viernes, 24 de julio de 2009

Nosotros ser Banco, tu ser basura

Por circunstancias de la vida, como puede ser el hecho de que unos cuantos hijos de puta en Estados Unidos se hayan pasado los últimos años contraviniendo las leyes más básicas del neoliberalismo capitalista -que son dos, a saber: desayunar niños crudos y no conceder créditos a aquellos que no pueden avalarlos, por este orden-, la tan manida crisis trajo consigo multitud de despidos y nuevos parados entre los que servidor tuvo el gran honor de encontrarse.

Esta excepcional oportunidad para disfrutar de la inteligentísima programación televisiva matutina ha acabado dando con los huesos de quien les teclea en una ONG. Suena a labor altruista, pero reconozco que en este caso no lo es.

Muy bien, pues centrándonos en el asunto que hoy tengo a bien tratar con la concisa, escueta y no demasiado vomitiva prosa que me caracteriza, diré que he podido confirmar algo que hace tiempo sospechaba: los españoles somos unos auténticos cabrones.

A pesar de hablarles de una excelente causa, pocos son los que te atienden, y muchos los que recurren a las más variopintas e inverosímiles excusas para, quizás, evitar una mala mirada o tratar de calmar sus conciencias a sabiendas de que, al menos, deberían darme cinco minutos de su frenética vida para que pudiera hablarles de algo realmente noble.

Si por gente que te asegura estar colaborando con ONGs fuera, no habría problemas en el mundo, pues todos estarían solucionados desde aquí. Por no hablar del apadrinamiento. Es probable que ya no quede un niño en el Congo sin tener uno -o varios- padrinos en esta capital de todas las Riojas.

La cosa cambia cuando tratas con emigrantes que son, sin duda, los más receptivos a la hora de escuchar, y los más solidarios a la hora de aflojar sus -imagino- poco bollantes carteras.

Pero, españolitos de a pie supuestamente solidarios aparte, que no dudo que los haya, y ojalá muchos, lo más llamativo llega cuando decides poner tus miras en un banco.

El banco, uno cualquiera, suele distinguirse de los demás comercios por estar situado en los mejores lugares de cada manzana y contar en sus cristaleras con unos mensajes que emanan semejante buen rollo que uno no puede evitar pensar "¡Qué hostias! estos tipos tienen que ser los más solidarios del mundo. Si me preguntan en un cartelito qué pueden hacer hoy por mí sin conocerme, en cuanto les hable de esta tarea tan de puta madre de mi ONG se me va a tirar a los brazos".

Pero después, oh sorpresa, cuando tras invitarte amablemente a pasar escuchan lo que te ha llevado hasta allí, todo cambia. No lo dicen a las claras, pero yo sé lo que piensan. Algo semejante a esa mítica frase que me marcó tras leérla en el blog de automovilismo más sórdido ever.
-¿Te gusta la Fórmula1?
-No, yo soy más de follar.

Pues con los banquitos, similar.
-¿Os gustaría colaborar con nosotros?
-No, es que aquí somos más de robar.

Y así quedan las cosas. Todos tan amigos. Ellos han puesto su cara más amable cuando creían que podía dejarles a su recaudo los escasos dos euros que llevaba en el bolsillo, han reculado contra las tablas al oir la palabra maldita "oenegéeeeeeeee, oenegéeeeeeee, queremos tu dinero para dárselo a un puto pooooobreeeeee...", y después directamente, han intentado rociarme con agua bendita para lavar la blasfemia producida cuando alguien entra a un banco e intenta conseguir su pasta a cambio de nada.

Después servidor sale de su caverna infernal, de ese Barad Dûr donde tratan de captar acólitos para atarlos en la Sombra de una jugosa hipoteca a cincuenta años, y repara de nuevo en el cartelito con el saludo inicial. ¿Que qué podeis hacer por mi? Pues, para empezar daros con un par de piedras bien fuerte en los testiculillos. Después... si os morís todos directamente tampoco os lo iba a reprochar.

Y así transcurría y debería de haber acabado la mañana, hasta que, para rematar la faena y como la Providencia es siempre misericordiosa con aquellos tipos que gozamos del humor y gustamos de ponerlo, en negro sobre blanco, en un blog, aparecieron ante mí mis últimos clientes potenciales.

