lunes, 28 de febrero de 2011

Remorolución (y II)

Y por último -de momento, porque el rey de Marruecos o los de Jordania y Arabia Saudí llevan varias semanas sin jiñar a gusto-, Libia.

Aquí la cosa es diferente, o no. Porque tras cuarenta años de Gadafi, el único habitante del Magreb que consume más bótox que Mubarak -dicen que está en coma o algo así. (¿Se imaginan que se pueda comunicar con otros cabrones en coma y esté echando unas risas con Ariel Sharon?. Sería la hostia)- ha pasado de ser un líder socialista a un aférrrimo anticomunista, de terrorista a amigo de Occidente, e incluso se ha cambiado del Madrid al Barça porque Laporta le recordaba mucho a él mismo.

Y este, demostrado está, no se va a ir tan fácil como el resto. En un país de seis millones de habitantes que flota en petróleo y gas natural, el cachondo de Muamar parece estar dispuesto a quedarse solo a base de ráfagas de ametralladora y discursos chanantes desde un R-5 oxidado.

"Salid a la calle a atacar a los que protestan, o seréis ejecutados. Poneos brazaletes verdes para demostrar que sois leales a mí, o seréis ejecutados. Haceos la permanente como yo, o seréis ejecutados..." y cosas tan lógicas como ésas.

Al final, Gadafi acabará cargándose a cuanto libio pueda antes de que ellos se lo carguen a él, y se suicidará antes de que la Comunidad Internacional -bonito nombre- le lleve a La Haya para, como hicieron con Milosevic, juzgarle después de haber estado años sacándose fotos juntitos, sonrientes ante las escaleras del palacete de turno.

Y el todo el mundo árabe reinará la libertad y la democracia.

Y los tiranos locales serán sustituídos por gobiernos títeres dirigidos por tiranos extranjeros.

Y tomaremos ejemplo de los países musulmanes, con la población sublevada contra sus despóticos gobernantes, mientras les jalean desde los medios de comunicación occidentales.

Y nos fijaremos también, ya fuera de Morolandia, en Bélgica, que lleva sin gobierno desde las elecciones de junio -hoy cumplen el día 260-, mientras esos mismos medios les critican por la falta de voluntad política para alcanzar un acuerdo y dedicarse a sevir a los belgas.

Y, y, y... Y en medio de todo esto, me pregunto qué pasaría si en un país occidental gobernado por dirigentes ineficaces o decididamente corruptos -pongamos, por ejemplo, España-, la gente se hartara y saliera a la calle con la sana intención de derrocar mediante masivas protestas pacíficas a toda la clase política incapaz de mitigar los efectos de una crisis que ellos y aquellos que mueven sus hilos por detrás han creado.

Seguramente, se aplaudiría la rebelión, se criticaría la represión policial, y a todo el mundo le parecería de puta madre que el personal, harto de políticos y bancos, acampara en las plazas y los jardines dispuestos a acabar con todo rastro de dictadura del capitalismo liberal teñida de esta fingida democracia. Sí, seguro que sí. Todos seríamos héroes.

Aunque eso no hará falta, porque los malos a extinguir siempre están lejos, y Emilio Botín no tiene nada que ver con Mubarak ni Gadafi.

domingo, 27 de febrero de 2011

Remorolución (I)

Todo empezó en Túnez, un país pequeñito, insignificante, del que la mayoría de nosotros desconocemos casi todo. Que las escenas desérticas de alguna de las últimas de La Guerra de las Galaxias se grabaron allí, y poco más. Mediterráneo, turismo, ruinas cartaginesas y romanas... vamos, que sería un sitio bonito para ir de vacaciones. Como Murcia, pero a lo moro, y sin manifestantes gritando 'Agua para tödöh' en panocho.

De que llevaban nosecuantos años bajo la dictadura de Nosequé Alí, pues ni idea. Total, no están en el eje del mal y, por alguna insólita razón, a los Estados Unidos -garantes perpetuos de la libertad planetaria- y Francia -más o menos allí donde los gabachos tuvieron colonias- les interesaba tener al tirano en la poltrona.

Cuando cayó, la comunidad internacional se alegró mucho de la victoria del pueblo tunecino sobre su malo malísimo gobernante. Y ya está.

Pero no estaba. Resulta que los países musulmanes están controlados en su inmensa mayoría por dictadores o monarcas absolutos fieles a Occidente, encargados de aportar a la zona la estabilidad que necesita (suministrar petróleo a manta a los países ricos sin crear demasiados problemas, habría dicho alguien que careciera de la corrección política de este mesurado blog). Y la llama de Túnez prendió.

Parecía que la cosa iba a ser nimia: algunos altercados y un poco de cisco en Yemen, que es tan sumamente pobre que ni siquiera tiene petróleo. Así que, bueno, que se diviertan un rato los moritos jugando a la revolución.

