su basura ideológica y demás chorradas para leer una ley fundamental tan falsa que miente ya desde sus primeras palabras, aquellas que proclaman que todos los españoles son iguales ante la ley.

Porque eso, querido lector, es, como le dijo el punki a Ramoncín, ¡mentira! Aparte de las desigualdades innatas que cualquier sistema de gobierno implica -ventajas para los más ricos y fuertes y quienes les laman el trasero a aquéllos- en España hay quien paga impuestos teniendo poco y quien cobra de ellos teniendo mucho más; algunos ciudadanos, por el hecho de vivir en un determinado lugar, tienen un voto de mayor valor que el resto; otros heredan pagas que sus ancestros ganaron en cruentas batallas medievales o en vergonzantes despachos contemporáneos. Y otro, incluso, tiene la potestad de abstraerse a la Justicia; esto es, que no puede ser juzgado. (A este ciudadano puede reconocérsele por ser algo gangoso, muy campechano y tener la típica nariz de toda familia fracesa que lleva casando a sus vástagos entre sí desde hace cuatro siglos. No entraré hoy a hablar sobre el efecto que esa tradición pueda tener sobre su cerebro...)

Mañana, en suma, los políticos celebran la aprobación de un engendro, de una absoluta injusticia con la que se llevan encauzando los designios de este semidesértico solar durante tres largas décadas. Los demás nos limitaremos a celebrar un puente demasiado corto poniéndonos tibios a tintorro. Pero antes de la diversión, hagámos un simil metafórico y fácil de comprender.

Imaginen una clase en un colegio. Uno de los niños, tan sólo uno, es rubio. Por este hecho diferenciador, tan absurdo como lo podrían ser el idioma, la alcurnia paterna o la mano elegida por cada cual para rascarse las pelotas, éste niño tiene un punto más en los exámenes. En un momento dado el profesor abandona el aula, y el más grande y garrulo de los alumnos toma el control. Al que tenía un punto más le muele a hostias y le obliga a tapar ese pelo rubio suyo que tantas ventajas le había dado; después, como alguno le intenta plantar cara, se dedica a repartir sopapos y robar los bocadillos de todos aquellos que lo miran mal.

A su regreso, el profesor, espantado con lo ocurrido en su ausencia, y tratando de dejar a todos contentos, decide darle al rubio dos puntos más en cada exámen. Reprueba la actitud del garrulo, pero por si acaso, porque ha repetido quince veces y es más alto que el propio maestro, y puestos a repartir manteca igual le cae algo al mismo profesor, no se mete en el asunto de los bocadillos. Que se los coma, que se los ha ganado, aunque haya sido a base de palos. Y para quien se ha llevado la paliza tan solo tiene una mención especial, un diploma en el que se le reconoce como la mejor persona de la clase. Un tipo pacífico y bondadoso. Pero sin bocata.

Si en lugar del robo de bocatas ustedes sitúan una dictadura de cuarenta años plagada de fusilamientos, represión y propaganda nacional-católica pues lo que les queda es esto, un país de mierda donde se ha hecho de la equiparación entre víctimas y verdugos, de la ridícula correción política y de la vista gorda con todo lo conflictivo, norma de vida.

Y donde, para más inri, se tiene la poca vergüenza de celebrarlo.

sábado, 29 de noviembre de 2008

Yendo de Voltaire

Resulta de que en Cataluña (lugar también conocido como Catalunya, els Països Catalans, Catalonia is not Spain o Barçalandia) deben estar repartiendo nuevas licencias para la emisión radiofónica. Servidor, que aparte de no saber apenas leer ni sumar, ignora otras muchas cosas, desconocía que las licencias de radio las repartían los gobiernos.

Lo primero que me dio por pensar fue que, gracias a este método, los distintos gobiernos encargados de controlar a la entidad que reparte las licencias de radio, pueden utilizar esta potestad para favorecer a aquellas emisoras que posteriormente van a hablar bien de ellos. Y para joder a las que teman que van a ser contrarias a sus intereses políticos, críticas o, si me apuran, imparciales. Si es que en esta mierda de lugar llamado España (también conocido como el Estado Opresor, Paradolandia o Portugal II) alguien con verdadera relevancia mediática conoce el significado de la palabra imparcialidad.

Lo más cojonudo de todo es que, apenas unos instantes después, se confirmaron todos estos temores. Porque los divertidísimos y megademócratas tipos de la Generalitat han decidido quitar las licencias que la Cope tenía en Lleida y Girona (también conocidas como... ¡basta, estúpido!) y darselas a otros tipos que, a buen seguro, les lameran el ojete a base de bien.

Este divertido modo de hacer las cosas se critica mucho cuando lo practica gente oficialmente malvada, como el gobierno chino, el cubano, Platini, Hugo Chávez, o cuando lo hicieron Franco y otros muchos dictadores anteriormente. Y se le llama, con razón, censura. Pero cuando lo hace gente guay y progre -como alguno de los innumerables babosos que tienen el valor y la poca vergüenza de llamarse de izquierdas-, pues no pasa nada.

Si lo que dicen en la Cope es delito, pues que les multen, o lo que toque. Si no lo es, que les dejen seguir en antena rezando el Ángelus a las doce y propagando su basura fascistoide a las doce y cinco. Y a las doce y diez que les esperen a la puerta de la emisora. No vayan a pensar que porque yo salga con esto ahora, pienso que no se merecen una paliza con una bolsa de naranjas rellena de picaportes.

Resumiendolo's, que es genitivo sajón. Con esto quedan claro varias cosas:

Uno: A los políticos se le llena la boca de libertad de expresión cuando se encuentran en minoría y quieren poder meter un poco de baza, pero en el momento en que tienen el toro por los cuernos, aprovechan cualquier oportunidad para acallar a los pringadillos que osen llevarles la contraria.

Dos: Esta teoría funciona tanto con los de derechas -quienes por su maldad intrínseca repudian por naturaleza el concepto de libertad de expresión- como con los que se hacen llamar de izquierdas y no son sino la misma maraña de heces que sus compis de escaño.

Tres: Si hay oyentes que escuchaba la Cope en esas dos provincias y ahora les dejan sin ella, es probable que se enfaden. Y ya saben lo que hace esta gente cuando se enfada; Jiménez Losantos puede sacar los tanques a la calle en cualquier momento.

Cuatro: Si no la escuchaba nadie, pues que la dejen, a ver si los obispos se arruinan de una vez manteniendo emisoras sin audiencia y empiezan a recortar gastos, por ejemplo, suprimiendo las ruedas de prensa del portavoz de su Conferencia Episcopal. Para oir a un gafudo diciendo bobadas me pongo un DVD del señor Barragán, que al menos me hace gracia.

Y cinco: Que con tal de quejarse por todo, aquí servidor es incluso capaz de de sacarle la cara a la puta Cope. Con el asco que me dan. Cosas veredes que non crederes, pero es el precio que hay que pagar por tener el único blog a este lado del Mississipi en el que todo lo que se mueve es susceptible de ser odiado.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Cuando los payasos dominen la Tierra (I)

En el tiempo que llevo aquí tecleando inmundicia se han ido juntando en Bilis cierta cantidad de personajes que han sido considerados de muy diversa manera. A pesar de que, en último término y para goce general (uséase, mío, que temo ser el único lector de la mayoría de mis estupideces), casi todos ellos recibían su merecido, el tratamiento dispensado no era el mismo para todos, distinguiéndose varios tipos de artículos en el blog que podríamos clasificar de la siguiente manera:

a) Los basados en hacer humor y escarnio de tipejos que, por una u otra razón, han llegado a mis oídos como protagonistas de hechos tan lamentables que merecen una severa reprimenda. Como sería costoso –y puede que peligroso para mi integridad física, puesto que esta gente suele tener amigos en la mafia kosovar– acercarme hasta su lugar de residencia y orinarles en un pie, me contento con relatar aquí sus peripecias.

b) Los que resultan demasiado serios, que suelen tratar de temas relativos a personajes verdaderamente malévolos. Estos acostumbran a perder cualquier dosis de pretendida ironía al centrarse en resaltar que el aludido es un grandísimo hijo de puta.

c) Obviamente, y como siempre hay excepciones que confirman la regla, hay (muchos) casos en los que la ostentación del poder político y la maldad absoluta no está reñido con poseer la misma capacidad intelectual que una caja de zapatos rellena de esputos de viejo, lo cual hace que sea posible hablar de un tipo despreciable sin perder la hilaridad habitual. El elemplo más claro es G.W. Bush, alguien que, por una serie de catastróficas desdichas ha sido el ser más poderoso de este planeta pero que, en circunstancias normales, hubiera fallecido a los trece años víctima de su propia estupidez.
Y encima tiene dos hijas, contradiciendo las leyes de Darwin acerca de la supervivencia de los más aptos, lo que coloca en ventaja al creacionismo, la postura que el propio Bush defiende, lo que hace de Bush un tipo con ideales acertados, lo cual le otorga la razón, refrendando a Darwin y quitándosela de nuevo... Ya ven, nada es tan fácil como parece cuando tratas con alguien complejo e inteligente como una ameba.

Pero aún quedan otros muchos personajes acerca de los cuales no he tenido ocasión de hablar aquí aún. Por eso, y porque los considero tan súmamente prescindibles para el desarrollo de la raza humana en general y de mi patético blog en particular que no darían para rellenar por sí mismos un artículo entero, he decidio agrupar a varios de ellos. Y ese magno acontecimiento tendrá lugar aquí mismo en fechas venideras. Está usted de suerte, señora.

