martes, 27 de mayo de 2008

¿Libertad de qué?

Jamás el deporte –o mejor dicho, Los Deportes– fueron tan buen espejo de la realidad política española como lo son ahora. Me explico.

Las secciones deportivas en los informativos ignoran por completo qué es lo que interesa o no a la población, y se dedican a dar noticias acerca de los eventos que posteriormente emitirá su cadena. Así Televisión Española se vuelca con la Premier y dedica miles de horas a las motos, mientras que en los demás canales las despachan en quince segundos; en la Sexta hablan habitualmente de la GP2 como si a alguien le interesara, y en Telecinco, Lobato dedica eones de tiempo a informarnos hasta de cómo se limpia el ojete Fernando Alonso.

En el ámbito político ocurre exactamente lo mismo. Aparentemente existe en España una total libertad de expresión, siempre que, por ejemplo, no te metas con la Familia Real, lo que supone un delito de injurias a la Corona a pesar de que supuestamente todos los españoles somos iguales ante la ley. Aunque quizás sea porque ellos no son españoles, ya que, como todo el mundo sabe, ella es griega, él italiano, uno de sus cuñados es vasco, el otro es el inspector Gadget...

Pero más allá de esto queda más que comprobado que la libertad de expresión se reduce a decir las cosas en el sitio que toca. Cada opinión tiene su tribuna, todas ellas bien diferenciadas, no sea que algún incauto espectador sintonice un canal en el que dos tertulianos defiendan posturas diferentes, los oiga debatir, y se ponga a pensar. Eso nunca, caca, caca.

No cuentan las ocasiones en que osan colocar en la misma mesa a partidarios del PP y del PSOE, pues eso resulta profundamente inútil, ya que aparte de carecer de cualquier capacidad de autocrítica, tanto sociatas como peperos vienen siendo los mismos perros con distintos collares. Así que respire tranquilo, paciente receptor de mi nauseabunda prosa, aquí es imposible que se lleve usted un sobresalto. Si quiere un debate político serio, sin forofismo futbolero –mi equipo siempre hacer todo bien, el tuyo todo mal, Jane–, en el que se intente mejorar la vida de la gente, trate de sintonizar Radio Andorra, quizás haya suerte.

Pero si lo que usted anhela es oír acerca las maldades de Rajoy o la Conferencia Episcopal y las ilimitadas bondades de Zapatero, que sin duda nos guiará hacia un mundo en el que siempre es primavera, todos los equipos ganan la Liga, la Humanidad fraterniza y hay mamadas gratis en cada esquina, acuda al grupo Prisa (Cuatro, El País, la Ser...) Si lo que necesita es que alguien le limpie al tracto intestinal con la lengua al PP, visite Antena 3 ó El Mundo. Pero si usted busca emociones fuertes y lo que realmente ansía es regalarse el sistema auditivo escuchando que el suelo va a abrirse bajo sus pies porque España se rompe –¿y qué? –; que todos, desde el presidente del gobierno hasta el dueño del puti de Castildelgado conspiran contra los buenos españoles –ya saben, católicos, victoriosos en el 39 y del Real Madrid–; o la goza descubriendo tramas en las que ETA y Al Qaeda buscan el Anillo Único de Sauron para entregárselo al hijoputa de De Juana Chaos, todo ello en boca de infraseres que desayunan niños crudos, nostálgicos del 18 de julio, adoradores del demonio y de algún que otro componente de la plantilla de payasos del circo Holiday, entonces ponga la Cope.

Aquí la tiene, libertad de expresión a la española. Todita para usted.

jueves, 22 de mayo de 2008

Piensa en verde

¡Qué bonito es el amor! Nuestro planeta necesita ser respetado, porque es lo más importante que poseemos, y si no pensamos en él las generaciones futuras no podrán disfrutar de esta naturaleza que tanto nos complace. (Breve parón para limpiarse el ojete con un billete de 500 euros.) La Tierra cuenta contigo. We are the world, we are the children. Porque somos el futuro, porque queremos lo mejor para tí. (Nótese que la ambigüedad está tan perfectamente lograda que lo mismo vale para vender un coche, un lanzallamas, o para ilustrar cualquier programa electoral.) Pon también que por cada diecisiete millones de ojivas nucleares que vendamos le curaremos la pata a un pingüino.

Y así es, sin que medie exageración o falta alguna a la realidad, la vida de un empresario contándole a un publicista cómo quiere su próxima campaña.

