jueves, 30 de diciembre de 2010

Cuando los payasos dominen la Tierra (VI)

Muy bien tiene que chuparla este hombre para haber llegado tan alto.

Porque si no, no se explica. Resulta del todo incomprensible que, tras un estrepitoso fracaso en las elecciones a alcalde de Mandril -la única capital con el culo rojo-, el pollo sea ahora ministro de Industria, Turismo y Comercio.

Aunque ya se sabe, en Madrid, si no ganas, siempre puedes comprar a dos diputados y hacer repetir las elecciones. Que se lo pregunten a Esperancita Aguirre, la condesita fascista del apellido vascuence que, como dicen en Los Simpson refiriéndose a Gerge W. Bush: "no lo hizo mal; al menos ganó la segunda vez".

Hablo, como ya habrán adivinado, de Miguel Sebastián, ese tipo al que le tocó la calvicie cuando en su familia repartieron el salero, y la gracia le cayó toda a un primo suyo, que es un cangrejo y bailaba salsa en La Sirenita.

Aunque no me extraña que sea más soso que un bocadillo de papel higiénico. Es lo mejor que puede hacer un tipo que, para una vez que abre la boca, suelta que "la subida (del recibo de la luz) no es para tanto. Son sólo tres euros de media, que en una casa viene a salir por poco más de lo que cuesta un café por persona".

Ole sus santos cojones. Y tan ancho se quedó. Toda la razón del mundo.

Claro, que siempre puedes tener la suerte de vivir en un piso patera con otros cincuenta y siete emigrantes pakistanís, y entonces la subida de la luz os sale a cada uno por menos de lo que tiene que invertir Hassán en bronceado después de una madrugada poniendo durums de cordero a borrachos españoles burguesitos a los que la cocaína ha despertado un voraz apetito.

Ya ven de qué pasta están hechos estos socialistas que nos gobiernan. Normal, visto lo visto, que a poco me diera un espasmo ayer por la tarde cuando, de turismo literario -pasar el rato ojeando libros en un centro comercial es de las pocas cosas que un pobre parado puede hacer en caliente, sin verse obligado a estar toda la tarde viendo la tele tumbado en el sofá, como un borbón cualquiera- encontré con un libro que se llamaba a Zapatero "izquierdista radical" en la portada.

El autor era el ínclito Miguel Ángel Rodríguez, que antes de auspiciar, desde su programa de Intereconomía, el desarrollo de los avances cientificos que permitan resucitar a Franco a hibridarlo con Hulk, para que nos dé nuestro merecido a los españolitos del siglo XXI, fue ministro de Chemari Ánsar.

Izquierdista radical, dice. No tienen guasa ni nada. A saber qué medidas de ultraderecha neoliberal tomaría alguien a quien la subida del luz, los recortes sociales, colocar la edad de jubilación en los noventa y siete años o dar palizas a todo viandante que, requerido por la policía, lleve menos de cuatrocientos euros en el bolsillo -la última medida anticrisis que Bilis les adelanta en exclusiva-, le parecen cosa de rojos.

No deseperen, la respuesta llegará en las próximas elecciones, tras las que a los peperos, hagan lo que hagan, les va a costar un huevo y la yema del otro superar las humorísticas barrabasadas con la que nos entretienen cada día los hijos de Pablo Iglesias.

Izquierdista radical. Es que no me meo encima por si me cobran por ello. Como le dijo Astérix a Obélix cuando éste sepultó a Panoramix bajo un menhir ('El combate de los jefes', que los alcohólicos también tenemos cultura): "Con galos como tú, quién necesita romanos".

En fin, suspiremos juntos, no sea que nos dé por pillar una escopeta y jugar al San Andreas versión hispánica, como a aquel tipo de Olot. Y después del suspiro, aquí termina el año en Bilis (a no ser de que salte la noticia, y me vea obligado a escribir acerca de de la beatificación de Arnaldo Otegui o la independencia de Cidamón, por ejemplo), así que servidor se despide, no sin desearles a todos* ustedes una feliz entrada y salida de año. Aprovechen. De momento, estar un pasito más cerca de la muerte es gratis.

(*) Pásenlo bien, siempre que no sean ministros, ex-ministros, personas que dan discursos en día de Nochebuena, capitanes de la selección portuguesa de fútbol, trabajadores de Telecinco, asirios (¿ein?), israelitas, o izquierdistas radicales. En ese caso, que les den mucho por el culo.

jueves, 23 de diciembre de 2010

El infrafútbol

Resulta que los futbolistas van a ir a la huelga.

Según su convenio, los días entre el 27 de noviembre y el 2 de enero -ambos incluídos- son festivos. Así que los jugadores se han plantado, y amenazan con no jugar la próxima jornada, con la que se abrirá el año futbolístico, precisamente ese día 2 de enero.

