martes, 17 de febrero de 2009

Una de crítica literaria

Encontrábase servidor ordenando unos libros cuando me dí cuenta de que tengo más libros del señor Arturo Pérez-Reverte que cintas de chistes de Arévalo. Eso tiene que ser una señal.

De todos es sabido que Bilis está concebido por y para el odio, y la verdad es que no se puede decir que odie a don Arturo. Más bien al contrario. Soy un lector asiduo del caballero, tanto de sus novelas como de sus artículos, pero como él si que es un tipo muy proclive al odio, hoy vamos a darle un repaso a algunas las cositas que este murciano (otia pijo, güeba) ha parido y que se yerguen sobre mi estantería superior. Al lío.

El Club Dumas y La Tabla de Flandes

Libros de misterio, bastante buenos. Debido a que me los leí más o menos cuando los dinosaurios poblaban la Tierra, en aquellos tiempos en los que dentro de mi váter había un sofá, no sabría valorar su grado de risión.
Como la resolución sobrenatural de misterios siempre me ha parecido algo cutre y más propio de un niño de nueve años que de un escritor profesional, me quedo con La Tabla.
Comenzaron con estos dos las adaptaciones al cine de las novelas del susodicho y, como se verá a continuación, todas ellas me producen una indefinible mezcla de asco y pena.
Destacar que, afortunadamente, la siguiente vez que Reverte se dio un paseo por Flandes ya iba acompañado de Alatriste, y el resultado fue más que satisfactorio.


Las aventuras del capitán Alatriste

Estocadas en callejones oscuros y mucha épica; tipos que no se lavan, se matan entre ellos por menudencias y hacen lo mismo con el prójimo por trabajo. Una gran país, así era el Imperio que tanto loaba Paquito Franco.
Todos ellos poseen risión a mansalva. Los hay con más intriga o aquellos donde predomina la acción, que particularmente son mis favoritos. Pasajes sangrientos, plagados de peleas, explosiones, asaltos y degüellos demasiado explícitos para ser disfrutados por un progre zapateril amante de las primaveras perpetuas. Hay pasajes menos sangrientos, como el de la taberna del Chorrillo, que tampoco te enseñarían en catequesis.
A decir verdad, no te enseñarían nada de lo que sale en estos libros; la Iglasia queda retratada como una secta de locos y sinvergüenzas fanáticos ansiosos de poder. Quién lo diría, ¿eh? Cosas de la ficción...
De momento hay seis libros, pero vendrán al menos dos más.Ansío que en el próximo volumen (Misión en París) Reverte se digne a hacer cruzar el acero de Alatiste con el de D'Artacan para que le raje cual jincho de polígono. Los Mosqueperros han creado odios imposibles de superar.
Los libros son cojonudos, pero algún lumbrera debió de ver el éxito en pantalla de Frodo y cía. y les dio por grabar la peli. Y la jodió del todo. Porque a pesar de robarte los seis euros de la entrada, la película más cara del cine español no tiene presupuesto para un narrador. Por eso, quien no ha leído los libros tiene menos futuro que Serafín Zubiri en La ruleta de la fortuna, y el que los ha leído tan sólo puede poner cara de póker y rezar para que, después de destriparte el final de alguno de los protagonistas de la saga, Agustín Díaz-Llanes se cruce contigo por la calle para abrirle en canal con una vizcaína.

Cabo Trafalgar

"El teniente de navío Louis Quelennec está a punto de entrar en los libros de Historia y en este relato, pero no lo sabe. De lo contrario, sus primeras palabras al amenecer el día tal, hubieran sido otras.
-Hijos de puta -dice el teniente."
Un libro que empieza más o menos así tiene, por cojones, que contener grandes dosis de humor. La superpoblación de gaditanos que hablan castellano peor que un orangutan criado en una aldea de Lugo no hace sino abundar en ello. Sangre a manta y una bonita escena final que, a pesar de la bandera, pasa bastante de patriotismos idiotas.
Conste también en su haber que la segunda vez que el tal Quelennec abre la boca, dice:
-Hijos de la gran puta.


La carte esférica

No todo pueden ser elogios. Hay que tener en cuenta que incluso los hombres más grandes, como Pedro Reyes o el Fary, también tienen que hacer cosas feas en ocasiones. ¿O se creen ustedes que Reverte no caga? Pues sí, lo hace, y yo tengo 478 páginas que lo demuestran.
Leído hace demasiado tiempo como para extenderme más en una crítica que resulte fiable, me contentaré con decir que preferiría tener que comerme las tapas a leermelo de nuevo.

Y para acabar, La sombra del águila

Venturas y desventuras de un grupo de soldados españoles embarcados en el ejército napoleónico durante la campaña rusa. Comienza bautizando al emperador como le Petit Cabrón y acaba con una épica demostración de amor homosexual ibérico. Todo ello regado con mucha sangre y el habitual humor revertiano que incluye, por ejemplo, una increíble estocada a Rocío Jurado sin venir a cuento que hará las delicias de cualquiera que odie fervorosamente la copla.
Es muy cortito, y una vez que se ha leído por completo y se conoce la trama, puede abrirse por cualquier página y, sin prestar demasiada atención al argumento, dedicarse a esquivar intestinos y metralla en el campo de batalla o deleitarse con las aversiones del señor Reverte y partirse todo lo que cultamente se viene llamando la raja del culo.

Probablemente el mejor libro de todos los tiempos. Chúpate ésa, Tolkien.

1 comentario:

Pilar dijo...

Siempre recordaré este artículo de Reverte que leí hace muchos años en el Semanal:

http://www.enorihuela.com/Pasatiempos/cojones.html