Los adelantos de la comunicación le permiten a servidor, a través de Bilis, colgar su particular panfleto en la esquina más transitada de su ciudad -así, con un cartel en una puerta empezó Lutero- para que todo el que quiera lo lea.
Lamentablemente, este modo de expresar opiniones, a pesar de su grandísimo potencial, no tiene, en la práctica, un alcance muy amplio. La casualidad se ha tenido que poner muy del lado de las hordas intestinales a las que represento para que usted, estimado lector, se encuentre ahora ante estas líneas; mientras que cada mañana basta con asomarse hasta un periódico, un canal de televisión o un punto cualquiera del dial, para darse de bruces con multitud de fascistas, progres iluminados o, directamente, de imbéciles, contándonos monsegas no mucho más válidas que esto que lee.
Competir desde un blog contra Vocento, Prisa o la Cope -o incluso contra otros medios que estén regentados por humanos y cuya línea editorial no llegue vía Mordor- es, como ven, inviable. Como contrapartida a todo esto Bilis ofrece una enorme ventaja a todos aquellos que hayan tenido el infortunio de gastar su vista -sin duda ya de por sí castigada debido al descontrolado consumo de pornografía, prensa rosa o partidos de la selección española- leyendo estas humildes líneas: la participación.
Que cada cual diga, en buen castellano y defecándose sobre quien le venga en gana, lo que le salga de los cojones. No se contente, apreciado internauta, con leer y hacer algún que otro comentario sobre mi ridícula prosa o mi dudosa capacidad mental, y anímese a proponer temas nuevos. Todo lo que sea odiar está bien visto en Bilis.
Ni siquiera el viejo curilla agustino daba la posibilidad de añadir nuevas quejas bajo su hoja de papel en la catedral de Wittenberg. Imagínese en qué hubiera desembocado el protestantismo si en un papel adjunto a la denuncia luterana los viandantes hubieran comenzado a depositar sus odios contra Gran Hermano, la recesión económica, Luis Aragonés o el precio de la gasolina...
Sean pues bienvenidos a Bilis, en donde podrán ustedes aborrecer a mansalva, a todo lo que se menee. Lo recomiendan nueve de cada diez endocrinos: cada semana, una racioncita de mala hostia.
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