miércoles, 12 de enero de 2011

Todofobia (making friends IV)

Odio.

Odio a todos aquellos que tienen, por la cara, cosas que no merecen, como Paris Hilton, o cualquier otra prostituta del estilo. Y odio aún más a los que, teniéndolas, se permiten dar consejos a los demás acerca de cómo hacer para sobrevivir sin tener lo que ellos poseen. Ahí entran el rey, la reina, el príncipe, sus hermanas (la fea tonta y la que parece normal y humana al lado suyo), y los tres millones de nietos que, a la que les llegue la adolescencia y descubran el martini y la cocaína, nos van a dejar a la altura de Sudán.

En el primero de los grupos anteriores también pueden encuadrarse aquellos que, sin tenerlas desde la cuna, se las han conseguido a base de no hacer nada, como Belén Esteban, Rociíto, o Letizia 'Vomitoaversinosemevédeperfil' Ortiz.

También podría entrar Belén Esteban en la categoría siguiente: odio a la gente que hace público alarde de su completa ignorancia.

Es por ello que odio a cualquier ministro que no sepa situar en un mapa todos los países del mundo. Y a los que sepan, también, pero por otras razones. Por respirar, por ejemplo, que es tan válida como cualquier otra.

Odio a los bakaletas que se jactan de la droga que se han metido delante de una cámara; odio a la selección brasileña de fútbol y también, aunque en menor grado, a la argentina.

Odio el cardo; el cardo sólo, el cardo rebozado, el cardo con almendras... lo mismo daría que fuese cardo con mierda. Odio que la calle esté mojada cuando no ha llovido. Odio Amar en tiempos revueltos, porque soy incapaz de continuar mis siestas en cuanto noto el revoloteo de sus insoportables diálogos. Y odio a los hijos de puta que me despiertan para alertarme de que han mejorado la cobertura de internet en mi zona, y que se han inventado un par de trolas nuevas esta mañana, mientras esperaban a que su mujer saliera del prostíbulo y fuera a casa a ponerles la comida, y me las van a comentar ahora dentro de sus nuevos planes de precios. Y, por encima de ellos, odio a sus jefes, que colocan en puestos cara al público, por ahorrarse cuatro duros, a personas de acento incomprensible que no saben si Albacete es una provincia manchega o una calle de Madrid.

Odio a los nazis. Odio a Intereconomía, que hace parecer bolchevique a Antena3 y El Mundo. Odio a Rouco Varela, y con él, a toda la jerarquía católica. Y odio más aún a aquellos nazis que aparentan renegar de ello.

Y, tanto o más que a ellos, odio a los jodidos progres, que no hacen sino dar a los nazis razones de peso para que nos pasen a todos por la vaporetto a la polaca.

Entre ellos, odio especialmente a músicos, actores, y otra serie de iluminados, que se creen con derecho a educar moralmente a la sociedad cuando ellos son, día tras día, espejo de todos los vicios, escándalos y degeneraciones de la raza humana que puedan imaginarse.

Y, especificando más, odio a esos artistazos que, no contentos con vivir en Miami, Aruba, Suiza o el coño de la Bernarda, para evadir los impuestos españoles (con lo fácil que es directamente, mentir a Hacienda, como la Campanario), tienen la inmensa cara de pedir que la Justicia condene a un tipo por bajarse una de sus canciones. (Que sí, deberían condenarles, pero por exponer a sus inocentes oídos a esa mierda infecta).

Odio a todos los que, por tener una imagen pública, como Farruquito, la mentada Campanario o Guti, pueden pasarse la justicia por el forro de los cojones, y conducir borrachos o intentar camuflar a su madre de inválida para pescar subvenciones, sin que, cuando les descubren, pase nada.

Odio a todos los que matan en el nombre de una patria o un dios, y a todos los que les alientan y justifican: desde los talibanes al idiota convencido que te pone el pacharán en una herriko taberna.

Odio a todos aquellos que, sometidos a la humillación o mierdecillas innatos ellos, aprovechan la posibilidad de venganza con el débil que más cerca le pilla: los hombres que pegan a sus mujeres, el Reino de Marruecos con los saharahuis, o CR7 metiéndole goles a manta al Levante sin haberse quitado aún la orina de Iniesta de la cara.

Odio al periodismo en general, y al deportivo en particular. También odio a Gonzalo Miró, que se cree periodista cuando sólo es un anormal con barba de tres días.

Odio al Estado español, que oprime al pueblo vasco; odio al pueblo vasco, que oprime al pueblo riojano; y odio al pueblo riojano, por feos.

Odio al Partido Popular en toda su extensión, con gaviota y todo. Y a Esperanza Aguirre (y al que conducía el helicóptero, por volar tan bajo), a Esteban González-Pons, Fabra, Pedrone, y Cuca Gamarra en particular. Odio al Partido Socialista, ante los cuales, el temor a que su estupidez sea contagiosa, me impide aprender sus nombres.

Odio los documentos bilingües/trilingües/cuatrilingües/laputaTorredeBabelenunimpresoparacualquierchorrada en lugares donde sólo sabemos hablar castellano, y mal. Mientras tanto, vas a Cataluña, los carteles están sólo en polaco, y si te multan por ello, tienes que reírte (en catalán).

Y para acabar, como siempre, un poco de cultura: en esta ocasión la bella estrofa final de Rencor, el primer sínguel de aquel gran grupo, tan injustamente denostado por crítica y público, que fue Beso Negro:

Odio a ETA, a la madera, odio al Real Madrid; por mí os podíais morir. Chán-chán.

5 comentarios:

Antonio dijo...

Soberbio, sublime, maravilloso. Me se acaban las palabras. Qué torrente de odio, cuanta belleza… se me saltan las lágrimas. Eres al odio lo Bécquer al amor. Chaval, que sepas que te espera un sillón en la Academia y un lugar en la historia.

Tampoco te crezcas, la entrada anterior no la entendí.

Yaha! dijo...

¿Vio usted el video de la entrada anterior en la que una abuela gallega gritaba las verdades del barquero desde su ventana?
Poco más hay que entender, la vieja es la puta ama, y en 'Bilis' la premiamos por ello.

Pilar dijo...

Y yo que pensaba que tenía mucho odio interior...
Te ha faltado un odio a Mourinho.

Yaha! dijo...

Queda inscrito dentro del odio general al Real Madrid, pero Mourinho es un caso atípico.
Es tan caradura y deja una imagen tan barriobajera del Madrid, al que siempre nos han pretendido vender como el adalid de la caballerosidad, que en ocasiones hasta me hace gracia.
Lo que no quita que, cuando empieza a meterse con los clubes pequeños, me den ganas de saltarle todos los dientes con un remo.
Aupa Preciado!

Anónimo dijo...

Aprovechando la coyuntura de este blog diré que ODIO "Amar en tiempos revueltos" porque sus estomagantes diálogos, sus calles de cartón piedra, siempre la misma bicicleta en el mismo lugar, la misma maceta y esos personajes (menos el Salvatierra ese que está buenísimo, el padre digo)sobreactuados, estúpidos, tontainas, mojigatos, simplones, bobos, absurdos, meapilas ME REVUELVEN hasta la primera papilla. La odio porque los guionistas deben ser unos ignorantes que no saben nada de historia, que no tienen ni idea de cómo se vivía en aquella época y porque son más malos que malos haciendo guiones. La verdad, solo la veo para reirme y para criticarles, que se le va a hacer. Al único que salvo es al de la voz rota, al Salvatierra, jo que tiazo, está como un tren de mercancías peligrosas.
Hale, que les den.
ANITA