Pero entonces algo cambió: Egipto. Más de ochenta millones de personas en un país fronterizo con Israel. Su único aliado en el mundo árabe desde hace más de treinta años.

Viendo el éxito de los tunecinos, los egipcios, puede que un poco hartos del permanente estado de excepción del país desde que Mubarak de hiciera con el poder (tras un atentado de los amigables hermanos musulmanes que se cargó a Naser, el anterior dictador, y le puso a él, número dos, al frente del mayor país del África islámica) se echaron a la calle para pedirle al payo Josni que se fuera a tomar por el culo.

Los dictadores no tienen buen levantar, así que las primeras protestas se sofocaron con sangre. Pero cuando tienes cientos de miles de personas en las calles y el ejército se niega a matarlos a todos (no por nada, sino porque sus sueldos militares vienen de los impuestos de las personas, y si te las cargas a todas los dromedarios no suelen llevar suelto encima para seguir pagándote), la cosa invita a la huída. Y el Josni, después de un discurso televisivo en el que impresionaba más su rostro abotargado por el bótox que lo que quiera estuviera diciendo, se dio el piro.

En realidad, es más que probable que Mubarak ya estuviera bien lejos cuando se emitió el discurso por televisión en el que comunicó a la población egipcia que "se mantendría en el poder, como buen padre, cuidando de sus hijos hasta las elecciones libres de septiembre".

Dicen los analistas políticos que en Sharm el-Sheik -que es como Arnedillo pero en el mar Rojo-, aunque también decían los analistas políticos que la noche previa iba a dimitir y se comieron un mojón como un menhir de gordo en sus predicciones.

Quizás acertaran el lugar, pero a buen seguro que el faraón estaba en cualquier lugar excepto en uno próximo a los dos millones de moros que llevan quince días de camping en una plaza a la espera de que aparezca el Moe Sczyzlak de turno y suelte el mítico "peguémosle fuego a algo".

Otra vez jolgorio universal, gloriosa alegría de pueblo liberado, e hipócrita congratulación en Occidente, festejando que otro pueblo alcance la democracia aunque sea derrocando a alguien a quien han apoyado durante las tres últimas décadas. Todos tan políticamente correctos. (Todos menos los israelíes, que como todo el mundo les odia y son unos hijos de la gran puta, pues no tienen apariencias que mantener, y se la suda llamar al pan pan y al vino agua de Canaán, y se mostraron "ligeramente acojonados por lo que pueda pasar con los moros de mierda estos"; declaraciones literales del ministro de presidencia Moisés ben-Gascam Goldstein).

Después el reguero de humor ha seguidose extendiéndose, hasta tal punto de tocar Bahrein, un país con 34.000 dólares anuales de renta per cápita, en el puesto vigesimotercero del mundo, cuatro por encima de España, demostrando que incluso en los países en los que toda la población es millonaria, existe sed de libertad. Ah, no. Que se lo lleva todo el mismo y si hay uno ultra rico y todos los demás son más pobres que Carpanta, la cosa no va tan bien, y las estadísticas solo sirven para metérselas por el culo al rey Hamad.

Menudos hijoputas estos moros, quién coño se creen para protestar justo ahora que estamos en plena pretemporada de Fórmula 1. Con las ganas que tenía yo de ver a Schumacher mientras me tomaba un vermú y unas rabas dentro de unos domingos a mediodía.

lunes, 14 de febrero de 2011

Amor

Querubines con alas algodonosas revoloteando por lugares soleados, tensando el arco que sustenta una flecha con la punta en forma de corazón. The power of love.

Unicornios, unicornios alados, unicornios alados rosas, unicornios alados rosas con manchas en forma de corazón, unicornios alados rosas con manchas en forma de corazón cabalgando sobre un arcoiris, unicornios alados rosas con manchas en forma de corazón cabalgando sobre un arcoiris que parte de un brillante y facetado diamante, unicornios alados rosas con manchas en forma de corazón cabalgando sobre un arcoiris que parte de un brillante y facetado diamante y desemboca en la tumba de tu puta madre. Ah, no, eso no.

Corazones, corazones, corazones. Muchos corazones.

Tarjetas escritas en una indescifrable mezcla de mayúsculas y minúsculas, incomprensiblemente extendidas las palabras por toneladas de haches.

Corazones, corazones, corazones. Puke rainbows. Vómito de colores.

Un diamante es para siempre. La semana fantástica del Corte Inglés. Díselo con flores, -empaquetadas, de plástico, muertas, arrancadas de la tierra para pudrirse en un jarrón de frío plástico... pero caras, que sean caras-. Compra, compra, compra.

Que se note que le quieres. Ama, ama. Gasta, gasta.

Vómitos sangrientos en la carretera

pero quieres encontrar la hierba buena.

