jueves, 24 de diciembre de 2009

Misa del Gallo

La misa del Gallo es la celebración eucarística con la que la Iglesia Católica -desconozco si otras ramas del cristianismo como los ortodoxos, los anglicanos, los testigos de Jehová o los adoradores de la séptima pokeball también la realizan- conmemoran el nacimiento de Jesucristo en la madrugada del 24 al 25 de diciembre del año primero antes de Cristo.

Puede que fuera en el 1 d.C., no lo sé. ¿Puede alguien nacer en un año previo a su nacimiento, a él mismo? ¿Puede nacer después? Ni puta idea, oiga, pregúntenselo al tipo que hace los calendarios, o a su amigo el que pone sobre ellos fotos de tetudas manchadas de grasa de camión.

Pues bien, dicha eucaristía se celebra en la medianoche, imagino que pretendiendo coincidir con el supuesto momento exacto en que nació el citado Jesús de Nazaret.

¿Que no saben quién es ése? Si, hombre. Cómo no van a saber. Era un señor que antes fue un niño, y hacía unos milagros muy chulos, en plan pajaritos de barro que cobran vida; o también hacía cosas en un templo y dejaba a los sacerdotes flipando, y puede que por eso o por otras cosas anduvo treinta años sin salir mucho hasta que le levantaron el castigo y se dedico a recorrer los pueblos intentando que la gente fuese buena con su prójimo y otras cosas muy de puta madre; pero que después unos cuantos cabrones lo clavaron a una estaca y, cuando lo descolgaron, vinieron otros tipos y, en nombre de sus palabras de amor se montaron un negocio very lucrativo, y mataron herejes en su nombre, y asaron mocetas en su nombre, y besaron banderas en su nombre; y así otras muchas putas mierdas en su nombre.

¿A que ya les suena más?

El caso es que esos tipos, los colegas que aferrados a la arcaica tradición han mantenido la rentabilidad de su negocio de hipocresía y tergiversación de uno de los mejores mensajes que se le pueden dar al ser humano ("sed buenos; sin más, sacos de estiércol"), pues han decidido que esta Nochebuena la Misa del Gallo de Roma, ésa que oficia el Papa, se adelante de la medianoche a las diez, porque el Santo Padre está viejuno.

Que si, que el primo Ratzinger tiene más años que la orilla del Ebro (joder, si estuvo en las baterías antiaéreas nazis en la Segunda Guerra Mundial -verídico- como buen convencido de la supremacía aria -esto ya no lo sé seguro-), pero si nos ponemos tontos con eso de que las tradiciones están para cumplirlas, respetarlas, y no mover ni una coma de ridículas costumbres con miles de años de historia, pues eso. Que ajo y agua, y que trasnoche Benedicto, ¿no les parece?

Esto de mantener ciertas tradiciones y mover otras a su antojo es, cuanto menos, sospechoso. Y si no, que no hubieran elegido un Papa tan viejo. Que los pongan treintañeros, que seguro que no les importa salir un rato del Vaticano de madrugada.

Hagamos uno de esos absurdos ejemplos que tanto nos gustan en Bilis, y traslademos este caso a algo que, aparentemente, no tenga nada que ver. Por ejemplo, el All Star Weekend. ¿Sorprendidos? De eso se trata.

Imaginen que escogemos para participar en el concurso de mates a unos tipos con cara de rata, flacuchos, de metro cuareta máximo, gafas de pasta e incipiente bigote. Lo que vienen siendo unos pringaos muy serios. Además, serían unos putos blanquitos. Lamenteibol, vamos. Y después, viendo que los caras de culo que hemos escogido son incapaces de hacer un mate porque no levantan un palmo del suelo, bajamos la altura de las canastas.

Vamos hombre, no me jodas. ¡Para eso pillas unos negratas de dos metros y te sale todo de puta madre!

Pues esto, más o menos igual. Si el Papa tiene que hacer viajes internacionales, eternas audiencias y misas de madrugada, ¡pon alguien cuya salud se lo vaya a permitir, copón!