Así pues, al lío. Desoyendo las recomendaciones de Mohamed Al Baradei, director de la Agencia Internacional de la Enegía Atómica, quien advierte de que la mera mención en un mismo párrafo de un excesivo número de personas cuya mera existencia como ser vivo ofenda directamente a las leyes de la naturaleza puede provocar el colapso del universo tal y como lo conocemos, me lanzaré al asunto con la prosa directa y de lectura fácil que me caracteriza.

Pero no lo haré hoy. Comprendo que leer acerca de personajes del calado de Paquirrín, Ano Rosa Quintana o la reina Sofía requiere una preparación previa. Lo sé y por eso les animo a efectuar su particular pretemporada antes de conocer a fondo a todos aquellos destinados a dominar la Tierra. Pueden empezar viendo Telecinco o leyendo el Marca, es una buena manera de acostumbrar la vista a tanta morralla.

domingo, 16 de noviembre de 2008

G-20: hundido

Ya hemos tenido cumbre y tenemos su correspondiente resolución. El comienzo –"Nosotros, los lideres del mundo..."– llama un poco a engaño. Yo creía que se trataba de una nota de prensa de Tiger Woods, y Federer en la que pedían que les quitasen al estafador de Thierry Henry del anuncio de Gillete, porque nadie los tomaba en serio como primeras figuras internacionales con semejante engañabobos de compañero. Pero no.

En su lugar era un escrito de Bush, Merkel, Lula, Sarkozy y otros a los que conocerán en su casa si tienen costumbre de ir cada quince días, en el que pretendían sentar las bases para refundar el capitalismo. Así, con dos cojones. Las cosas, o se hacen a lo grande, o no se hacen. O sea, como lo de los julais de los Testigos de Jehová del otro día, pero con más cara dura si cabe.

Empieza con esa frase, pero podía haber comenzado con un "Por orden del señor alcalde, se hace saber..." resumiendo las conclusiones en una especie de bando pero, en lugar de estar leído por un cazurro con entrecejo y boina, hecho por George Bush. Que no tiene boina.

A semejante encabezamiento le siguen una increíble sarta de buenas intenciones que dejan claro, desde el mismo día de la foto, que la cumbre de los cojones tan sólo ha servido para llevar a unos cuantos personajillos a Estados Unidos a ponerse ciegos de mantequilla de cacahuete y otros manjares.

Como conclusión, lo dicho, que acaban de refundar el capitalismo. Algo que me deja tan anonadado como aquella ocasión en la que trataron de refundar el holocausto.

–Verá, mein Führer.
–Tutéeme, camarada.
–Pues verás, Fito.
–Sin pasarse, Fritz, o me veré obligado a invitarte a que te suicides.
–Glups. Pues nada, que ahora resulta que estos judíos son unos cabrones. Los agrupamos, les damos trabajo en cantidades industriales y les organizamos unas dietas de puta madre y ya ve, que ahora van y se nos mueren.
–Pues cojan más.
–Es que se nos han muerto demasiados. Vamos a tener que refundar esto del holocausto.
–De acuerdo. Buscad a otros a los que esclavizar. Algo quedará por ahí. Negros, gitanos... o socios del Logroñés, que esos ya lo aguantan todo. Y si no, tampoco importa demasiado. Si la cuestión era hacer el mal...

De eso se trata al fin y al cabo. De buscar nuevos incautos a los que robar diseñando novedosas e imaginativas fórmulas capitalistas. Una vez sometida la clase media de los países desarrollados a la esclavitud de eternas hipotecas, habrán decidido ir a por los que tienen menos aún. De esta manera planean ahora hipotecar los cartones de los mendigos, llevar a la cotización bursátil los cartones de tintorro, y expropiarles a los negros de África hasta los huecos entre sus costillas.

Y en medio de tan divertida reunión, Zapatero. El hombre que he metido a España en la Historia. El hombre del infinito afán por refundar lo que fuera, el capitalismo, los estatutos fundacionales de los Boy Scouts, o los sillones de la Casa Blanca. La cuestión era hacerse la foto entre los mayores para luego volver a la aldea a fardar delante de Rajoy y de nosotros, sus insufribles súdbitos.

En fin, que para lo único que servirá esta cumbre, me temo, es para que unos tipos que no la necesitan se hayan pegado una buena comilona y se hayan dado un poco de coba antes de comerse mutuamente las pollas -o lo que quiera que tenga la Merkel- mientras rellenaban un par de folios con chorradas bienintencionadas.

Para eso y para demostrar que Rajoy es un cagazas por no atreverse a decir, alto y claro, que Zapatero estaba haciendo el panoli buscando silla a una mesa en la que España no pintaba nada. Porque, se pongan como se pongan, pretendiendo vendernos que España está en el grupo de las naciones punteras del mundo, en el tema económico –como en muchos otros, como en honradez, béisbol, no pegarse tiros en la nuca o dignidad política, por ejemplo– España importa lo mismo que la última mierda que cagó Juanito Navarro.

lunes, 10 de noviembre de 2008

¿Le gustaría saber la verdad?

¿La verdad sobre qué? Pues al parecer, sobre todo. O al menos a eso parece referirse el díptico que he encontrado, oh maravilla, al entrar en casa esta mañana. Si Dios hizo el papel tan fino fue, sin duda, para que estos panfletos cupiesen por debajo de las puertas.

Y precisamente de las cosas de Dios trataba en el mentado díptico, que no ofrecía la verdad sobre algo concreto, sino la Verdad. Así, a lo grande, como hay que hacer las cosas para que salgan bien.

En su interior incluía seis preguntas –¿Se interesa Dios por nosotros? ¿Acabarán algún día las guerras y el sufrimiento? ¿Qué nos sucede al morir? ¿Hay alguna esperanza para los muertos? ¿Cómo tenemos que orar para que Dios nos escuche? y ¿Cómo encontrar la felicidad?–, más la razón por la cual nos surgen esas preguntas, acompañando todos ellos de sus correspondientes respuestas, no se vayan a creer que esto va en broma; respuestas obtenidas a partir de versículos bíblicos amablemente seleccionados por estos señores para general regocijo y satisfacción nuestra.

Decía –y aquí aplico mi excepcional capacidad de síntesis, frecuentemente demostrada en mis múltiples fracasos academicos– que después de la muerte los buenos heredaran la Tierra. No heredarán algo inmaterial o ultraterreno, sino este mismo planeta al que volverán en cuerpo y alma. Flípenlo, vecinas.

Lo malo es que no especificaba qué hay que hacer para ser bueno. Esto no debería ser un problema porque la mayoría de la gente sabe qué se debe hacer para ser bueno, pero el Diptico Que Muestra La Verdad es bastante confuso.

No habla de cosas tan plausibles como amar al prójimo, sino que incita a gastar todo nuestro amor -que no es poco, por cierto, pues hay gente los sábados noche que afirma tener cargados de amor hasta los mismísimos huevos, imaginen- hacia Dios, mientras que para el prójimo... pues de esos no dicen nada, así que no sé lo que pensarán del prójimo. Y viniendo esta información de unos tipos que se oponen, por pecaminosos, a los transplantes sanguíneos... pues ya no sabe uno a qué atenerse.

Con todo, yo me pregunto. ¿Qué he hecho yo para ser tan agraciado receptor de esta información? ¿Por qué no la hacen pública para mayor disfrute de la raza humana? Pues, como diría Ramón García en ¿Qué apostamos?, todo ello porque... porque los tipos que amablemente han introducido este bello pepelito por debajo de mi puerta están seguros de que "ahora que he conocido brevemente algunas de estas respuestas, sin duda querré saber más", y pretenden que les compre un libro que acumula todas estas gratificantes respuestas.

Mmmm, he estado a punto de creérmelo todo, pero esta molesta afición de las religiones a cobrar por ofrecernos la felicidad o la salvación del alma siempre me ha mosqueado un poco. Craso error y gran decepción los míos, al poner mi confianza en teorías que sus mismos autores se encargaban de destrozar a golpe de número de cuenta.

Aunque, bien pensado, podría haber sido peor, desde luego. Imaginen que entran en su casa y se la encuentran plagada de propaganda acerca de la libertad, el progreso y constantes promesas de un mundo mejor promovidas por alguna otra secta más peligrosa, como, por ejemplo, el PSOE. Puede que incluso alguien se lo llegara a creer. Qué miedo, ¿no?

lunes, 3 de noviembre de 2008

Ridícula civilización precisa nuevo Dios

Continuando en la línea iniciada con País lamentable precisa holocausto nuclear me veo en condiciones de volver a erigirme en la voz que clame por las necesidades, no ya de un país, sino de todo un planeta, de toda una civilización con miles de años a sus espaldas. Con un par. Porque yo lo valgo.

Y he aquí que en el día de hoy, tres de noviembre del año del Señor de dos mil y ocho, servidor de ustedes y a la sazón orgulloso redactor de esta infecta piara de letras que tuve a bien bautizar como Bilis, les informa de lo que sucederá mañana, segundo martes de noviembre. Que manda cojones las fechitas en las que los gringos colocan sus eventos; obsérvese sino la gracia de que el archiconocido Días de Acción de Gracias sea el cuarto jueves de noviembre, o que el no tan famoso Día De Salir A La Calle A Que Mi Hijo De Ocho Años Haga Prácticas De Tiro Contra Un Negro Y/O Chicano Para Que El Día De Mañana Sepa Cómo Usar Un Rifle Y Pueda Entrar A Liarla Parda A Su Mierda De High School se celebre el quinto miércoles después del tercer día de luna llena del año.

Curiosidades del calendario aparte, resulta que mañana una muy pequeña parte de la población de un único país del mundo va a decidir, por su cara bonita, su oronda barriga y sus innumerables ojivas nucleares, quién será el tiparaco que ocupe el centro del panteón mundial durante los próximos cuatro años.