Desde los míticos anuncios de Repsol, Endesa –el más reciente, ése que empieza con una niña diciendo "papá, quiero tener un hijo..." es lo más cursi y falso jamás parido por un publicista– o Iberdrola, que se jacta de vender energía verde –placas solares, molinos de viento, fuerza de las mareas, energía elástica de los esfínteres al tirarse un pedo...– aunque la que producen de esta manera sea tan sólo una ínfima parte del total que venden, originada mayoritariamente en las hipercontaminantes centrales térmicas, pasando por otros como la General Motors o cualquier otra compañía automovilística, unos de los mayores contaminadores del mundo a los que les falta tratar de haceros creer que, aparte de hacernos felices mediante el movimiento de cierto número de bielas y pistones, el humo de sus tubos de escape hace crecer la capa de ozono. Resulta que todos ellos son hoy los adalides de lo verde. Papá quiero tener un hijo... de puta como tú.

Pronto se sumarán a esta carrera Paco el Pocero, el visionario capaz de crear una ciudad para cincuenta mil personas en medio de un erial castellano pasándose por el forro de sus cojones la falta de agua; y la Fefasa, la maravillosa fábrica de Miranda de Ebro que se encarga de fabricar humo nauseabundo y que como residuo a veces –sólo a veces– produce algo de papel.

Ahora la moda está en el verde, y el fomento del consumo desmedido, que es sin duda alguna la actitud que más daño hace a la naturaleza de cuantas envilecen nuestra sociedad actual, se vende bajo la maravillosa apariencia del ecologismo.

Menos pensar en ese falso verdor y más pensar en negro, o en amarillo, o en rojizo vagabundo, o en como quiera que se llame el color que tienen en la cara los que se mueren de hambre en Guatemala. No sólo es mentira que respeten nuestro medio ambiente, sino que, además, destruyen otros que nos pillan lejanos para venir a vendernos aquí sus mierdas.

Hasta ahí llega la dureza marmólea de sus caras. Hasta ahí y más allá, pero de eso, de falso ecologismo, de hipocresía y sobre todo de biocombustible e hijos de la gran puta habrá tiempo de escribir en ocasiones venideras.

jueves, 15 de mayo de 2008

La Virgen de la Cueva

En la Antigüedad una de las obsesiones de los poderosos era identificarse con la divinidad y asegurarse la permanencia en la memoria de las gentes aún después de su muerte. Con este objetivo acometieron obras de proporciones gigantescas para perpetuar el recuerdo de sus victorias o el suyo propio. Así surgieron las pirámides, los mausoleos o los arcos triunfales de los emperadores romanos. Hubo en España uno de estos hombres. Era de pequeña talla, como acostumbran a serlo todos aquellos infelices que un día se creyeron dioses. Pero no vivió en la Antigüedad, sino que tuvo la generosidad de venir al mundo en nuestra época. Aquel hombre de bigote hitleriano a quien sus amigos gustaban de llamar Ansar, aquel hombre cuyo ego superaba con mucho el tamaño de su autocrítica y su honestidad, también decidió pasar a la Historia con una construcción que perpetuara su memoria.

El susodicho se puso como meta contradecir los designios de la naturaleza. Decidió que el Ebro debía desaguar en algún punto indeterminado entre Benidorm y Cartagena, y metido de lleno en su nuevo papel de Dios proyectó una inmensa cuchillada sobre todo el oriente peninsular. Afortunadamente el megalómano se fue, y el tonto útil que debía ser su sucesor se quedó en el camino. A cambio vino otro tonto, no se sabe si útil o no, pero el caso es que la cicatriz fue evitada y el Ebro respiró tranquilo.

En estos días de mayo, marcados por grandes lluvias que, sin embargo, parece aún resultan insuficientes para saciar la sed del Levante español, vuelven a ponerse de moda los trasvases. Murcia y Valencia siguen llorando, mendigando un agua que necesitan para sobrevivir. Pero, ¿realmente la necesitan para subsistir? No. Les es imprescindible, cierto, pero no para sobrevivir. Ansían toda esa agua que sus ríos no pueden darles –como nunca se la dieron, porque por mucho cambio climático y mucha hostia, el Segura, el Turia o el Júcar traen ahora un caudal similar al de hace unos años– porque la necesitan para saciar la sed de las inmensas urbes que han creado a lo largo de sus costas.