Ahora me vendrán con la cosa de que al Papa y sus cardenales están elegidos por la intercesión del Espíritu Santo, es decir, que es la voluntad de Dios la que ha querido que Ratzinger sea la cabeza de su Iglesia y tal y cual. Ah, si, si. Que ya sabemos que los Reyes son los padres (los de Felipe, al menos), así que no vengan jodiendo.

Miren, en el caso de que Dios exista, podría ser tal y como nos explica el cristianismo -es decir, de forma humanoide, omnisciente, omipotente, omnívoro y tal-, o podría no serlo. Podría ser una langosta o un sapo con tupé, ¿no? Los celíferos o los batracios anuros también tienen su derecho a sentirse el centro de la Creación, creo yo. Pero bueno, poniéndonos en el caso de que Dios sea, y sea tal y como nos decían en catequesis, ¿piensan que elegiría a gente así?

Gente que condena el uso de avances científicos que permiten salvar vidas, gente que ha apoyado durante siglos la explotación de las clases más desfavorecidas por parte de un Poder del que ellos formaban parte esencial, gente... Pues va a ser que no. Si a los Papas los escogiera Dios a dedo, serían tipos buenos de verdad, como Ghandi, Vicente Ferrer, o Iniesta.

Así que venga, déjense de chorradas, y si queremos ser los guardianes de la tradición y las costumbres antiguas, pues vale. Pero para todo y para todos. No para lo que me conviene, carne; y para lo que no, pescado.

Yo particularmente estoy hasta los cojones de hipócritas que dicen blanco y hacen negro, y aunque esto es sólo un ejemplo bastante banal -no lo es tanto el caso del nuevo obispo de San Sebastián, pero ya habrá tiempo para hablar de Rouco, del Komando Sotana y de María Martillo-, sirve perfectamente para demostrar de qué están plagaditas las altas esferas de la Iglesia Católica.

Y nada más. Hasta aquí llega el programa de hoy. Con esta parrafada que, más que probablemente, se la sude mucho pero que mucho, acaba el año de Bilis. Yo me despido deseándoles, como ya hice hará ahora un año, Meni Crijmas, caras de concha.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Winter is coming!

Tras el otoño más caluroso que recuerdo, con temperaturas que han rondado los veinte grados durante muchos días del mes de noviembre, al fin una ola de frío siberiano (como el golfista) ha llegado a la península.

Nieve y heladas, temperaturas espantosas de hasta ocho grados bajo cero en el valle que sugieren que es mejor ni pensar cuánto habrá descendido el mercurio en la sierra, nos recuerdan lo que está por venir: Se Acerca el Invierno.

¿Y a qué vienen las mayúsculas? Pues a que ése es precisamente el lema de la Casa que nos introducirá en el mundo fantástico de Poniente, un continente imaginario en que (mayoritariamente) transcurre la acción de Canción de hielo y fuego, nuestro bílico tema de hoy.

Bien saben ustedes lo comedido de mis afirmaciones; que siempre me paró a contar (al menos hasta uno, como Cassano) antes de actuar, y que jamás me doy al extremismo. Por eso han de creerme cuando afirmo que estamos ante la mejor obra de la historia de la literatura universal. Y me quedo tan ancho.

¡Aaaagg! ¡Blasfemia! ¿Pero qué dice este idiota? Pues lo que oye, señora. Que La Odisea, Oliver Twist, La Metamorfosis, El Conde de Montecristo, Fausto o Teo en la narcosala están muy bien, pero Canción de hielo y fuego los adelanta a todos por la izquierda. Y después les espera, les vuelve a adelantar y les orina en el salpicadero.

La Casa de la que les hablaba, los de que viene el invierno (¡miedito!), son los Stark: nobles, leales, justos... y lucharán, a grosso modo, contra los Lannister (pérfidos, poderosos, malévolos, incluso incestuosos, como se revela en la propia reseña del libro) en una evocación de la Guerra de las Rosas inglesa que, y hasta aquí puedo leer, sólo se parece a ese conflicto en el ambiente general, porque, una vez que las líneas empiezan a sucederse, los acontecimientos adquieren un vértigo narrativo que es imposible que hubiesen protagonizado dinastías de aburridos ingleses en el siglo quince.