La pregunta es obvia: ¿qué clase de retrasados mentales componen el calendario de la Liga española, poniendo una jornada en el periodo vacacional de los jugadores? Con ello están incitando a lo que está pasando: amenazas, no ya de huelga, sino del legal cumplimiento de su convenio y disfrute de sus vacaciones.

Como trasfondo de todo el conflicto parace estar la situación de los jugadores del Betis y el Recreativo de Huelva, a los que se les deben unos siete millones de euros correspondientes a varias mensualidades atrasadas.

Vayamos por partes: primero, está muy bien que los futbolistas sean solidarios con sus compañeros, y exijan que se les pague lo adeudado, pero ¿hasta qué punto alguien que cobra millones de pesetas por dar patadas a un balón tiene derecho al plante? No creo que, en Segunda División, ningún jugador pase hambre porque su sueldo llegue unos meses tarde. Y si lo pasa, es porque no ha sabido ahorrar nada de lo que ha cobrado con anterioridad, demostrando que es un completo tonto del culo.

Después, la cosa cambia cuando se desciende a las categorías inferiores, al infrafútbol y alrededores, sobre todo en la Segunda B, donde los jugadores están lo suficientemente profesionalizados como para trasladarse a trabajar a cientos de kilómetros de sus casas, pero cuyos sueldos no son lo suficientemente elevados como para permitirles vivir holgadamente -o vivir, a secas- cuando dejan de ingresar. Cosa que, en Segunda B -pecera en la que nadan todo tipo de pirañas con forma de empresarios de las más diversas índoles en busca del lucro con subvenciones y la publicidad gratuíta en equipos venidos a menos-, sucede con desesperante frecuencia.

Allí los jugadores acaban encerrados en los vestuarios, durmiendo en colchonetas y comiendo de tápers. Que me cuenten a mí dónde ha dormido Emaná esta noche (en su chalet, me juego un huevo), o cómo ha ido hasta el puto campo del Betis que ya ni sé cómo se llama a estas alturas (en un cochazo, y ahora el otro).

Por ellos nadie monta huelgas, ni amenaza con nada. Son los parias de este fútbol multimillonario, y lo saben. Son futbolistas anónimos, a los que sólo reconocen en sus ciudades. Si quieren salir de fiesta, se van a la capital más cercana, y todo arreglado. O casi. Porque siempre puede haber media docena de veinteañeros que, no contentos con matarse a pajas, tienen tiempo para saberse todas las plantillas del grupo norte, y reconocer al pobre currante del balón en la madrugada de la discoteca de provincias, en la que no hay flashes ni alfombras rojas, pero sí mucho cabrón con mala baba que quince días después puede acabar, borracho como una cuba, en un fondo a quince centímetros de la red de tu portería, llamándote borracho y putero; con el mismo que te trataba de porterazo en plena pista de baile llamándote hijoputa; recordándote que eres andaluz e instándote por ello a volver a la escuela para aprender a leer. Y así cuarenta y cinco largos minutos.

Hasta que, horadados los oídos por esa caterva de pequeños discípulos de Lucifer con más ballantines que leucocitos en las venas, se te ocurre despejar mal un balón fácil, y un colega del gremio que trabaja para el bando contrario te la mete blandita. Y no en la portería precisamente. O no sólo en ella.

Y más lindezas de los putos chiquillos; y las risas de otros tipejos que, a pesar de que no te insultan en ningún momento, son más viejos y más cabrones que los borrachos, y se lo están pasando aún mejor que ellos; y la imposibilidad de aguantar estoico ni un minuto más; y un par de flemas de un enano con granos en tu toalla, por si acaso. Y, para completar la jugada, uno de tus torturadores se acerca al grupo de al lado y, malicioso, confiesa: "se está crispando", en un alarde de recursos léxicos que ni la cochambrosa grada, ni las ingentes cantidades de alcohol que el individuo lleva dentro hacían prever en absoluto.

En definitiva, que puesto frente a la impávida resignación del santo Job con guantes y publicidad de Cajaburgos, un millonario que proclama consignas huelguistas desde detrás de los cristales tintados de su deportivo merece, cuanto menos, que se les diga a esa media docena de hijos de puta con bufandas blanquirrojas e infinitas ganas de cachondeo, que el tipo de dentro del cochazo les ha robado los litros.

Por ver cómo acaba la cosa, sin más.

sábado, 18 de diciembre de 2010

El nuevo Mundo

La Tierra es (casi) esférica, y es increíblemente grande.

¿Qué ha fumado éste hoy?, se preguntarán tras semejante presentación. Pues nada distinto a lo del resto de los días; veneno del motor de los coches y humo cancerígeno de atmósfera de bar. Así que, por esa parte, no hay ningún problema.