Si la huerta murciana goza de gran fama se supone que es porque sus ríos siempre se han bastado para abastecerla. El problema reside en que donde hace cuarenta años había un pueblecito de doscientos pescadores, hoy hay una ciudad de veinte mil plenamente volcada al turismo. Y sepan ustedes, mis queridos adictos a los opiáceos, que los guiris –aunque no lo parezca– no sólo beben cerveza.
Por si esto fuera poco, ahora se apuesta por el turismo de calidad: menos gente, pero con más dinero. Resultado: miles de urbanizaciones plantadas en cualquier secarral rodeadas de inmensos campos de golf que se llevan la escasa agua que podría recibir la mencionada huerta. Agua para todos, para todos los de la PGA.

No tenemos agua, pero queremos todo el desarrollo económico que implica el turismo masivo. Si para ello debemos secar Aragón entero –o La Rioja, o Navarra...–, asumiremos el riesgo. Quizás sean así de hipócritas; o quizás crean que Polaris World no representa un problema. Entonces, si el caso es que ni siquiera sin Camacho anunciando urbanizaciones hasta en sus propios sobacos –mira, ahí sí hay agua– el Segura daría para regar su huerta pues, señores, bienvenidos al maravilloso mundo del secano.
No tienen ningún derecho a robar agua de otros lugares para mantener cultivos que su clima no les permite. Que se pongan a llenar las Bardenas o los Monegros de arrozales, ya verían que pronto se iban a acabar las risas. Y el agua.

Si lo que pretenden es convertir la Región de Murcia en la campiña inglesa, adelante. Pero puestos a pedir imposibles, no nos vendrían mal unas cuantas playas de blanca arena y aguas cristalinas en nuestras ibéricas riberas –en las del río, no en las de la península–. El paraíso caribeño de Cancún en Pradejón, un festival de cine con todo el glamour de la costa Azul en Tudela, o que el campeonato del mundo de surf en lugar de celebrarse en Hawaii, se disputase en Fraga o Tarazona.

Si en Murcia quieren nuestro río, aquí queremos su mar. ¿Ridículo? ¿Excesivamente caro? Siendo realistas, creo que sí. Así que lo mejor será dejarnos de obras faraónicas y contentarnos con una humilde cuestación popular para comprarle al señor Ramón Luis Valcárcel Siso, a la sazón presidente de Murciaquéhermosaeres, un megáfono para que vaya entonando el “que llueva, que llueva...”

viernes, 9 de mayo de 2008

Los muertos de Angelino

Adoro a Ángel Martín. Podría parecer algo lógico debido a que se me atragantan sobremanera los programas del corazón, pero no enaltecería al presentador de un espacio de este tipo si el encargado de conducir un programa concebido como mofa y escarnio de la tele rosa fuese alguno de esos engendros surgidos de la inagotable montaña de mierda que es esa misma tele rosa.

Pero tengo la convicción de que cuando el señor Martín clava una de las miles de puyas que jalonan los guinoes de Sé lo que hicisteis..., no está interpretando su personaje de tipo sarcástico, criticón y enano -maravillas del autohumor: las mejores gracias del programa son los hachazos rubia tonta-enano y viceversa-, simplemente disfruta diciendo en público lo que mucha gente pensamos de los tele-estercoleros. Me parece que hay mucho de sinceridad en sus hirientes comentarios, creo que realmente le repugna todo ese inframundo y disfruta pudiendo humillarlo en televisión. Al tío le pagan por reírse de gente a la que desprecia. Si eso no es el mejor trabajo del mundo, que venga el rey y me explique cómo es el suyo.

Por eso, hace unos días, cuando le ví con un pelucón y unas gafas de pasta partiéndose el mismísimo ano en diez pedazos, estuve en el límite de la orina, a pesar de que no tenía ni idea del porqué de semejante indumentaria.

Resulta que el disfraz -y aquí empieza lo bueno, vale ya de coba en mi blog del odio, que hoy no toca pradera- representa a un tal Angelino, un personajillo que las mentes pensantes del peor canal de televisión de todos los tiempos han creado para sustituír al Tomate.

No sé cuánto tiempo lleva emitiéndose, como tampoco sé cuánto se mantuvo la hortaliza en antena o por qué la dejaron de programar, ya que prácticamente todos mis conocimientos del mundo rosa -que son bastantes más de los que yo mismo quisiera- me llegan a través del citado Sé lo que hicisteis...; pero tras ver la parodia de Angelino tuve curiosidad.