No es, por tanto, el típico libro libro de literatura fantástica, mágico y predecible como tantos. Me he limitado a leer el original y desconozco nada de todo cuanto haya podido ser escrito tras la inspiración o burdo calco de Tolkien, pero háganme caso, Bilis jamás les recomendaría escoria alguna. (Ni votar, ni ver jugar al Atlético de Madrid, ni libros de mierda.)

Lo dicho, intrigas políticas a punta pala que se completan con la asombrosa creación de un descomunal muro al norte del continente (el de Adriano a su lado es un bordillo), usado para separar los reinos de los hombres de los pueblos salvajes y los Otros -malignos espectros helados, cuya existencia o no se pierde en la leyenda (como Guti, vamos)-.

Díganme una cosa: ¿Qué pasaría si en medio de una guerra civil inglesa se van introduciendo sutilmente templarios, mongoles, vikingos, convencionalismos cristianos, religiones paganas, sectas mahometanas, y todo ello se cubre con un aura de magia creciente que insta a pensar en que todo va a acabar peor que un Puerto Urraco protagonizado por Gandalf y Saruman?

El resultado podría ser una puta mierda como el sombrero del Septón Supremo, o la mejor novela fantástica de todos los tiempos (he bajado un poco el pistón diciendo únicamente fantástica, y es que hay que hay que tener en cuenta a Fray Perico y su borrico). Y, afortunadamente, es lo segundo.

Que me perdonen los fans de El Señor de los Anillos, entre los que me incluyo. Pero en el universo tolkiano, lo malo era malo, lo bueno era bueno, y Samsagaz Gamyi era un mariquita oculto en un armario-hobbit. Aquí, como en la vida real, nadie es bueno ni malo del todo y, ojo al dato señora que estamos que lo tiramos, nadie está exento de que le pase cualquier cosa. Incluso, cómo no, la inevitable cita con la Parca.

No se me encapriche del personal, que al Gordo Martin le cuesta menos que comerse un kilo de nachos viendo la NFL cargarse a su favorito y dejarle a usted con una cara de "la cabeza me quiten y me pongan la del Pato Lucas, que lo ha matado, el muy cabrón".

Así pues, encarecidamente les ruego que lean Canción de hielo y fuego, una obra repleta de intrigas políticas, batallas, acertijos ocultos, sexo, droga, rocanrol (rocanrol del medievo, pero rocanrol al fin y al cabo, o ya me dirán ustedes que no les pega ver a Iron Maiden versioneando Las lluvias de Castemere...) y, sobre todo, muchas, muchísimas frases míticas jalonando lugares y escenas donde la magia está regresando y cada detalle es un genial invento el demonio. Un demonio de más de cien kilos de maldad llamado George R.R. Martin que hasta en el nombre parece haber nacido para esto.

Me juego con ustedes los huevos de Dannaerys Targaryen a que, si empiezan a leerlo y su capacidad intelectual es superior a la de un lamelibranquio medio como el que se jalarán en próximos banquetes navideños, una vez alcanzado el cuarto o quinto capítulo, les será muy difícil dejarlo. Si llegan a la página noventa -donde culminará el primer capítulo de la serie que la HBO está preparando-, les resultará imposible.

No hay mejor antídoto para evadirse de de la suegra, del cuñado pesado, del primo de Bilbao o del sobrino listillo, que este tochazo inacabado entre manos. Léanlo al calor de un brasero con un copazo en la mano, y suya será la canción de hielo y fuego.

Que lo sepan, se acerca el invierno.

martes, 15 de diciembre de 2009

Forza Massimo!

Se llama Massimo Tartaglia y es el resultado de unir en un transmutador del continuo a todos los héroes de la historia de la humanidad, desde Braveheart hasta El Zorro, pasando por Espartaco (el torero no; el que interpretaba Kirk Dúglas, el padre de Maikel Dáglas) y Robin Hood con Doraemon, el Cojo Mantecas y el tipo que le lanzó un zapato a Bush; todo ello bajo los estrictos criterios de calidad y orientación político-filosófica de, por ejemplo, este blog.