Confieso que esta vez fui directo a por ellos bajo el simplísimo axioma de "por qué voy a culminar una hermosa mañana habiendo incrementdo sobremanera únicamente mi odio hacia los bancos, si también puede crecer desorbitadamente la aversión que siento por la policía".

Y así, con un par, me fui a ver de qué manera me daban largas dos agentes de la ley. Y de paso, para que negarlo, tocar un poco los huevecillos bajo el manto protector de la ONG, lo cual, supuse -acertadamente, por suerte- que evitaría que los pitufos maquineros se pusieran de la mala hostia habitual que suelen tener los de su calaña. peor mala hostia cuanto menos grado -y/o cerebro- gastan.

Ir con una ONG te permite dar un trato familiar a gentuza que, como era el caso de esta pareja de maderillos, de otra forma exigirían cierto respeto por el mero hecho de llevar un chaleco fosforito y formar parte de la guardia pretoriana del alcalde de turno. Lo que no quita para que el resultado fuera, como era previsible, dolorosamente idéntico al obtenido en los bancos.

Así que, en un último intento, y siguiendo una de mis leyes básicas en el trato con la Policía, más aún si esta es Local, lo que les confiere el mismo poder que pueda tener Marianico el Corto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aproximadamente, hube de espetarles una última y hermosa mentira:
-Vosotros, que teneis cara de buenas personas, teneis que colaborar un poquito conmigo.
-Claro, si no lo fuéramos no podríamos llevar esto -contestó uno de ellos enseñándome su chapita de la Policía Local.
Y ya después de una mañana de brutal cachondeo, después de que me hubieran echado de una docena de bancos y cajas de ahorro con la misma educación con la que yo podría cagarme en los muertos de Jose María Aznar, me pegué el gustazo de rebatirle la mayor a Papá Pitufo.
-No te creas, que el hábito no hace al monje.

Y me marché. Contento, al fin. Porque si te lo tomas todo a cachondeo, ni siquiera unos cuantos paletos detrás de una placa -ya ponga en esta agente o director de la oficina tal- pueden amargarte una fresca mañana de verano.

Mañana será otro día, y es probable que algún honrado trabajador emigrante, que sepa de lo que le hablo cuando digo la palabra pobreza -yo, en realidad, como todos los que me léeis, imagino, tampoco alcanzo a comprender su brutal significado-, esté dispuesto a colaborar.

Mientras tanto, así termina el programa de hoy. Que bien, que la cosa para la ONG ha sido de todo menos productiva, pero servidor se vuelve a casa con un granito más que añadir a esa lista de razones de peso que me explica por qué odio a los bancos y a la policía hasta unos límites que no me permiten discernir a cual de ellos trago menos.

lunes, 6 de julio de 2009

Hechos de Cristiano Ronaldo

Cristiano Ronaldo es el mejor futbolista del mundo. Y el mejor pagado. Y el más guapo. Y el más listo.

Cristiano Ronaldo jamás ha perdido un balón; puede lanzar un penalti de cabeza; regatea mejor que Garrincha; lanza las faltas con más efecto que Oliver Atom, más fuerza que Marc Lenders y más humor que Bruce Arper. Cristiano Ronaldo saca los corners y los remata él mismo.

Cristiano Ronaldo soñaba con jugar en el Real Madrid desde que era un inocente jovenzuelo y ahora todos los niños del mundo quieren ser como él cuando sean mayores.

Cristiano Ronaldo vende más camisetas que Zara, es más popular que el tipo de "contigo no, bicho", hace tantos anuncios que está presente en televisión más tiempo que el teletexto y su presentación como madridista es el acontecimiento histórico más grande desde la llegada del hombre a la luna.

Cristiano Ronaldo salva gatitos de incendios, ayuda a las ancianas a cruzar la calle, evita que se extinga el lince ibérico y pone la equis en la casilla de la Iglesia cuando hace la declaración de la renta.

Cristiano Ronaldo corre los cien metros en siete segundos, gana el mundial de triple salto con solo dos brincos y una vez le hizo veintiún tantos a Titín. Nunca se le ha colgado el ordenador y le toca el Euromillón una vez cada dos semanas. (La otra semana pilla cacho en la Bonoloto).