Y los demás aquí estamos, esperando. Observando pacientes cómo se abren los abismos para tragarse al Murcia de Clemente, cómo el calvo de Telecinco contiene las lágrimas consciente de que se le ha acabado el chollo de perseguir a su amado Alonso por el mundo, cómo hay más colas en la oficina del Paro que en las taquillas de un festival de Imperdibles en el Eskroto teloneados por Chenoa o, directamente, cómo nos crecen las uñas de los pies hasta magnitudes desproporcionadas.

Al menos esta vez han tenido la decencia de proponer candidatos con humor, y frente al afroamericano vizcaíno hawaiano Barack Aldo Obama han colocado al magnate de las patatas fritas Juan McCain –hijo de Caín se apellida, el cabronazo; con ese nombre promete seguir la línea de su predecesor Jorge Borracho Cósmico Arbusto en caso de ganar–, y antes colocaron en la previa de esta Champions que son las elecciones USA a Hillary Cornamenta de Alce Clinton y posteriormente a Sarah Abuela Inesperada Palin junto a Patata Man.

Porque, señoras y caballeros, niños y niñas, puestos a permitir que cuatro gatos elijan a un tipo que va a tener el poder total sobre nuestra vida y nuestra muerte, que los candidatos sean así, brutalmente entretenidos. Al fin y al cabo, this is America, y su concepto de espectáculo nos lleva siglos de ventaja. Quizás sea por eso que tan sólo ellos tendrán mañana la potestad de elegir a nustro nuevo Dios.

martes, 21 de octubre de 2008

Decálogo para acabar con la crisis

He aquí un decálogo gratuito con el que abstraerse de los principales inconvenientes -vivienda, transporte, comida, carestía de la vida...- que trae consigo la tan manida crisis. Para facilitar su comprensión, viene numerado en los cuatro idiomas más populares de esta galaxia, usease, castellano, english, euskérico y el idioma de los extraterrestres popplers de Omnicron Persei 3 en Futurama.

Uno/One/Bat/Glär
Siga este decálogo. Parece una perogrullada, pero el primer punto de cualquier decálogo que se precie debe incitar al lector a cumplir ese mismo decálogo.

Dos/Two/Bi/Glor
"Los ricos no son su prójimo". Recuerde estas palabras y aplíquelas como si de la Biblia se tratase. Si usted no es creyente aplíquelas como si se tratase del recetario de Karlos Arguiñano comentado y amenizado por él mismo, o sea, la Verdad Suprema.

Tres/Three/Hiru/Glorki Glor
No vote. Nunca. Jamás. Hemos comprobado que con una clase política rigiéndonos la crisis ha llegado imparable. Por pura lógica, sin clase política la crisis jamás hubiera sucedido. Quien se oponga a este razonamiento carece de base sólida para refutarme, puesto que no conoce el resultado de acabar con los políticos. Cuando lo hagan y no funcione, vengan a Bilis a quejarse.

Cuatro/Four/Lau/Glanki Glei
Desarrolle un medio de locomoción propulsado por un combustible barato o gratuito -agua, gases intestinales...-.En caso negativo, comparta vehículo a la hora de viajar con otra persona. En caso negatico compártalo con varias, se llama autobús y es barato. En caso negativo compártalo con muchas más personas, se llama tren, no es tan barato pero tiene bar. En caso negativo, no se desplace. Total, ¿a dónde va a ir? Todo es demasiado caro.

Cinco/Five/Bost/Gloum
Ocupe una casa. Es preferible que sea propiedad de una constructora que no haya logrado venderla, puesto que la gente que se ha dejado los cuernos para reunir un dinero con el que pagar la entrada de un piso puede molestarse, además de que no está bien robar al prójimo. Eso sin tener en cuenta que hay quien posee escopeta.

Seis/Six/Sei/Gloumi Glär
Déjese atrapar por una adicción autodestructiva. Inmerso en ella, todo el resto de su vida carecerá de importancia, y los problemas derivados de la crisis también. Puede empezar por el Don Simón en cantidades industriales y pasarse después a drogas más duras y peligrosas como el opio, la heroína o leer el ABC.

Siete/Seven/Zazpi/Gladio Lorl
Contraiga matrimonio con un mienbro de la Familia Real. Elena (la más fea y tonta) estará libre en breve; sino, no desespere, puede proponérselo a alguno de los retoños, como Froilán o Leonor (los únicos cuyos nombres conozco), ya que uniéndo las leyes de matrimonio homosexual vigentes en España con la tradicional afición de los borbones a concertar matrimonios con menores de edad, incluso si éstos eran familiares directos suyos, todo son ventajas. Además, recuerde que no debe dejar de lado su respetable gusto por la cocaína para ser aceptado por la familia más campechana del reino.

Ocho/Eight/Zortzi/Gladio Nacional
Tome el control del mundo y dirija la civilización hacia un modelo económico más igualitario. Se admite, siempre que recuerde lo de su prójimo, que utilice la guillotina. Cuanto más desproporcionadamente mejor, hay corbatas que no se merecen los cuellos que las lucen.

Y, para terminar y dejar claro porque soy un lechón blógico, aquí está el noveno y último punto de mi decálogo. La solución, ya apuntada aquí en Bilis con anterioridad, a todos sus problemas:

Nueve/Nine/Bederatzi/Gloria Stefän
Suicídese. El Gobierno se lo agradecerá.

jueves, 16 de octubre de 2008

Miénteme

Coja usted una canción popular, cámbiele la letra, atribúyasela a algún deficiente mental que resulte gracioso y expóngala ante la opinión pública en televisión. Habrá convertido automáticamente esa letra impostora en un exitazo.

El primero de los dos superéxitos de hoy es "Alcohol, alcohol, hemos venido a emborracharnos, el resultado nos da igual", patética versión perpetrada por la hinchada del Cádiz que la tele ha hecho pasar por canción original. Mentira. Mentira la letra y mentira que les de igual, porque si te la suda el resultado no lloras cuando tu equipo falla un penalti en el último minuto y te vas de Alicante a Segunda B sin escalas mientras me orino encima, incapaz de contener dentro de mi vejiga tanta alegría.

Cada medio de comunicación tiene su función, y la televisión está pensada para tergiversar las cosas y confundir al ciudadano. Así mismo la radio sirve para saber lo que debes pensar acerca de cada tema en función de la emisora que escuches (impagable aquel momento en que, aplicada esta máxima a la prensa escrita, oí "El País es el periódico que leo para saber mi opinión"), y los periódicos están para envolver el bocadillo o limpiarse el ojete.

También gracias a la tele ha alcanzado gran popularidad otra canción, banda sonora de un acontecimiento tan primordial para la historia de la patria, que según informaciones privilegiadas a las que servidor a tenido acceso, será el elegido para el final de "Cuéntame..."

En efecto, me juran que la mítica serie, que se ha llevado más allá de su previsto final original, la muerte de Franco, y que se pretendía estirar hasta otros acontecimientos de gran calado, como la muerte del Fary o el primer paseo espacial de un astronauta a bordo de una nave española, ya ha encontrado fecha definitiva para echar el cierre.

Nos perderemos el momento en el que el realmadridnauta (del castellano Real Madrid, Universo y del griego nauta, yogur) ponga el primer ladrillo caravista sobre la superficie de Venus. Tampoco podremos ver como, en ese futuro lejano, la abuela Herminia –tía del rey godo Recaredo por parte de madre–, cumpla novecientos setenta y ocho años el mismo día en que Carlitos se jubile. Ni el retorno de la hija desde Inglaterra para trabajar en la compañía de teatro de Andrés Pajares y seguir de fornicio con extranjeros, esta vez nietos de Dinio llegados en cayuco. Tampoco veremos como el hijo rebelde se convierte, oficialmente y ante notario, en el último votante de Izquierda Unida o como Antonio Alcántara se cambia de sexo y se casa con su hermano Juan Echanove.

Puede, incluso, que en ese hipotético último capítulo ya se hubiese desarrollado la tecnología necesaria para devolver al chaval de las gafas –sitúense, el tipo alto, últimamente plagado de acné y con pelo largo, amigo de Carlitos– al mundo de los vivos; pues de todos es sabido que el pobre jovenzuelo dejó de participar en la serie cuando falleció tras sufrir un ataque de caspa en pleno rodaje y que los giros del guión tratan desesperadamente de evitar su aparición es escena hasta una descomposición total del cadaver.

Pero nadie sacará ya a este granudo joven de los infiernos, pues "Cuéntame..." acabará cuando don Pablo, el auténtico malo de la serie, al lado del cual el Caudillo no era más que un secundario ancianito, muera víctima de un infarto tras vaciar su bolsa escrotal sobre la multitud que le llevaba irremisiblemente al orgasmo cantando "Yo soy español, español, español..." en las calles de Madrid minutos después que la selección española ganase la Eurocopa del 2008.

Este es nuestro segundo temazo del día. Otro hito de la canción popular perpetrada por simios con camisetas rojas que las televisiones se encargaron de popularizar entre muchos otros humanoides y ante el que ninguna persona de bien puede sentirse indiferente.

No, mis querídos especímenes. La abominación de cientos de imbéciles cantando con orgullo su nacionalidad da miedo, mucho miedo. Y, aunque parezca que esto sí nos la trae floja y no el resultado que cantaban los gaditanos, la verdad es que la dichosa canción crea unos sentimientos de autodestrucción tan fuertes que pueden llevar a un hombre cabal a huir de un bar con tal de no escuchar a Falangito y sus amigos. El personal está fatal y no debe tomársele con indiferencia.