Pues el amigo Massimo, que desde el pasado domingo día trece ha ascendido a los altares de mi Iglesia de los Sagrados Fluídos Páncreáticos y la Santísima Venganza, y gracias a ello oficia ya como santo patrón de Bilis, la chispa de la vida, es hoy nuestro protagonista.

Porque él lo vale.

Ya hera ora; ya está bien de a los malos de verdad nunca llega a pasarles algo malo de verdad. ¿Me siguen? Porque Franco murió en la cama; Hitler tuvo el lujo de suicidarse; el zapato que debía haber impactado en George Retraseitor Bush fue ágilmente esquivado por éste; Aznar se ha afeitado el bigote, dejando patente que no existe el supesto navajazo que le dieron en Logroño, y que la razón de ser de su mostacho era tan sólo que Ana Botella pudiera distinguirle de su hija Ana; e incluso lo de la paliza a Ramoncín en Alberite cuando se creía punk y orinó desde el escenario en la plaza del pueblo, parece más una leyenda urbana que otra cosa.

Solo un malo malísimo recibió su merecido, como en las pelis buenas. Al amigo Benito Mussolini los partisanos le llenaron las tripas de plomo contra una tapia, le ataron de una cuerda, le arrastraron por Milán, como si fuera el circuito del final del Giro del 45, y, con las mismas, le colgaron de la marquesina de una gasolinera.

Y también fue en Italia, desde luego. Estos espaguetis saben lo que se hacen; no en vano, el tipo de la mitra que tiene contacto directo con Dios ha decidido instalarse entre ellos. Por algo será.

Así que, cuando servidor se entera de que a la salida de un mitin un tipo se ha acercado a don Silvio con una réplica de la Catedral de Milán (para que luego sigan riéndole las gracias a Marylin Manson. ¡Que el gótico es peligrosísimo!) en la mano y le ha estampado doscientos gramitos de compacto yeso en la cara, sólo he acertado a pensar...¿habrá seguido este ínclito personaje al pie de la letra la ya mítica teoría de Las Tres Piedras?

Eso, amigos, nunca lo sabremos. Lo que sí que conocemos son los resultados de la jugada. Ojo al dato. Minuto y marcador en San Siro, Jose Francisco:

Un diente roto. Olé. Otro diente roto, y van dos. Olé y olé. Una herida interna en el labio. Ni tan mal. Una herida externa, también en el labio, con su consiguiente hilillo de sangre. Eso esta mejor, por lo menos que se vea, ¿no? Y para rematar la jugada una imaginativa fractura del tabique nasal que, no sólo encumbra la punteria del señor Tartaglia, sino que dará a Berlusconi una excusa para pasar por el quirófano por vigesimocuarta vez.

Gran corrida en la Monumental, compañeros. Dos orejas y el rabo para el maestro Tavaglia.

En fin, que tras las risas y el regocijo que produce ver como a un cabrón le dan por fin (una mínima parte de) su merecido, la cosa acaba con Berlusconi en el hospital, media Italia encantada y la otra media (bastante más de media en realidad) furibundamente indignada, y el agresor detenido, para posteriormente diagnosticarle una enfermedad mental y enchironarlo en un psiquiátrico.

Puede que Tartaglia esté como una regadera, pero, sinceramente, creo que el hecho de atizarle al sucio fascista mafioso putero ladrón corrupto de Berlusconi un mandoble con una réplica del Duomo y mandarle los empastes a la Vía Apia es uno de los actos más lúcidos que he visto jamás.

Quizás los locos son los otros, esos que han saltado como fieras a defender a Il Cavaliere o, mucho más aún, los millones que llevan años dándole su voto. Aunque locos, lo que se dice locos... no sé yo. Más bien tontos del culo.

Si ya lo decía el primo Machado (sí, aparte de al Fary, también conozco a otros grandes de la cultura española) cuando escribió aquello de 'El loco'.

No fue por una trágica amargura
esta alma errante desgajada y rota;
purga un pecado ajeno: la cordura,
la terrible cordura del idiota.