Fuentes que dan sangre por las tuberías,
manchas negras cubren las paredes frías.

No seas imbécil, te mereces lo mejor,
pero sin embargo esto es una cancion de amor.
(*)

TQM mi dulce terroncito de azúcar. Amarás a Movistar sobre todas las cosas. Citas en Tuenti, fotos en Féisbuk, que se entere todo el mundo. Todos deben saber que la amas, y más le vale a ella amarte también, o te verás obligado a convertirte en Miguel Carcaño.

No saquen fotografías, tengo el cuerpo ensangrentado.
yo era un chico muy decente, ella era una prostituta.
Ya no usará la cama, ahora duerme en una tumba,
La maté porque la amaba. La maté porque era mía. (**)

Salid hoy de cena, regalaos cosas caras; y mañana, cuando sea quince, volved a ser los mismos hijos de puta que érais ayer.


(*) Canción de amor, de Parabellum.
(**) La mate porque era mía, de Platero y tú.

viernes, 4 de febrero de 2011

Cuando los payasos dominen la Tierra (VII)

Licuadoras del infierno, que lo mismo te hacen un zumo de albaricoque que desintegran un Boeing 747; un monopatín para desplazarse como el inspector Gadget cuando la farlopa te deja con la misma movilidad que Benzema; el horno familiar con grill de George Foreman; la plancha, las sartenes, los tápers y la camisa de fuerza para la permanente esquizofrenia verborreica de la Patiño; el licor en garrafas de cinco litros de dosis única que se desayuna Juancar el Campechano; ¡la batamanta! bajo la que pueden abrigarse en las noches de invierno Falete y María Teresa Campos o, si no están ellos, la selección escocesa de rugby; y ahora, Vitaljoya.

Quizás si les hablo de Manolo Jiménez muchos de ustedes no sepan quien es el colega en cuestión. Pero si les digo que en los lejanos y siempre sórdidos años noventa el tipo fue colaborador de Paco Lobatón en Quién sabe dónde... Pues tampoco, me temo. Ahora, si tengo la gentileza de adjuntarles una fotografía junto a su hermano gemelo Leslie Nielsen, estoy convencido de que acaban de ubicar al tipo por completo.

El amigo Manolo era inspector de la Policía Nacional hasta que probó las mieles de las cámaras y quedo enganchado a la televisión. Pero no a un tipo de programas culto y respetable como pueda ser Sálvame Deluxe, no. Manolo se ha pegado quince años haciendo intermitentes apariciones en programas matutinos para abuelos y amas de casa, acompañando a gente como Inés Ballester o el abuelo Torreiglesias -sí hombre, sí, el simpatico viejete al que largaron de TVE por meter de tapadillo publicidad que el Ente no cobraba, llevandose las perras para comprarse una próstata biónica-.

Hoy en día, cuando incluso los programas matinales han caído en las garras de frescas jovenzuelas (y de Ano Rosa Quintana, que tiene más años que la vía del tren, pero a la que el fotochop es capaz de presentarnos en estado embrionario cualquier día de estos), Manolillo ha quedado recluído a la teletienda nocturna, donde nos presenta Vitaljoya, una estafa al estilo Power Balance pero, eso sí, mucho más cara.

Incapaz, como tantos otros famosetes de medio pelo -prostitutas hospedadas con anterioridad en Gran Hermano especialmente- de dar el paso definitivo hacia la estafa televisiva, y colocar sus populares rostros antes un panel en el que ofrecen decenas de miles de euros a cambio de adivinar la capital de España; decir tres números pares; o quién es más chulo, Cristiano Monaldo o Ghandi; Manolo ha optado por ser la jeta visible de un producto de mierda, que no sirve para nada que no sea estafar al pobre incauto que se lanza a su compra encandilado por el angelical ejemplo de su presentador favorito.

(Como lo de Guardiola anunciando no sé qué vomitivo excremento financiero para el Banco Sabadell, pero en cutre, vamos).

Lo más increíble de todo es que, dentro de la inabarcable espiral que lleva la televisión en la España actual, un tipo que fue madero tratando de clavarte doscientos euros por una puta cuerda chapada en corchopán, tres chamanes senegaleses vestidos de reyes magos, un par de tetas haciendo preguntas de trivial nivel Sergio Ramos, o una gorda echando las cartas en el reducido espacio que su enorme cuerpo deja libre en pantalla conforman una programación de madrugada que es bastante mejor que cualquiera de las cosas que pueden verse una tarde cualquiera -excepto Pocoyó, que es el puto amo y tiene un amigo que es un pato con sombrero-.

Será la edad, pero cuánto añoramos las gentes de bien los anuncios de almohadas cervicales a las seis de la tarde.

"Mi marido ha dejado de roncar". Si señora, porque está muerto.