Estas epidemias repentinas de nacionalismo son preocupantes, y de ninguna manera me dan igual; lo opuesto sucede con la resaca, como dice realmente la canción. Si no, jamás bebería una gota, porque poseo decenas de miles de experiencias con la susodicha señora, las suficientes como para conocerla bien a fondo y temerla infinitamente menos que a un grupo de macacos descontrolados lanzando loas a su patria.

jueves, 9 de octubre de 2008

Socialismo o suerte

Andaba servidor buceando en las inmensidades de la red, entre toneladas de estadística infinitesimal, biología algebraica lineal, teoría combinatoria precolombina, manuales de física cuántica y la página del Marca, todo ello aderezado con la dosis diaria de porno recomendada por la Organización Mundial de la Salud –entre cuatro y cinco horas diarias, según la estación del año–, cuando fue a dar con el editorial de los chicos de "Karmadice:".

Dada mi total admiración hacia los karmaradas de la citada publicación, no tuve menos que alegrarme al ver que trataban en su número de este mes el mismo tema que servidor en su diatriba de la semana.

Así, redundando un poco en el mismo tema, y como el señor redactor de semejante editorial –Julio Albitre, entre otras cosas pretérito candidato a alcalde de Bilbao, casi nada– tiene una clase que, puesta junto a mi lamentable prosa surgida de las tripas de un humano con cierto resquemor, no serviría para otra cosa que para establecer el mismo analogismo que puede existir entre la madre del rey y Stephen Hawking –nosotros coincidimos en un tema, ellos en una silla de ruedas, pero a partir de ahí, es como comparar a Dios con un gitano, que se dice en mi etílica tierra–, pues aquí se la copio tal cual. El título de la entrada de hoy es, por supuesto, el que encabezaba el citado editorial. Para ustedes, queridísimos jipis.

<<El socialismo ahora es para los ricos. Para los demás queda la suerte. Y eso, con suerte. Llega un día en que los bancos tienen problemas de dinero y las migajas dejan de caer por el borde de la mesa. Según Díaz Ferrán, presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, la economía de mercado se merece un paréntesis. George W. Bush, el presidente de los Estados Unidos es más directo: 700.000 millones de dólares en dinero público sin marcar, o el caos. Los especuladores suspiran: eso sí es un Fondo de Garantía Salarial. Ensayan ya sus desfiles del primero de mayo por Wall Street y aprenden las consignas del hombre nuevo: “Propietarios del Mundo Uníos”, “Arriba parias de la bolsa”, “No quebrarán” y el inmortal “Qué hay de lo mío”.

Veremos qué ocurre cuando no haya más dinero con que cubrir los agujeros heredados del capitalismo. Llamarán a la austeridad absoluta, a apretarse el cinturón a la cintura o al cuello, según los casos. Rascarán. Escarbarán. Prohibirán sacar los ahorros del Banco. Entonces será el corralito, corralazo, corralón. Un tango argentino a escala global para el baile final de los vampiros.>>

Karma dixit.

lunes, 6 de octubre de 2008

Consumismo libertario

Ya llegó, están aquí, los chicos del adoquín. Y si no quereis taza, taza y media. Porque acaba de caer la gota que colma el vaso, la blasfemia que hace que al de arriba ya le llegue hasta las cejas.

Al señor Zapatero, para paliar la crisis que ha generado la explosión de la burbuja inmobiliaria, no se le ha ocurrido mejor cosa que regalar 3000 millones de euros a los arruinados constructores.

Cómo mola el capitalismo. La hostia en verso señores. Acumula cuanto puedas a costa de los gilipollas de los trabajadores, hundiéndoles las vidas a base de hipotecas que les convierten en tus esclavos de por vida, que si –Dios no lo quiera– un buen día se te viene abajo todo el chiringuito y te arruinas, el buen Gobierno se encargará de que esos mismos pobres se rasquen sus famélicos bolsillos para suvbencionarte la crisis con sus impuestos.

Para eso sirve el Estado. No, si al final iban a llevar razón los anarquistas... lástima que el personal se haya pasado el siglo XX dándole por el saco a todo aquel que se oponía a la autoridad competente, a los viejos rojinegros les habría hecho gracia el asunto este.

¿Pero cuántos votos le corresponden a cada promotor urbanístico? Porque si votan sólo una vez como cada mortal, la desproporción entre los agradecidos millonetis y los irritados pobretones es tan enorme que la jugada les va a salir muy mal a los sociatas en las próximas elecciones. ¿O acaso hay algo más aparte de los votos que pueda interesar a ZP y que los agraciados del ladrillo le puedan dar? Lo desconozco, a mí no me pregunten, sólo soy un deficiente con teclado y mucho tiempo libre. Gracias al paro, of course.

Menos gastos en escuelas, en transporte, en sanidad, en infraestructuras... menos mal que sube la asignación a la Casa Real, que sino esto sería el despelote definitivo. Y todo ello para que los mismos cabrones que han inundado de cemento cada milímetro de costa española, y que han hecho ricos a no pocos alcaldes gracias a la corrupción y las recalificaciones, no tengan que acabar vendiendo klinex en un semáforo como un simple negro.

Dicen que la cosa viene de los USA. Será verdad. Todo menos el pacharán viene de América, como todo el mundo sabe. Pero allí, en cuanto al retrasado mental de Bush se le ocurrió una propuesta del estilo ZP, es decir, salvar con dinero público los culos de los más ricos de entre los ricos, enseguida se le lanzaaron a la yugular.

Afortunadamente, el sector más ultraconservador de los Estados Unidos frenó un poco el cachondeo. Y es que los ultras del partido republicano, aparte de ignorar a Darwin, y seguir sin estar muy convencidos con aquello de la abolición de la esclavitud, tienen un concepto muy suyo del sueño americano. En su concepto cada cual ha de llegar a la cima por sus propios medios, por lo cual no contemplan nada parecido a la solidaridad con los pobres, pero tampoco van a dejar que el Estado sufrague las deudas de unos cuantos banqueros especuladores que se han hundido merced a sus propios errores. Al final habrá ayudas estatales, si, pero con matices.

En España no tenemos nadie que le haya tratado de parar los pies al presidente, y todos seguimos tan tranquilos, comiéndonos la tostada aunque nos la unten de pura mierda; mientras, ZP y Rajoy tienen la desfachatez de echarse en cara las cifras del paro en el Congreso. "Ahora hay un 12.5 % de paro". "Pues cuando usted era ministro había un 14". "Pues cuando su partido gobernaba hace quince años y a poco nos lleva a la ruina había un 25% de paro". Y así, tan anchos, se pasan la mañana, sin pensar en posibles soluciones -si es que las hay, que lo dudo-. Pero para qué van a pensar, si se la suda que la gente esté parada o en movimiento. Como si se mueren, a ellos plin.

Bueno, igual si nos morimos todos les empieza a importar. Ya no tendrían a quien robar para pegarse la vida padre. Aunque solo sea por fastidiarles el chollo a estos dos, yo estoy por abrirme en canal y ahorcarme con mis propios intestinos. Todo sea por joder.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Blasfemia

Hoy ha habido Champions, pero la porción bílica de esta semana surge la jornada de la Copa de Europa de hace quince días.

En la llegada al estadio en su lujoso coche deportivo para concentrarse en un no menos lujoso hotel madrileño antes del partido, el jugador número 14 del Real Madrid, exento aún de vestir la ropa deportiva oficial del club, mientras entraba altanero en el Bernabeu ignorando a la prensa y a los aficionados que allí se agolpaban -quien sois vosotros, mortales, para obligarme a detener mi Audi y bajar las ventanillas para saludaros-, lucía una camiseta negra con ribetes plateados en las mangas que enmarcaban una captura del fotógrafo cubano Alberto Korda. Una imagen que se ha convertido ya en un icono. No era otra que la efigie del comandante revolucionario Ernesto Guevara, el Che.

Puede que el maricón de Guti -perdonen el adjetivo dado al susodicho todos aquellos a los que les gusta que les metan pollas por el culo- haya oído que se ha estrenado una película sobre el personaje y se haya decicido a compaginar su moda personal con la cartelera cinematográfica. Si es así esperaré ansioso al estreno de la sexta parte de Rocky, confiado en que el 14 del Madrid luzca en un partido su preciosa cara desfigurada por los puños del Poli Díaz. Pero quizás la prenda sea anterior a la película, y al joven millonario madrileño le haga gracia llevar a un tipo tan guay como en Che en el pecho.

Yo no sé mucho sobre el Che, pero lo poco que de él conozco me ha servido para formarme una somera impresión del personaje que para nada casa con cualquiera de las cosas que puedan resultar guays a Guti.

Sé, por ejemplo, que recorrió América Latina durante sus años de juventud en unas condiciones económicas bastante precarias. Sé que se embarcó en una conjura para derrotar al dictador de una patria que no era la suya, porque esa palabra carecía de significado para él. Sé que después del triunfo, siendo uno de los principales gerifaltes de la victoriosa Revolución cubana, se autoimpuso interminables jornadas de trabajo; que tenía una enfermiza obsesión por la igualdad en todo y entre todos sobre los que él tenía algún mando, obsesión en la que por supuesto se incluía él mismo a pesar de sufrir por ello grandes privaciones. Esta obcecación llama más mi atención que su posterior abandono de la cartera de ministro y el inicio de nuevas luchas en el Congo o Bolivia, donde habría de encontrar la muerte, y son estas ansias de igualdad que con el propio ejemplo pregonaba las que más me influyen a la hora de elevarlo, siempre según mi modesta y poco valiosa opinión, a la categoría de héroe revolucionario.