De idiotas como tú, Silvio; y como todos los que te votan.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

El usuario de 'Ibercaja' que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina

¿En qué se gastarían ustedes doscientos euracos? Piensen amigos, piensen.

Con two hundred talegos ustedes podrían, en función de sus gustos y aficiones, de sus pertenencias y necesidades, de sus filias y sus fobias, facer grande cantidad de cosas fermosas.

Podrían comprarse un disco duro externo de ochocientos gigabercios; un par de palés de tintorro de cartón a razón de dos centenares de cajas por palé; tres gramos largos de polvo colombiano; la discografía completa de Eskorbuto edición platinum en un lujoso estuche con réplicas de sus jeringuillas e incluyendo su mítico dueto con Chenoa (jajaja, ni de palo, ya no compra discos ni Dios, jódete Ramoncín); media cama Restform a abonar en cómodos plazos o pagarse las visitas de un mes a una casa de putas.

O quién sabe, incluso puede que se compraran ropa, comida, o algo menos exótico.

Bien, pues una vez puestos en antecedentes, al loro, que dijo Lapuerta, porque ésto (como las miniseries/maxipelículas con las que una yunta de guionistas corruptos por Lucifer han decidido hundir la vida de los ilusos que han puesto sus retinas en las sobremesas sabatino-dominicales de Antena 3 -¡cambiad de canal, insensatos!-) es una historia real:

Érase que se era, en el valle medio del Ebro, un hombre. Dicho hombre, ingeniero de vocación y estudiante de ¿profesión? encontró trabajo en la tercera gran ciudad de esta región de viñas, pueblerinos, niños blasfemantes y alcachofas y alli que se fue. Tras unos meses en el curro, decidió alquilarse una casa en su localidad de trabajo, para poder economizar algo de gasolina y tiempo, e invertir lo resultante de tales ahorros en sobar más por las mañanas y salir más por las noches.

Pero cuando esta historia de amor entre un cigoto ingenieril y su puesto laboral en lo más parecido a trabajar para los megacachondos, innovadores y comprometidos chicos de Google que se puede encontrar en La Ribera parecía ir viento en popa, la nave se hundió.

Todo comenzó cuando cuatro años antes unos diez millones de gilipollas decidieron poner al patán de José Luis Rodríguez Zapatero al frente de esta nuestra patria... !Ah, no! Que Zetapé, como todos los demás mindundis, payasos y chupópteros que nos gobiernan no tienen ni voz ni voto en la macroeconomía que rige nuestras putas vidas. Bueno, pues entonces no sé cómo comenzó todo, el caso es que nuestro protagonista se vió de repente y por culpa de la tan manida crisis, sin comerlo ni beberlo, en la puta calle.

Poco antes había sacado una cantidad considerable de pasta de su cuenta de Ibercaja, y al no tener que pagar alquileres, decidió volver a ingresarlo.

De esta manera, sacó del calcetín sudado en que guardaba la pasta el mismo billete de doscientos euros -que, para serles sinceros, no sé ni qué color tienen, tristezas de un tipo pobre con un teclado- que le habían dado en la sucursal de Ibercaja y volvió a ese mismo lugar a reingresarlo en su cuenta.

Y entonces, y es aquí cuando ustedes no se creen lo que cuento, yo flipo cuando conozco el caso y nuestro protagonista desea fervientemente haber vivido en Puerto Urraco hace cosa de veinte años, en Ibercaja le dijeron que ese billete - el mismo que ellos le habían dado días antes, recuerden esto- era falso.

Cara de póker. ¿Dónde está la cámara?

La verdad es que la palabra indignación es la primera que me viene a la mente. Miento, es la segunda; la primera no es una palabra, más bien es una frase completa, "preparar un cristo que lo de Columbine iba a parecer una chiquillada", aproximadamente.

Y, para rematar la faena, después de unos minutos de tensa y lógica discusión con los tipos de la caja, cuando ya había logrado tener acceso al director de la oficina, éste, moderno Alí Babá, jefe de ladrones, hijo de una hiena, le espeta, con una sonrisa en la cara ante la desesperada pregunta de "¿y ahora qué hago?", "pues puedes ponértelo en un marco, por ejemplo".