Así que cambié de canal y comprobé que el tal Angelino es un capullo disfrazado de niño que, metido dentro de unas ruedas, comenta con la aparente inocencia de un niño y junto a Carmen Alcayde, metida ésta a su vez dentro de otros no menos neumáticos atributos, las estupideces que obtienen grabando la vida de ciertos humanos sin otro interés aparente que la alcurnia de sus progenitores o el haberle comido la polla a alguno de los anteriormente citados.

Y a pesar de todo, me temo que Angelino tendrá una audiencia millonaria, al igual que todos los programas que Telahinco emite hora sí, hora también. Y no los emite por capricho, sino porque esos programas los ven millones de personas. Lo que me lleva a pensar que la inmensa mayoría de los telespectadores y los telefabricadores de este país de mierda son profundamente imbéciles.

Por lo menos sé que hay uno que se libra: un tal Ángel Martín al que le pagan una pasta -gansa, imagino- por reírse de ellos a la puta cara.

domingo, 4 de mayo de 2008

La pradera feliz

En el primer comentario que ha ingresado en Bilis se me acusa de cierta visión negativa del mundo, así que me veo obligado a responder; no me importaría que ésto fuese habitual, síntoma de que hay gente lo suficientemente aburrida como para leer mis ridículas opiniones, valorarlas, y molestarse en hacermelo llegar. Ya saben, queridísimos lectores, quéjense, que es gratis.

Empezaré rebatiendo la mayor: Bilis es optimista, porque para hundirnos la vida ya están los Telediarios, con su continua y deshumanizada muestra de desgracias y masacres en el mundo llevadas a un extremo de exposición mediática que nos ha hecho ya insensibles a ellas; o con las apariciones del ridículo Zapatero o de los señores Acebes y Zaplana, los Chip y Chop del fascimo, el uno con su gesto iracundo, el otro con su moreno de solarium y su eterna sonrisa maquiavélica. Es muy conocida la frase de Einsten que dice aquello de “sólo hay dos cosas infinitas...”, pero se equivocaba don Albert, años de involuntaria observación me llevan a concluir que la caradura del señor Zaplana es, al menos tan infinita como la estupidez humana y mucho más extensa que el propio universo.

Por todo ello, porque las cosas que nos cuentan la televisión, la radio o la prensa con toda su corrección política no arrastran a otra cosa que no sea el pesimismo de comprobar cómo esta montada toda esta puta mierda, puedo afirmar que prefiero una sola palabra escrita con rabia y que transmita un mensaje de optimismo a todos los noticieros del mundo, con toda su ficticia equidad que iguala a víctimas y verdugos –cuando no los confunde–, y que embota las mentes de la gente y fomenta el pensamiento único –o el no pensamiento, si es posible.

Se puede intentar transmitir un profundo optimismo aún estando inspirado por la mala hostia, y se puede ser –en la mayoría de los casos se es–, lamentablemente pesimista queriendo vivir en Los mundos de Yupi, alimentándose de esa corrección política que impera por doquier, viviendo del pasteleo y las palmaditas en la espalda, siempre arrimados al sol que más calienta para felicitación de los fabricantes de rodilleras y de puntos de sutura para el ano.

Para comprobar el positivismo que emana Bilis, pondré como ejemplo dos botones: dos estrofas de canciones cantadas con la típica crudeza de un grupo de punk que, sin embargo, son absolutamente positivas:

Todo mi cielo se oscureció
y a mis oídos llegó una voz.
Me dijo muerto se está mejor
que acorralado en un rincón.
Mira a tu alrededor: nadie es mejor que tú

o esta otra, que define perfectamente la dureza de la vida, con éstas cosas no sabe uno si cortarse las venas o dejárselas largas:

Mientras no te hayas muerto
tendrás que pelear,
follar alegremente,
reírte y vacilar.

Ya vé, querida censora, se puede ser muy positivo a pesar de que el modo de expresarlo sea un poco brusco. Los mundos de Yupi no existen, pero si las verdes praderas donde puede uno ser enormemente feliz. En Bilis, que es mi praderita feliz, hay flores, hierba y cagaditas de oveja. Y también hay un viejo descoyuntándole los huesos a un guardia de seguridad del metro y un concursante de Gran Hermano crucificado cada veinte metros, lo que, a pesar de la brusquedad, a servidor le sube la moral por las nubes. Lo mismo que con estos punkarras del infierno, que a pesar de cantar cosas con muy mala baba, demuestran que no todo va tan mal y, que, qué coño, el mejor día de tu vida es éste, compártelo conmigo.

PD: Me voy a subir un rato al monte, al bajar se buscan interesadas.