Habrá quien no conozca del personaje más que cuatro estúpidas palabras acompañando la foto de Korda; habrá a quien, conociéndolo, el personaje no le guste, quien le considere violento o quien no acepte sus métodos; pero, por encima de visiones personales, creo que aquel hombre merece, cuanto menos, el respeto de todos aquellos que, ni de lejos, seríamos hoy capaces de imitar su obcecación, su sacrificio personal y su compromiso con los propios ideales.

Dudo que Guti crea que, con todo su dinero, le hace falta conocer la más mínima información acerca de comandantes revolucionarios; puede que, azares de la vida, sepa algo de Ernesto Guevara y, aún así, posea la desfachatez suficiente para conjugar su apariencia y su modo de vida con su identificación con la imagen del Che. En el primer caso sería un pobre millonario ignorante, en el segundo un hipócrita despreciable. En ambos un desgraciado capaz de fundir la respetable imagen del Che con el mercantilismo llevado a extremos ridículos que representan unos tipos en calzoncillos que dan patadas a un balón y por ello son infinitamente mejor retribuídos, no ya que un obrero o un campesino, sino que un arquitecto, un ingeniero o un médico.

Por todo ello deseo sinceramente que, cuando el Madrid devuelva la visita al modesto Borisov, e este analfabeto funcional enfermizo de las peluquerías, un defensa bielorruso le levante metro y medio de un hachazo en la rodilla y que, al caer, se parta la cabeza.

Puestos a arrastrar mitos por el suelo es mejor empezar por aquellos que no han aportado otra cosa que unos cuantos paseos en calzoncillos por el césped.

jueves, 18 de septiembre de 2008

El lado oscuro (¡y no es el ojete!)

Hoy hablaré de él. Al fin unas líneas para mi mayor enemigo -el mío, como maestro Jedi que soy, y el de cualquier humano o androide de protocolo que no haya caído definitivamente en el Lado Oscuro-. Retirado como está de la dirección de su partido fascista, ahora se dedica a llevar el timón de la no menos fascista fundación que preside, lo que redunda en que todas sus apariciones públicas se cuenten por patéticos ridículos. No se llamen a engaño -que es un nombre muy feo-, es exactamente lo mismo que hacía durante los dos mil días largos que estuvo en el poder. Hablo, cómo no, de José María Aznar, alias Ánsar, alias Hitlercito, alias El Mierda.

Ése hombre.Interrogado acerca de la famosísima foto en que aparece junto a Tony Blair y George W. Bush mientras el viento de las Azores mece su ridículo flequillo, el susodicho -cuyo nombre procuraré no repetir, ya que una excesiva reiteración de las letras A, Z, N, de nuevo la A y R en el ordenador puede provocarle cáncer de teclado- tuvo el valor, la poca vergüenza, la indignidad y la cara dura; pero sobre todo la incultura, la chulería y la estupidez, calificativos que suelen andar de la mano cuando de los miembros de la clase política se trata, de calificarla como -sujétense los ojos dentro de las cuencas, no vayan a caérseles al leer semejante blasfemia- "el acontecimiento más importante en la historia de España en los últimos doscientos años".

Y después de decir esto, imagino que el hijo de la gran puta -perdónenme, pero tan sólo soy capaz de omitir la escritura de su nombre mediante adjetivos que, por razones abvias, no pueden ser muy agradables- se quedaría tan ancho.

Obviaré la cantidad de hechos trascendentales, buenos o malos, para la historia de España que han sucedido en los últimos dos siglos (una Guerra de Independencia, dos repúblicas y sus respectivas restauraciones monárquicas, excepcionales generaciones literarias, organización de grandes eventos a nivel mundial, la participación de Ana Obregón en El Equipo A, revoluciones obreras, golpes fascistas... ¡una Guerra Civil y cuarenta años de dictadura!) y me contentaré con decir que si el hecho de mandar a tus soldados -que son los únicos que no pueden quejarse de que los manden a morir allí donde nada se les ha perdido, que hubiesen elegido un oficio decente: agricultores, albañiles, barrenderos o prostitutas, por ejemplo- a matar inocentes por iniciativa de un genocida con el mismo cerebro que un tarro de mantequilla de cacahuete, le parece a este imbécil un "importante acontecimiento", sobra todo lo demás.

Recapacitando un poco, creo que quizás deba dejar de lanzar mis esputos bílicos contra este personaje, ya que probablemente sea un tarado o, directamente, un estúpido, que no merece otra cosa que la piedad de aquel que se tenga por buena persona. La piedad y la reflexión, porque resulta patético pensar en qué país vivimos; un país en el que este tipejo ostentó el poder durante ocho años -cuatro de ellos de manera cuasi absoluta-, y en el que probablemente hubiese sido reelegido para continuar con sus cacicadas por tercera vez si se hubiese presentado; a pesar de sus engaños, sus infamias y sus desprecios hacia la inteligencia de la poblaciós española y de la vida humana en general, sobre todo si esta es la de un pobre iraquí. Vida mucho más respetable, por cierto, que la inteligencia de todos los españoles que en su día le votaron.

Así que, en aras de la piedad, culminaré mis vomitivas líneas de esta semana con un jocoso e instructivo chiste de esos de van un inglés, un francés y un español:

-En mi país -espeta el inglés- nació un niño sin piernas, le implantamos un ingenio británico y ahora corre los cien metros en diez segundos.
-Eso no es nada -replica el gabacho-. En mi país nació un niño sin brazos, le implantamos un ingenio francés y ahora gana torneos de tenis.
-Eso si que no es nada -zanja, al fin, el español-. En mi país nació un niño sin cabeza, le implantamos un melón y estuvo ocho años de presidente del gobierno.

Un melón, un puto melón con bigote.

jueves, 11 de septiembre de 2008

God save America

Siete años, siete. Siete años desde el día D, la hora H. Desde que los Estados Unidos, convertidos desde hacía muchas décadas ya en los patrulleros voluntarios del planeta, asumieran pública y unilateralmente el papel de gendarmes del Universo. Como He-Man, pero con pantalones, vamos. Siete años desde el mayor atentado terrorista de la Historia. ¿O no?

Eso depende de lo que entendamos por terrorismo. Como ante una palabra tan tristemente asentada en nuestro lenguaje cada persona ofrecería, seguramente, una definición propia y distinta a la del resto, me limitaré a citar la que recoge el diccionario, que cataloga al terrorismo como la “sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror.”

Con esto la Real Academia me acaba de hacer una gran putada. Si me fío de ella, lo del 11 de septiembre no es para tanto. Entiéndaseme, es una enorme barbaridad, propia de hijos de la gran puta a los que deberían ahorcar con sus propias tripas por ser capaces de ejecutar a un ingente número de ciudadanos inocentes. (Alguno habría que fuese un auténtico cabrón, imagino. Probablemente muchos, porque las oficinas de las grandes multinacionales no suelen estar pobladas por las cuadrillas de amigos de San Francisco de Asís y Gandhi; pero a la gran mayoría de los que murieron allí ahora hace siete años debemos considerarlos víctimas del todo inocentes).

Lo de que el 11 de septiembre no es para tanto se refiere a que, ni con mucho, fue el mayor acto de violencia buscando generar terror de la Historia. Porque ha habido otros muchos actos criminales que han causado más víctimas que el derribo de las Torres Gemelas: Srebrenica, los serbios matando musulmanes, 8000 muertos; Filipinas, los japoneses aniquilando ciudades enteras en plena desbandada ante la inminente derrota en la Segunda Guerra Mundial; campos de concentración nazis, los rubios fumigando judíos o gitanos, millones de muertos…

Y no solo perpetrados por los malos oficiales de la Historia, que los buenos también tienen ganas de hacer pupita de vez en cuando. Los negreros ingleses en África, las huestes de sus católicas majestades de España en Latinoamérica, la caballería blanca en las llanuras del Salvaje Oeste… incluso los mismísimos Estados Unidos de América, lejanos ya aquellos tiempos en los que debemos perdonar sus excesos pues estaban entregados a su divina misión de conquistar a ritmo de rifle la nación para la que habían sido predestinados, hacen a veces alguna cosilla malvada.

¿Les suena donde caen Iraq, Vietnam, Afganistán, Guatemala, Hiroshima o Nagashaki? No son complejos residenciales que han visto alguna vez ojeando catálogos de Marina D’Or o Polaris World. No, no, no. Vienen siendo sitios donde a los yankees les dio un día por montarse unas barbacoas a base de nativos.

De aquí se puede deducir que los gobiernos, jamás, jamás, jamás, practican terrorismo ni nada que se le parezca; pues matan con nombres mucho más glamurosos, como acciones llevadas a cabo en pro de la instauración de la democracia y cosas así.

En conclusión, que la violencia desatada contra la población indefensa tan sólo se llama terrorismo cuando la ejercen un grupo de fanáticos miserables; no cuando los causantes visten de traje, se sacan fotos con niños o perpetran pantomimas democráticas. Un Estado jamás es terrorista. Ni los serbios lo fueron, ni los nazis lo fueron, ni los americanos lo fueron, lo son, ni lo serán.