Los mapas son planos, y caben en la pared de tu cuarto, en un libro, o en un calendario de bolsillo.

(También sigo sin inyectarme nada).

De las dos frases anteriores se deducen dos problemas, en los que, me juego un huevo y la yema del otro, usted, como persona normal, no ha reparado: necesitamos pasar de una superficie esférica a una plana, y meter distancias de cientos de kilómetros dentro de la página 363 de la Guía Marca para saber dónde está Bahía Blanca, la sede del Olimpo argentino, y otras cosas incluso más útiles.

La pega de los tamaños se resuelve mediante las escalas, que es algo tan común a la vida diaria de cualquiera que no necesita explicación. La segunda, sin embargo, es algo más compleja: se trata de plasmar algo curvo en un plano, para lo cual tan sólo podemos servirnos de aproximaciones. Imaginen, por ejemplo, una bombilla con su superficie cubierta con una malla (que sería curva, claro); y piensen en la luz que se proyecta sobre una pared, donde se vería la sombra de la malla. Ale, ya la tenemos tenemos en un plano.

Si en vez de una malla, se imaginan el contorno de los países y continentes, acaban de resolver el segundo problema.

Peeero, y aquí viene la gracia del asunto, al pasar la malla en forma de sombra a la pared, ésta aparece deformada, siendo imposible que se mantengan, a la vez, las formas de los continentes, las distancias entre puntos, o las superficies de los países.

¿Y a qué cojones viene todo esto? Yo entro a Bilis para ver como te cagas en la madre de gente, no para que me sueltes una mierda de clase de geografía que seguro que te has aprendido antes de ayer y la utilizas para hacerte el culto conmigo, payaso.

Pues no. Todo esto viene motivado por un par de preguntas, en principio ridículas.

P1: ¿Dónde está el Ecuador con respecto a la esfera terrestre?
R1: En el puto medio, canso de los cojones.

P2 Y, en el supuesto de que en su madriguera infecta, mis queridos lectores, haya algo más colgado en la pared aparte de porno alemán, aguchufrocta y tal... ¿dónde está el Ecuador en su mapa?
R2: Pues dónde va a estar, caramierda, en el... ¡Ostias! ¡Abajo! ¡Muy abajo! ¡Demasiado abajo!

Ya ven, señoras y caballeros, han estado toda su vida viendo un mapa completamente absurdo. Y lo que es peor, sin saberlo. Llevan años dando por válida una configuración de los continentes que se ha metido en sus cabecitas gracias a un mapa más falso que Judas.

Bueno, el mapa no es para nada falso, sino que en él, que está hecho según una proyección llamada Mercator -a no ser de que sean ustedes unos frikazos de la cartografía y tengan un mapamundi extraño en casa, en cuyo caso, todo esto que les estoy contando ya se lo sabrán, y pueden pasar directamente a disfrutar de su ración diaria de porno internáutico-, aparecen exageradas las dimensiones de los países del hemisferio norte, que son aquellos que, desde siempre, han llevado la voz cantante en la política global.

Nosotros hacemos los mapas, así que nosotros somos los que empleamos las proyecciones que nos da la gana, y empleamos precisamente aquellas que resaltan nuestra latitud, en las que nos vemos más guapos.

Así estamos acostumbrados a ver el mundo, y asao -más o menos, al menos en lo que a extensión de los países se refiere- es en realidad.

El segundo mapa corresponde a la llamada proyección Peters que, a costa de perder exactitud en otros ámbitos, reproduce fielmente la extensión de los continentes.

Semejante despliegue de datos que aporto hoy sirve tan sólo para abundar en una cosa: todos sabíamos que el mundo rico (Europa, los Estados Unidos) es más pequeño que el pobre, pero consume muchos más recursos. Viendo el mundo, su extensión real, nos damos cuenta de que es infinitamente más pequeño, que Europa es una minucia comparada con África, que Sudamérica es mucho más grande que los Estados Unidos, y cuantas conclusiones quieran ustedes extraer de la comparación de esas dos imágenes.

Años y años con una visión del mundo errónea, creyéndonos el ombligo del planeta cuando en realidad tan sólo somos una cagarruta arriba, muy arriba, en el extremo de la minúscula Europa, junto a la gigantesca extensión esquilmada por los países ricos que es África.

Hoy, como ven, no hay blasfemias ni exabruptos en Bilis. Pero es que uno ya no sabe en la puta madre de quién cagarse cuando se da cuenta de que, hasta en los jodidos mapas que tenemos colgados de la pared, vivimos engañados.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Descontroladores

"El Ministro de Fomento es un inútil total con grandes dosis de caradura", dice Mariano Rajoy.