Cristiano Ronaldo es el yerno perfecto, el marido ideal, el sobrino deseado, el cuñado idílico y todas las mujeres del mundo ansían ser penetradas por él.

Cristiano Ronaldo tiene la elegancia en el vestir como algo inherente a su persona; de la misma manera que los hombres normales tenemos como algo innato llorar tras ser paridos para poder respirar, que Jose María Aznar no tolera la felicidad o que Jose Luis Rodríguez Zapatero venía de serie con retraso mental.

Cristiano Ronaldo echa el papel y el cartón en el contenedor azul, el vidrio en el verde, el plástico en el amarillo y en el otro, nada. Porque no sería propio de Cristiano Ronaldo generar residuos orgánicos.

Cristiano Ronaldo era el más popular de su instituto y en el baile de graduación vio la belleza interior de una de las mocetas del club de debate y la eligió reina en lugar de escoger a la jefa de animadoras.

Cristiano Ronaldo se mete la farlopa a carretillas.

Cristiano Ronaldo escribe mejor que García-Márquez, pinta mejor que Goya, actúa mejor que Antonio Resines, cocina mejor que Arguiñano, la chupa mejor que Celia Blanco y canta mejor que el difunto Fary.

Cristiano Ronaldo multiplica los panes y los peces, convierte los triskis en bollycaos y se lava la cara con aceite koipesol.

Cristiano Ronaldo, cual Tywin Lannister merengue, mea colonia y jiña lingotes de oro.

Y si a Cristiano Ronaldo, estando en su casa de Madeira, se le ocurriera ir al baño a mear, el presidente de laSexta, Manolo Lama y Eduardo Inda, director de Marca, que se encontrarían en sus respectivos domicilios de Madrid, aparecerían inmediatamente ante él sin apenas darle tiempo a bajarse siquiera la cremallera, con la loable intención de que el nuevo Dios del mundo pudiera elegir en cuál de sus tres culos introducir su portentosa verga.

Pero, a pesar de semejante colección de virtudes, hay algo que se le resiste. Lo único que Cristiano Ronaldo no puede hacer es arrebatarle el siete a un espantapájaros patizambo lanzador de penaltis a Barthez apuntando a la escuadra y orgulloso poseedor de las mismas Eurocopas que servidor. Ni nunca podrá.

¡Raúl selección!

viernes, 3 de julio de 2009

Dando por culo

Solo hay un título porque las cosas son así. Alguien decidió -con buen ojo, por cierto- que los títulos de los escritos fueran más cortos que los escritos mismos y yo no voy a cambiar las cosas ahora. Imaginen sino cómo sería, por ejemplo, El Quijote, poniendo en práctica el supuesto anterior. Pues sería una novela de menos de ocho palabras, algo que dificultaría mucho su ascenso a los altares de la literatura universal; o bien estaríamos ante un título de centenares de páginas, que tampoco es que fuera a tener mucho tirón y provocaría que la revista del Círculo de Lectores tuviera un grosor similar al del listín telefónico de Tokio; pero en el hipotético caso de que una entrada admitiera centenares de títulos, Perforación no es algo curricular, Desgarro en el Rectorado, Agáchate que voy o La década prodigiosa, serían algunos de ellos.

Bueno, y después de todo esto, al lío. Y el lío es que, aprovechando la celebración del Día del Orgullo Gay, la Universidad de La Rioja ha tenido a bien colocar la bandera arcoiris que representa al movimiento homosexual -no sé muy bien que significa esto, ¿lesbianas haciendo aerobic?- en la puerta de su edificio principal.

No haré chistes ni gracietas sobre el tamaño y forma fálica del mástil que sustentaba la bandera arcoiris, ni tampoco sobre el jocoso hecho de que todas las enseñas que habitualmente ondean en el Rectorado estén en el lado derecho de la escalinata y que ésta, la bandera gay, ondee en el contrario. En la acera de enfrente, vamos.

Pero no, me callaré todo eso y me limitaré a mencionar que el hecho de que una institución que lleva robando tu escaso patrimonio y humillándote hasta la extenuación durante ¡nueve! largos años coloque esa bandera en su fachada en plena época de exámenes, no puede constatar sino que se divierten dándote por el culo.

Y no hay más.