Y una mierda como el sombrero de un picador. Me cago en mi puta propia teoría. La diferencia está en que llaman –llamamos– terrorismo al asesinato cuanto éste se lleva por delante a uno de los nuestros. Y digo de los nuestros porque en este concepto los europeos estamos tan metidos en el saco como los yankees. Los nuestros son los occidentales o, mejor aún, los ricos. Cuando cae un tipo con chaqueta y corbata, es terrorismo; cuando muere uno con el culo al aire es limpieza étnica si lo hacen gentes malvadas o un daño colateral si lo hacen los buenos. Y con ese miserable lenguaje asumido como propio convivimos. Palestina es terrorista, Israel tan sólo se defiende. Los zapatistas son terroristas, el ejército mexicano mantiene el orden. Y así sucesivamente…

Acabaré ya, porque basta de pensar por hoy, que luego duele, y con este rato escribiendo creo haber evitado suficientemente la contemplación hasta el vómito de miles da banderitas con barras y estrellas. Me abro citando un pasaje de John LeCarré (que es un tipo que escribe unos libros de espías cojonudos, en los que, al parecer, pudiera llegar a darse el caso de que la peña tipo James Bond no resultase ni tan guapa ni tan buena como aparenta, y que en realidad los irremisibles amos de nuestras vidas sean unos hijos de la gran puta):

–¿Morirá mucha gente, papá?
–Solo extranjeros, hijo.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Real como la vida misma

“Nunca se sabe lo que puede hacer saltar a un hombre” dice el mejor pasaje de uno de mis libros preferidos.

Nada hacía predecir que Chindasvinto, un tipo normal con un nombre de rey godo normal y una puta vida normal, como la de todos –estudios ridículos en universidades absurdas, trabajos temporales, hipotecas, telebasura, un poco de mala hostia y un mucho de humor con pacharán para sobrellevarlo todo–, fuese a saltar aquella tarde.

Había aguantado en su sofá, estoico, viendo pasar ante sí la LOU, la guerra de Irak, la boda del Príncipe, el Prestige, las pateras, a ETA y al 11M, la deslocalización empresarial, a la infinita variedad de Salsas Rosas y la imparable subida de todo, excepto del equipo de su pueblo, que para rematar la faena había bajado a séptima regional. Y después de tales precedentes, tuvo que ser la magia de la radio la que activase el resorte.

Encontrábase el susodicho tumbado en su cama, buscando una emisora con la que sestear un poco, cuando tuvo la ocurrencia de detener el dial en un punto concreto. Sonaban las últimas estrofas de un temazo de Chenoa. Pa cuando tú vas yo vengo de que me metan otra polla en el culo y me por eso me ha engordado kilo y medio más... y patatín patatán. Todo iba lo bien que puede ir una canción de este tipo cuando, repentinamente, sobrevino el caos.

“¿Quieres vivir como una estrella del pop?” –espetó una voz melodiosa. Sin tiempo para plantearse si realmente deseaba compartir peripecias vitales con Enrique Iglesias, la radio atacó de nuevo su sistema neuronal. “Nueva Visa Cadena Dial, con ella podrás vivir como tus ídolos”
No había acabado de asimilar semejante proposición cuando llegó el colapso. “Fridom Fainans –anunció la voz de un locutor que, pese a estar probablemente más cerca de los cuarenta que de su primera paja, utilizaba un lenguaje tan moderno y juvenil que el inexperto oyente fácilmente podía confundirlo son un efebo adolescente– te ayuda en tus gastos cotidianos, para que puedas darte unos caprichitos y llegar tranquilamente a fin de mes. Tan sólo tienes que enviarnos la factura de lo que quieres que Fridom Fainans te ayude a pagar al apartado bla, bla, bla.”
¿Es cierto lo que oigo? ¿Acaso Chenoa me ha trastornado hasta el punto de que ya no puedo confiar en mis sentidos?

En estas que llama una tía, encantada ella de que la radio le pague los vicios y que había enviado ya su facturita y empieza una jocosa charla que no podía sino acarrear imprevisibles consecuencias.

Que qué quieres que te subvencione el programa, que si unas compritas de ropa, algo de bisutería y lencería que hice ayer, que si eran bragas o tangas, pues eran tangas, pues uy que pillina; que si para estar tan jodida de dinero que mandas las facturas de tus bragas a la radio tienes gastos bastente ridículos pedazo de puta retrasada, que si mi madre ya me lo dice, que tengo demasiados caprichos... pues nada, que si vienes en menos de media hora a la radio, Fridom te lo abona todo, guapa. Todo ello coreado por el delegado provincial de Fridom Fainans y por otra histérica y juvenil locutora.

Para una mejor comprensión de todo lo que el Chindas llevó a cabo después, aparte de todo lo anteriormente descrito acerca de su persona es de ley mencionar dos pequeñas peculiaridades suyas: una, que el Chindas, para desconectar de su trabajo tiene el peculiar hobby de tejer cuerdas de esparto de tres pulgadas de espesor; y dos, que, ¡oh, milagro! vive puerta con puerta con el estudio central de la emisora de marras.
Fue por tan plausibles coincidencias, que el Chindas esperó la media hora pertinente, se dirigió calmado hasta el estudio y ahorcó al locutor juvenil, al delegado de Fridom Fainans, a la de los comentarios jocosos, a la de las facturas de las bragas, y a su puta madre. Porque nunca se sabe lo que puede hacer saltar a un hombre. Ni siquiera a uno tan acostumbrado a vivir las cosas con resignación y relajarse tejiendo sogas de esparto como el Chindas.

lunes, 25 de agosto de 2008

Medalla para Mao

Se apagó la llama. Deportivamente, lo esperado. Los chinos se comieron el medallero, superando por primera vez a los Estados Unidos, y todo ello, por supuesto, sin estar en ningún caso dopados o sometidos a la semiesclavitud de interminables horas de entrenamiento por un régimen para el que los triunfos deportivos suponen, como para la RDA en los 80, la mejor propaganda posible. Además nos deja cosas comno que si Michael Phelps fuese una república independiente, sería el noveno mejor país del mundo olímpico; que Rusia, una vez abandonadas las habituales prácticas dopantes comunistas es uncapaz de competir con los yankees y para españa... buenos resultados en deportes mayoritarios, bastante lamentables en el resto y el regocijo de ver como doce tipos aparentemente normales ponían nerviosos a los dioses del salto imposible y el anabolizante; unos cuantos raperos chulos y millonarios a los que un chavalín de diecisiete años les hizo comprender, si es que les da, que ya no son los supermanes de antaño, sino una manada de saltimbanquis dopados a los que una pelota naranja ha evitado ser múltiples veces tiroteados en cualquier barrio chungo de su amada y poderosa patria.

Y fuera de esto, en el plano político, los Juegos nos traen una absoluta normalidad. la normalidad habitual cuando el evento se celebra en un país en que el estado decide hasta cuántos vástagos se puede tener, que es el que más sentencias de muerte ejecuta y lleva cincuenta años aplastando la cultura y el personal del Tibet, probablemente el país más pacífico del mundo, aprovechándose del hecho de que la fe tibetana, al contrario de lo que se estila con la mayoría de las religiones, no regala paraísos a todos aquellos dispuestos al asesinato en su nombre o a la estúpida inmolación ante un infiel.

La normalidad habitual en un lugar donde le ponen trabas al jamón ibérico pero se comen a los perros. La olímpica y sana normalidad que hace que ya no se respeten ni las ficticias treguas olímpicas; merced a lo cual la Rusia de Putin ha decidido que, ya que no puede competir con los USA en el medallero, si que lo hará en esa divertidísima competición que consiste en buscar un país rico en recursos, meterle los tanques por el culete y pegar unos cuantos tiros en nombre de la libertad.

Y como todo es tan normal, a nadie se le ha ocurrido levantar la voz. Bien pensado, si en lugar de dedicarse a la meditación budista los tibetanos hubiesen invertido los siglos anteriores en curtirse como refutados especialistas en ciento diez metros vallas, barras paralelas o tiro al plato, no sólo no hubiesen sido reprimidos y ejecutados, sino que con toda probabilidad se les hubiese permitido subir en el lujoso primer vagón en que se mueve una parte de esta China comunista de las dos velocidades, el de la apertura al capitalismo de las grandes ciudades mientras que los pobres de las zonas rurales siguen explotando sus yermas tierras a cuenta de un Estado ladrón, asesino y -paradójicamente- más clasista que las propias democracias occidentales capitalistas.

Para premiar todo este esfuerzo chino por integrarse en Occidente, el COI declara que los Juegos han sido un éxito con la misma soltura con que se los concedió o miró para otro lado cuando alguien mencionaba las palabras censura, dictadura o represión; con idéntica naturalidad con que ahora se frota las manos contando los ingentes beneficios que les ha dejado una cita olímpica en el mayor mercado potencial del mundo.

pero no es de extrañar, los herederos de Cubertain poco tienen ya que ver con los ideales olímpicos del barón -si es que alguna vez tuvieron algo que ver-, algo que ya quedó claro cuando, allá por 1990, concedieron la organización de los Juegos del centenario, los del 96, a Atlanta, una populosa urbe-macroaeropuerto en el corazón de la Norteamérica sudista, arrebatándoselos a Atenas, la patria de los Juegos, gracias al infinito poder de la Coca-Cola. Si en lugar de marcarse el primer maratón de la historia Filípides se hubiese esforzado en desarrollar la fórmula de la Pepsi, quizás los griegos hubiesen tenido alguna oportunidad. Otros, como los tibetanos, que erraron su misión histórica y les tocó joderse.

Porque así son las cosas detrás de los aros y la llama. Más rápido, más alto, más fuerte y, sobre todo, mucho más rentable. Que viva el espíritu olímpico, claro que sí.

viernes, 22 de agosto de 2008

Mártires de nuestro progreso

Quién iba a pensar que la búsqueda de alternativas al petróleo y sus derivados mediante el desarrollo de técnicas para el aprovechamiento como combustible de ciertos productos orgánicos, especialmente los cereales, iba a resultar algo tan trágico.

Pero así ha sido. El sistema occidental, el brutal capitalismo neoliberalista, capaz de convertir en detestable todo aquello cuanto toca, lo ha vuelto a conseguir y está generando ya uno de los mayores desastres de toda la Historia y, sin duda, el más infame de todos ellos, pues lo está haciendo de manera absolutamente consciente.