Llegados a este momento, lo suyo sería una inconexa reiteración de epítetos, insultos y juramentos con en único objetivo de faltarles al respeto a los hijos de la gran puta de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja, pero no lo haré.

En su lugar les pido, estimados lectores, que mediante sucintos comentarios muestren su opinión acerca de qué debería hacer nuestro protagonista. Estos ladrones con corbata y coches caros no sólo merecen que arranquemos nuestras escasas pertenencias de sus garras; además, a todos estos cabronazos les estaría bien una venganza tan horrenda e imaginativa que solo puede salir de las mentes de unos enfermos como ustedes, queridos consumidores de mis líquidos intestinales.

La idea de la cerilla y el bidón de gasolina, prestada por el payo Stieg Larsson, que no sabía como acabar sus novelas y se murió, ya me la he apropiado yo.

martes, 1 de diciembre de 2009

Ronceritis (making friends II)

Tengo un colega que hace la siguiente afirmación sobre Hitler. El primo Adolfito no tuvo culpa de nada. Sólo era un pobre loco al que setenta millones de gilipollas entregaron el país más poderoso de Europa para que él lo usara como su juguetito.

Pueden ustedes pensar que está un poco jodido de la cabeza, sí. Pero precisamente por eso es mi colega. Ya se sabe: Dios los cría y el Ayuntamiento los empadrona. Y si se paran a pensar, puede que no esté tan desencaminado. Si a cualquiera de ustedes, malditos enfermos, le dejan mañana la segunda economía mundial para que se eche unas risas haciendo y deshaciendo a su antojo, puede que no les diese por exterminar a millones de narigudos desprepuciados, pero me juego un huevo a que la preparaban parda.

Por todo eso, porque el mundo está lleno de locos dispuestos a pasar a la Historia como el más hijo de puta de cuantos humanos han hollado la Tierra y de gilipollas dispuestos a proporcionar a esos locos los medios para que los consigan, es de agradecer que Tomás Roncero sea un enfermo del Madrid en lugar de serlo de la raza aria. Y, sobre todo, que nadie le vaya a proporcionar la Luftwaffe para que nos someta a todos a su forofismo madridista.

Hace mucho, en mi libro de Física de COU, leí las palabras de un tipo afirmando que tendría muchos problemas en elegir al segundo científico más importante de la Historia, pero que no le cabía duda alguna con el primero, Newton. A mí, si me cuestionaran de igual manera en lo referente al espectro de periodistas españoles, podría encontrarme inmerso en un mar de dudas a la hora de elegir al segundo periodista español más repelente -Jiménez Losantos, Roberto Gómez, Urdaci o el Gordo que acompañaba al Calvo de la Fórmula1, se pegarían codazos por ese puesto-, pero en el número uno, nadie, y digo nadie, es ni será jamás rival para Tomás Roncero.

Hoy, cuando sólo han pasado un par de días desde que el Barça ganara a ese virus que produce la enfermedad del amigo Roncero, es un buen día para presentar a este individuo ante la estimada concurrencia de Bilis.

No sé cómo ha llegado, la cosa es que está aquí. Desconozco si goza o no de buena pluma -el pavo escribe en el As, y si ya el Marca produce gran repelencia, ése panfleto de Prisa no lo toco ni para limpiarme el ano con él-, pero su calidad periodística queda contrastada tan sólo con verle y/o escucharle en alguna tertulia deportiva.

En ese tipo de espectáculos deleznables, donde una sarta de tipejos compiten por ver quién defiende las tesis más idefendibles únicamente por pertenecer ésas a su equipo, al que sacan la cara contra viento y marea, haga éste lo que haga (esto no debería resultar extraño, ya que las tertulias periodísticas aparentemente serias siguen exactamente el mismo guión: lo mío bueno, lo tuyo caca), Tomás Roncero es siempre la estrella que más brilla.