Bueno, si hay más. Hay mucho más. Está el incomprensible hecho de que dicho emblema luzca en determinados lugares cuya actividad nada tiene que ver con el reclamo a un tratamiento igualitario para aquellos cuya opción sexual no corresponde con la de la mayoría de la población; por poner un ejemplo, la sede de Comisiones Obreras, o la propia Universidad que, para más cojones, es una institución pública.

Puede que lo hagan por el simple hecho de que mola seguir esa ridícula moda de celebrar Días Internacionales de miles de mierdas, como el dedicado a los conductores de sidecares, los jubilados con síndrome pre-menstrual o a los afiliados a las FAES (que, casualidades, se celebra el mismo día que el de los nostálgicos de las juventudes hitlerianas). Días en los que se da mucho bombo al asunto en cuestión pero tras los cuales a nadie le importa lo que suceda con los huerfanitos de Sudán o las viudas de Nicaragua.

Si ésta es la absurda causa de semejante proliferación de banderas arcoiris, tan sólo espero que no cunda el ejemplo y acaben llenando las calles de trapos conmemorativos; de la misma manera que cuando Iniesta decidió orinarle en la boca al señor Ferguson, no se pusieron banderas blaugranas en los mástiles de los ayuntamientos. Es más, deberían quitar todas las banderas de todos los mástiles, hacer con ellas una hoguera y montar una degustación de choricillo.

Pero como aún hay quien prefiere una patria a un buen trozo de fiambre asado, habrá que olvidarse de eso y pensar en otra causa que dé sentido a la aparición de la bandera arcoiris en el Rectorado.

¿Acaso representa la solidaridad universitaria con la lucha por la igualdad de derechos para los homosexuales? Me parece que hay decenas, centenares, miles quizás, de luchas más importantes con las que solidarizarse -hambre, explotación laboral, carencia de agua potable, imposibilidad de acceso al sistema sanitario, y paro de contar ya...-, ya que no creo que nadie hoy en día discrimine a otro por su condición sexual. Entre otras cosas porque tu opción sexual es algo que no llevas pintado en la cara, y a no ser que vayas aireándolo por ahí, nadie debe saber si te gustan los hombres, las mujeres, o si te ponen ambos, o te excitan los gremlins, si eres fiel, virgen, promiscuo o piensas mantener tu castidad hasta el matrimonio.

En fin, que más bien creo que todo es una muestra de buenrollismo progre, que en este caso de la orientación sexual se hace a base de colocar banderitas y que, llevándolo a un extremo que en esta pequeña aldea norteña aún no hemos alcanzado, termina por adoptar la moda de que determinados colectivos celebren su sexualidad -que en el caso de aquellos que se sienten atraídos por personas de su mismo sexo me parece tan aceptable como cualquier otra, ojo- haciendo ridículos desfiles para reivindicar no sé qué.

Particularmente me produce bastante repelús ver un camión repleto de hombres sudorosos vestidos de mujeres -que esa es otra, una es que siendo un tío te pongan los rabos (raro, a mi entender, pero profundamente respetable) y otra es que te mole vestirte de prostituta de pelo en pecho (susceptible de ser penado con la muerte, en mi modesta opinión)-, pero no ya por ser entre tíos -que también-, sino por el simple hecho de que no me llaman semejantes muestras de sexualidad en plena calle entre tipejos como usted y como yo. Pongámonos en que fueran heterosexuales; pues tampoco me crearía gran gozo a la vista si los de encima de las carrozas fueran una pareja de cuarentones dándole al frote. No sé si me explico. Que no me van a poner a Leonor Watling dándolo todo en la Plaza Mayor, vamos. Así que mejor que no pongan nada.

Imagínese sino, querido lector, no ya a sus padres, lo cual sería demasiado sórdido, pero sí a sus tíos fornicando encima de un remolque. ¿A que da grima? Y no odia usted a sus tíos, ni su heterosexualidad, pero hay cosas que, pensando en esa gente a la que no le gusta verse obligada a taladrarse las retinas por determinados espectáculos, es mejor no hacer.

Y ya que al rector y sus secuaces parece hacerles gracia, les suplico que se sodomicen un ratillo entre ellos y dejen de darme a mi por el culo. Que ya vale la broma.