Para que nuestra sociedad pueda seguir manteniendo su exponencial ritmo de crecimiento y exacerbado consumismo, se utilizan para la fabricación de combustibles las plantaciones de cereal del tercer mundo, que hasta ahora eran las encargadas de mantener, precariamente y con dietas basadas casi enteramente en arroz o maíz, a la población autóctona de aquellos países.

El plan es matar de hambre a los pobres para que los ricos -o los que nos creemos ricos- podamos seguir viviendo un día más en el engaño. Si parásemos a pensar tan sólo un segundo en esa expresión, matar de hambre, desprovista ya de toda su fuerza por tantas veces como ha sido repetida, caeríamos en la cuenta de lo escalofriante de la situación; gente muriendo lentamente de inanición, y no precisamente porque no haya comida para todos.

Porque, al calorcillo de esta situación, aún emerge una infamia mayor. Especuladores que compran enormes cantidades de cereal, almacenándolos y traficando con ellos hasta que el mercado energético los requiera. Especular con el suelo, haciéndose rico a costa de que la mayoría de la gente tenga que endeudarse de por vida para tener un techo bajo el que habitar, es repugnante. Pero especular directamente con la comida básica de cientos de millones de personas, sabiendo que cada euro que cae en el bolsillo supone un hombre muerto de hambre, es la mayor de las perversiones, es algo que simplemente no es humano, propio de alguien indigno de ser llamado hombre. Deberían crear una denominación nueva para esa raza de seres a la que dentro del costillar les late un fajo de dólares. Hasta que la inventen me conformo con decir que son los mayores hijos de la gran puta que hollan este planeta, con perdón de sus madres y de sus veinte padres.

Y así la rueda gira, nosotros podemos tener un coche más potente, ellos son mucho más ricos aún, y la gente que muere está lo suficientemente lejos como para no importarnos una mierda.

Aún no han hecho nada, pero cuando se vean morir, puede que lo hagan. Quizás mañana la turba despierte enfurecida. O quizás el hambre no les haya dejado dormir y ni siquiera deban despertar; y con el amanecer los parias de algún recóndito agujero asiático, africano o sudamericano caminen con antorchas en las manos y una llama aún más fuerte en sus enfurecidas pupilas y arrasen con todo lo que encuentren a su paso, comprobando lo que realmente vale el poder de un gran especulador cuando tiene un machete hendido cuatro dedos en el cráneo.

Y ojalá le cojan el gusto y despuñes se vengan a por nosotros, que no les robamos directamente su pan de cada día pero sabemos, o sospechamos, que hay otros que si lo hacen. Y no sólo lo consentimos, sino que lo fomentamos con nuestro infame modo de vida.

Aunque ojalá fuesemos nosotros mismos los que, sin necesidad de que una horda de muertos de hambre cruce el río Bbravo o el estrecho de Gibraltar y se coma nuestros sesos decidiésemos revelarnos contra todos esos hijos de la gran puta que nos engañan para convertirnos en cómplices absolutos de sus viles asesinatos en masa. ¿Cómo? Levantar el pie del acelerador consumista puede ser un primer paso...

jueves, 7 de agosto de 2008

El Diablo entre obispos

La historia es más o menos así: Yahvé, Dios de pueblo de Israel, les envía a su hijo, el Mesías. Los judíos –quizás más ocupados preparando las bases de su sistema de prestamismo usurero que daría origen a la Banca o construyendo tanques para aplastar niños palestinos dos mil años después– no solo ignoran al enviado, sino que lo entregan como un malhechor a los romanos, la autoridad militar. Éstos, como quien no quiere la cosa, le crucifican. Algunos israelitas, que han sido discípulos del Enviado, se separan de la comunidad religiosa judía y fundan su propia religión, el cristianismo. Abreviando un poco: los cristianos van y se organizan en diversas comunidades y ponen a sus líderes, a los que llaman obispos, al frente de ellas. Esta jerarquía se va distanciando poco a poco de los creyentes llanos, que siempre hubo clases y clases. Y en esas el más importante obispo, el romano, va aumentando su poder con los años, y como mandar mola un huevo, se inventa un documento, el Edicto de Constantino, que justifica la unión de sus poderes religioso y civil. Solo habían hecho falta trescientos añitos de nada y ya estaba montada.

Después queman unas cuantas brujas, se van a América, esclavizan unos cuantos indios, discuten sobre si los negros tienen o no alma aprovechando mientras para esclavizarlos un poco también –por si acaso– y, a su regreso, entre otras cosas no menos humorísticas que éstas, ignoran el holocausto nazi –a fin de cuentas, los judíos habían matado a su dios al principio de todo esto, ¿no?– y apoyan un golpe de Estado en España identificándose totalmente con la posterior dictadura. Luego, cuando se les acaba el chollo porque el dictador la palma, se montan una emisora de radio y, para no desentonar con toda esta trayectoria anterior, ponen a Satanás al frente de su programa estrella.

Ladys and gentlemen, con ustedes... Federico Jiménez Losantos. Confieso que cuando me refiero a este tipo no hablo con un profundo conocimiento de causa, pues el mero hecho de escucharle me produce sarpullido y rara vez, cuando sin pretenderlo me topó con su voz, consigo aguantar más de dos frases de su provocador e incendiario discurso que busca avivar las llamas de un nuevo 36 y gusta de lanzar arengas a la población. No debe ser inusual escucharle incitando a las masas a pinchar condones en los supermercados, a delatar a sus vecinos por practicar la masonería, o por ser vasco, pelirrojo, moro o socio del Rayo Vallecano. La cosa es que no pare la fiesta.

En otros casos, como el de la Educación para la Ciudadanía, tiene la ocurrencia de llamar a la abierta desobediencia civil.
Imagino que la asignatura será alguna mierda propia del gobierno sociata español, quizás no la peor de cuantas perpetra. Eso es lo de menos. Importa más es el penoso hecho de que ésta sea la única causa que incite a la población a retar al Estado, con la tristeza añadida de que el instigador de la rebeldía sea quien es, la cara más visible del fascismo del país.

Fede, adalid de la libertad, defensor de la Patria, azote del marxismo, convencido demócrata, nuevo guía espiritual del Imperio y garante de la unidad de todas las Españas; el don Pelayo de los tiempos modernos, un auténtico Cid con micrófono, siempre bordeando los límites del fascismo, pero con la habilidad necesaria para mantenerse siempre dentro de él. Para qué salir de ahí si los obispos le pagan bien por emular al demonio en las ondas.

Hace tiempo leí un artículo dedicado a tan ilustre personaje en el que se hacía referencia al atentado que Terra Lliure –un grupo terrorista nacionalista catalán, hoy afortunadamente desaparecido– perpetró contra el susodicho, y que creó le dejó cojo y provocó su marcha de Cataluña. Fiándome de mi mala memoria creo recordar que decía algo así: “...los de Terra Lliure te tirotearon. Fueron crueles contigo, pues te dispararon en la pierna. Debieron haber apuntado al corazón, pues careces de él...”
Mejor a los huevos.

miércoles, 30 de julio de 2008

Euskadi Ta Askatasuna III: Desde el Oja con amor

Los productores de El Señor de la Capucha y La Comunidad del tiro en la nuca, y los guionistas de Los Dos Zulos les traen la definitiva entrega con que culmina mi trilogía terrorista, tras la que se deja meridianamente claro por qué usted es potencial objetivo etarra.

Recapacitemos, si es usted juez o concejal, usted es objetivo de ETA; también si es guardia civil o rey de España –en ese caso, además, haga el favor de salir de mi blog–. Pero también si usted es un obrero o un taxista, si es lateral derecho del Numancia, si es un ama de casa de Huelva con la facciosa tendencia a cocinar bacalao al pil pil o una peligrosa niña de catorce años. En todos estos supuestos es usted un opresor potencialmente asesinable por un retrasado mental de entre veinte y veinticinco añitos que la mayor opresión que conoce es al Estado gravando el whisky con impuestos como artículo de lujo y obligándole, puesto que no le llega la pasta, a echar litros de kalimotxo.

Hoy, por una vez, dejaré de enumerar enemigos de los primos gudaris e, inopinadamente, Bilis abrirá sus glándulas secretoras a la poesía. La escribe un tipo de Arnedo, de nombre Ángel Mª Fernández, y ha llegado hasta mí debido a que aparece gratuitamente publicada en internet en un recopilatorio de poesía riojana llamado Materia Prima.

No sé si publicándola en mi grotesco blog vulnero algún copyright o ley de propiedad intelectual, pero, como ustedes comprenderán, después de cagarme en todos los muertos –creo que no lo había hecho aún, así que ahí va, de gratis– de una secta de asesinos, no es momento de andarse con menudencias ante la SGAE de Teddy Bautista. (Aprovecho la coyuntura para recomendar a todo aquel que pueda temer represalias por parte de la SGAE a que reflexione un par de minutos acerca de qué temor le causaría un personaje que combinase el nombre de un osito de peluche con el de un profeta judío, por ejemplo, Jeremías de Pú o Winnie de Arimatea. Pues eso.)

El poema se llama Torres Gemelas y aquí está, dedicado a todos los hijos de puta que alguna vez han matado u ordenado matar en nombre de un dios, una raza o una patria:

En mi guarida francesa lloré
de patetismo; pobre,
creíame un terrorista auténtico,
un auténtico coloso del horror,
matón, un asesino.

Dónde mis kilos de goma dos, dónde
mis pistolas, explosivos.
Dónde el desprecio a mis hermanos,
dónde mi mala leche,
dónde mi rencor, mi escepticismo.