No habla, aúlla. No argumenta, vomita palabras a una velocidad que sus musculos bucales, incapaces de moverse al ritmo con que su desquiciado cerebro proyecta su nazi-madridismo, no pueden asumir. Así, sus pensamientos se convierten en ininteligible verborrea que únicamente puede alcanzar algún sentido -mínimo- merced a sus continuas onomatopeyas, exclamaciones y risas forzadas.

No piensa, no razona; jamás medita ni reflexiona. Es la muestra viviente de la involución de la raza humana; un especímen que ha perdido totalmente su capacidad de raciocinio y se mueve regido por los impulsos más primitivos, retrocediendo hasta la época de las cavernas e incluso más allá. Su motivación no es la concecución de comida ni la búsqueda de seguridad para la manada, no. Ésos serían los argumentos que dirigirían el comportamiento de cualquier simio o protohomínido, pero a él le estan vetados. Roncero sólo busca herejes a los que convertir a su fé merengue. La Sagrada Orden de las Glorias Deportivas: el Real Mandril.

El único objetivo en la vida de este tipo es demostrar mediante ridículas teorías la superioridad absoluta del Real Madrid sobre todo y sobre todos. El Madrid es mejor que la ciencia, que el arte, que el ecologismo, que la cerveza, que el monoteísmo o el politeísmo, que la paz mundial, que la televisión, que la selva tropical o que un buen par de tetas; e indudablemente, el Madrid es en todo mejor que el Barça.

En el imaginario personal de este tipo, la palabra orgasmo viene ilustrada con una bomba de neutrones cayendo sobre el Nou Camp y reduciéndolo todo a cenizas.

Su nivel de profesionalidad y objetividad es fácilmente cuantificable: cualquiera entre cero y la puta mierda. Nada.

En España la raza periodística está fuertemente infectada por la estupidez y el servilismo, por no decir que abren la boca mucho y mal, apuntando siempre hacia el lado que les marca su bolsillo, o que tienen todos los traseros hechos a la medida de las pollas de sus jefes. Las motivaciones de los periodistas serios son más peligrosas y oscuras; pero las de los periolistos deportivos no han de ser menos censurables únicamente por lo estúpido de sus objetivos. (Al fin y al cabo, se pasan la existencia debatiendo acaloradamente sobre un mísero juego, como si en éso fuera la vida de alguien.)

Hay tipos impresentables de la talla de los señores Inda y Relaño, a la sazón directores del Marca y el As; gente como Quique Guasch, el tipo más bronceado del mundo al que el moreno ha debido penetrarle hasta el interior del cerebro para hacerle creer que está en posesión de la verdad y que puede hacer que todo aquel que se siente a menos de cuatro metros de él deba compartir su opinión solo por el hacho de que grita más que él, hermano; algunos pobres deficientes de los que hasta sus malditos compañeros hacen mofa y escarnio, como Manolete; analfabetos como José Ramón de la Morena; subiditos que se creen los más gallos del corral por dirigir una redacción que habla de tipos en calzoncillos corriendo por un prado como Abellán; o, directamente, idiotas como Roberto Gómez (perdonen, pero para éste no hay adjetivo definitorio que no conlleve la falta de respeto).

Todos ellos son capaces de convivir con la mentira constante con la misma naturalidad con que sus santas madres conviven con los treinta euros de rigor por un servicio de veinte minutos, pero se lo juro por mis muertos, yo que no soy para nada violento -sólo hace falta leer las cosas que publico en Bilis para darse cuenta de que soy lo más parecido a la tía abuela que les daba chocolate con galletas a los Osos Amorosos- me desquicio completamente cuando escucho al anormal de Roncero.

De entre todos los mierdasecas de este inmundo planeta que no tienen capacidad para hacer realmente el mal -como ya dije antes, los dioses son misericordiosos con la raza humana y no han querido que un tarado psicótico como Roncero haya tenido acceso a ningún puesto de poder que lo hiciera realmente peligroso-, es probable que Tomás Roncero sea al que más ganas me dan de meterle un azadonazo en la boca cada vez que la abre.

Háganme caso y quédense, tras esta sarta de amistosas declaraciones, con estas últimas palabras: si alguna vez se encuentran con Roncerdo, huyan. Es un tonto peligroso, y eso a mí me da mucho miedo.