Podría haber dicho: "el Sol da calor", "el agua moja" o "Eduardo Inda tiene cara de pedófilo", pero optó por esa verdad incuestionable. Ante tan incendiaria declaración en pleno Congreso, las cámaras enfocan entonces al Ministro -Pepiño Blanco, para más señas, que dirige todas las infraestructuras de este país sin tener el bachillerato-, al que pillan con la cabeza baja, haciéndo vayan ustedes a saber el qué, bastante tiene con que no le engancharon almorzándose un moco.

Y, con ésas, tras el pertinente silencio valorativo -a ver cómo ha caído la gracieta- Mariano, que es un cachondo, completa su docta sentencia. "... Pero yo jamás diría algo así; ésa frase se la dijo Alfredo Pérez Rubalcaba al Ministro de Fomento del Partido Popular, tras unos retrasos en Barajas en el año nosequé. Yo tengo mucha más educación y nunca diría una cosa así", concluye.

En fin, ¿qué se puede decir ante semejantes dosis de subnormalidad? Más bien poco. Así que me conformaré con comentarles a qué me recordó el festival del humor de Don Mariano, que está en plena pretemporada, agudizando su mongolismo para que, cuando le toque ser nuestro honorable Presidente, su retraso mental esté a la altura del de Zapatero. Y no es fácil.

No sé si recordarán ustedes, aunque quizás por sus latitudes no se estilara, aquella mítica chanza de chavales consistente en insultar a otro pequeño delincuente -como tú mismo- y, cuando se disponía a cruzarte la cara, o lo que fuera, matizar, extrayendo de contexto el insulto.

Rememoremos los tiempos en los que, para elegir equipos o cualquier otra cosa, se ganaba el turno esputando verde flema sobre el suelo; turno que sólo te podía ser arrebatado si alguien lamía el espeso y nauseabundo cetro de poder. (No duden que alguien, alguna vez, lo hizo). Éstos eran los pasos a seguir:

1.- Insultar:"Hijo de puta"...
2.- Esperar la reacción y, de producirse, pasar al punto siguiente.
3.- "...le dijo un gitano a otro."
4.- Se acabó el problema. Todo había quedado en nada; no en vano, se lo había dicho un jai a su primo, no tú a tu colega. Eso lo entendía todo el mundo.

Pues bien, cuando el amigo Rajoy soltó la semana pasada en el congreso, en plena sesión de control al gobierno por su gestión en el asunto de los controladores aéreos, su cobarde "ElMinistrodeFomentoesuninútiltotal (aire) congrandesdosisdecaradura", sus señores parlamentarios (esos a los que, por siete años de cotorreos y, las más veces, absentismos laborales, hemos de pagar un sueldo vitalicio) le aplaudieron la ocurrencia, regalándole una atronadora ovación. Como niños de diez años. Como niños de diez años muy tontos, aclaro.

Me imagino al tipo que le escribe los discursos a Rajoy, o al que le busca la documentación, si somos generosos, googleando como un capullo, tratando de buscar el ¿qué dijeron ellos cuando nosotros la cagamos? Busca que te busca. Aeropuertos, LOEs, Prestiges... joder, ¿es que con todas las veces que la jiñamos nunca hicimos nada que se viera con aviones de por medio? Ah, sí, mira. 1999, cisco tremendo en Barajas, con el presonal echando espuma por la boca después de cuarenta horas esperando que al tipo que les da patadas a sus maletas desde la terminal hasta la barriga del avión, le apeteciera sacar las botas a paseo. Y Rubalcabra diciendo de todo acerca del pobre Cascos -o de quien fuera el ministro de turno, total, todas putas-. Pues aquí lo tenemos, ya hay material para que Mariano saque a relucir su jocosa ironía gallega. Que voy pero no voy. Que me parece bien lo que haces, pero te atizo por otro lado, o yo que sé.

Ellos son quienes descontrolan este garito. En sus manos estamos; Señor, ten piedad de nosotros. Cualquier día su estupidez llega al límite máximo, revienta, y salimos todos por los aires. Lo dicho: una panda de cabrones mantenidos, incapaces, no ya de arreglar las cosas, sino de no joderlas más y más cada día.

Por si acaso les parece que estoy loco, aquí tienen un ejemplo, para que vean que no soy el único.

¿Y de los controladores, qué? Pues yo que sé. Si total, lo más lejos que me muevo es a media horita en coche; de eso quizás podría hablarles mejor alguno de mis lectores. Pero bueno, tampoco es cuestión de ir de contracultural por la vida y, a unos tipos a los que todo el mundo odia, mentarlos aquí con buenas palabras.

Por eso, hasta que me dé por retomar el guante de sus quejas laborales un día de estos, me contento con decir, simplemente, que menudos jetas están hechos los hijoputas.