Dónde la recopilación de datos,
el espionaje a mis vecinos
dónde, me pregunté sobrecogido;
y en mi guarida francesa, enano,
lloré de patetismo.

martes, 29 de julio de 2008

Euskadi Ta Askatasuna II: Misión Puerto Urraco

Solo los perros guardan sus cosas en agujeros cavados en el suelo. Finalmente, y gracias al aval que les dan cuarenta años de experiencia, los perros llegaron a dilucidar que la libertad se alcanza metiéndole una bala en la nuca a un obrero del peaje de las autopistas.

Nadie –yo, pobre paleto, menos– sabe cómo ni cuando acabará esto. Particularmente tengo una opinión bastante favorable con respecto al derecho a la autodeterminación de los pueblos, y aunque creo que el problema no es qué Estado te controle, sino que uno lo haga, pienso que nadie debe estar a disgusto en un lugar. Si quieren la independencia –la mayoría, no sólo los que tienen las pistolas–, pues que se la den. Poco me importan las repercusiones económicas que eso pueda traer; al fin y al cabo puede que la gente normal siga viviendo de forma similar y ni tengo ni puta idea de macroeconomía, ni me importan un bledo los beneficios que las grandes compañías puedan o no obtener.

Pero una cosa es la independencia –mañana mismo– y otra es la amnistía generalizada que también piden. No hablamos de delitos políticos, sino de asesinatos de gente inocente. Porque, cuarenta años después, los culpables no son ni amas de casa, ni emigrantes, ni niños; ni siquiera un pobre pringao concejal de un partido de derechas. Hoy los opresores fascistas son ellos y en ningún caso deberían quedar impunes.

La política no puede ni debe apaciguar a la Justicia. Y si la Justicia con mayúsculas, esa que vive en los tribunales y es la menos justa de todas las cosas, no vale para nada, tampoco estaría mal que algunos de los interesados decidiesen equilibrar un poco la balanza en la que se miden el pueblo y los terroristas. No con algo como esa abominable secta fascista organizada desde el Estado que fueron los GAL, sino con un movimiento de venganza individual en el alguien decidiese echarse al hombro una escopeta de caza y, aprovechando que los pueblos son sitios pequeños donde habitualmente los familiares de las víctimas sufren la humillación de conocer, impotentes, a los que le arrancaron al padre o al hermano, se pegue un homenaje de plomo y pólvora a su costa, convirtiendo un caserío repleto de gudaris con pasamontañas en un pequeño Puerto Urraco.

Ansío el día en que un desquiciado me alegre de este modo el desayuno. Y es que, en algunos casos, como en el Ignacio De Juana Chaos, la cosa la tienen sumamente fácil, ni siquiera deberían buscar muy lejos, pues el ridículo Estado español, no contento con salvarle la vida cuando el asesino decidió chantajearlo en forma de huelga de hambre, ahora le permite instalarse y pasear impunemente por el barrio en que viven las familias de varias de sus víctimas.

Lo de dejarle morir de lenta y dolorosa inanición no hubiera sido un mal invento, pero aprovechando el consejo del refranero que nos asegura que no hay peor cuña –o mejor, depende para qué– que la de la misma madera, a este asesino orgulloso de serlo debería reservársele una muerte rápida, pero inesperada y desquiciante, para que conozca de cerca el miedo durante el escaso segundo que le quede desde que el frío cañón de una pistola roce su nuca hasta que la bala despedace su cráneo.

lunes, 28 de julio de 2008

Euskadi Ta Askatasuna I: Gora Antena3

Escribo hoy sobre algo que no he visto. Ni veré. Y no lo haré porque me da verdadero asco que hayan podido llegara a emitir por televisión algo así, pero me permito repudiar a quienes utilizan un asesinato, como ya hicieron con otra serie sobre el caso Wanninkoff, en busca de un morbo atraiga a la audiencia. Seguro que a la gente también le gustaría ver una miniserie que ilustre el momento en que decenas de primates violaron a la madre del director de contenidos del dichoso canal. A mí por lo menos me encantaría, veremos si también les da por producirla.

Todo esto viene a cuento de que algún productor engendrado por babuinos ha decidido hurgar en las cuarenta y ocho horas que el concejal Miguel Ángel Blanco estuvo secuestrado antes de ser ejecutado por ETA. Por si la cosa tenía éxito, los del hacha y la serpiente ya preparaban una segunda parte con idéntico argumento.

Evitar el olvido de las víctimas o fomentar la unidad frente al terrorismo son algunos de los argumentos argüidos para justificar la serie. Pero no es necesario alimentar el morbo, ni orear cada víctima anterior cada vez que esos hijos de puta nos sacuden con otro atentado, y mucho menos hacen falta repelentes producciones de este calado para que la gente sea consciente de lo que es ETA.

Esos tipos, que comenzaron abanderando desde el País Vasco la lucha contra el dictador fascista que, entonces sí, oprimía con crudeza a todo cuanto se le oponía, hace tiempo que perdieron el norte.

Porque el dictador murió –en la cama y no emulando a Bubka como su Almirante, por desgracia–, y a pesar de que afortunadamente se normalizó su lengua, y de que se institucionalizó su bandera y obtuvieron una serie de prebendas en forma de renovación de viejos fueros que dejaban al resto de ciudadanos como un segundo nivel y construían un Estado absurdo y clasista con la sola intención de mantener su ficticia unidad, ellos no se dieron por aludidos.

En la dirección etarra decidieron hacer claudicar a ese Estado mediante asesinatos en masa. Y así se vengaron de las señoras que les oprimían haciendo la compra en el Hipercor, de los currantes que coartaban su libertad esperando al autobús en la Plaza de la República Dominicana, o de los bebés fascistas que dormían en la Casa Cuartel de Zaragoza... Todos ellos, sin lugar a dudas, culpables de todos los males del pueblo vasco.

Después, y quizás recapacitando sobre los escasos frutos de tan heroicas acciones fueron variando la estrategia, desmembrando niñas, acribillando a profesores de universidad o sepultando ecuatorianos que esperaban a la familia en un aeropuerto y que, por supuesto, también eran cómplices de la opresión franquista; no sin antes pasar por el poco innovador método en el que un cónclave de ratas se atribuye la posibilidad de dictar condenas de muerte y ordenar a un grupo de retrasados hijos de la gran puta que las ejecuten.

Maravillosos argumentos para otras películas, si señor. Gora Antena3.

martes, 22 de julio de 2008

Almas hechas de sueños

El día en que la turba acaudillada por un tipo calvo con perilla y bigotillo, de nombre Vladimir Ilianov, también llamado Lenin, se afeitaba hasta el último caniche del zar en el Palacio de Invierno de San Petesburgo, en la lejana Ucrania los encargados de la barbería eran los amigables camaradas del Ejército Negro, genial nombre para una guerrilla anarquista que habría de tratar de socavar todo el orden occidental establecido.

Al frente de esta manada de locos ucranianos estaba el campesino Néstor Makhno –o Majno, en la siempre complicada traslación del cirílico al alfabeto latino–, que consiguió en tiempo récord hacerse con el control de buena parte de la gigantesca Ucrania, sumiéndola en la utopía anarquista. Después, y con tan excelso bagaje a sus espaldas, Majno acudió a Moscú a entrevistarse con el hombre fuerte de los bolcheviques, el citado Lenin.

Las posiciones en la entrevista se revelaron distantes, cuando no opuestas, y a pesar de que Lenin prometió respetar a los anarquistas, cuando tuvo el suficiente control del poder y éstos ya no le fueron útiles, inició una violenta persecución. Majno tuvo que huír a Rumanía, y desde allí inició una penosa peregrinación por Europa que lo llevaría hasta París, donde ayudado por el movimiento anarquista francés pasaría sus últimos años. El héroe revolucionario terminó sus días enfermo de tuberculosis y viviendo como el humilde trabajador de la Renault que era.

Antes de morir, Majno se entrevistó con un joven leonés llamado Buenaventura Durruti, que posteriormente sería una de las caras visibles de la revolución anarquista de Barcelona en el día siguiente a la sublevación militar con que comenzó la Guerra Civil española.

Desconozco en qué términos se desarrolló aquella charla, pero quiero creer que las hazañas de Majno calaron en Durruti, o que el joven entusiasmo de éste elevó el ánimo del enfermo ucraniano, al reconocer en el español la llama viva de su sublevación libertaria.

Esta llama prendió con fuerza el 19 de julio de 1936. Hace ahora poco más de 72 años, Barcelona se sublevó contra los golpistas y los anarquistas se adueñaron de la ciudad. Cuando cuatro anarquistas entraron en el gobierno republicano –tras años de marginación y gracias a que controlaban enteramente la segunda ciudad del país, todo sea dicho–, Buenaventura se temió que podían querer encadenarlo a una cartera a él también; tomó su fusil y puso rumbo a la capital.

La Columna Durruti fue liberando Aragón, y a su paso los pueblos se le sumaban efusivos y las colectivizaciones anarquistas surgían como setas. Tras este triunfal camino alcanzó Madrid, donde una bala lo hirió de muerte cuando combatía en la Ciudad Universitaria.

Días después, una multitud tan grande como nunca antes se había visto en la ciudad, invadía Barcelona. Se movía como un único y convulso ser. Nadie organizaba, nadie dirigía, era el pueblo el que inconscientemente guiaba los pasos del ataúd. Finalmente se lograba el propósito de alcanzar el cementerio. Había sido un cariñoso y exitoso último viaje en un entierro sin gobierno alguno, la pura anarquía. En la caja, mecida por el gentío como un velero en el mar, un hombre con el cuerpo forjado a base de terribles realidades y con el alma hecha de sueños.