sábado, 11 de junio de 2011

Los sitiados

Tal día como hoy, hace cuatrocientos noventa años -que se dice pronto-, la ciudad amanecía por primera vez en semanas sin la ominosa visión del ejército francés cercándola al otro lado de sus murallas.

Los gabachos de Asparrot habían huído durante la noche hacia la Navarra que pretendían liberar de la anexión castellana, y ya desde el ocaso del día diez las campanas habían repicado frenéticas, cantando victoria.

Casi cinco siglos después, el campamento no está fuera de la ciudad, sino en su mismo corazón. Pero los sitiadores también están dentro, y esta misma mañana han ocupado sus asientos como concejales electos. Diez de derechas, diecisiete de ultraderecha. Veintisiete personajillos que se raparten, con apenas el respaldo de un tercio de la población, los cuantiosos sueldos que implica la regencia municipal, y todas las demás prebendas que puedan surgir de sus mangoneos internos y sus tejemanejes con el capo inmediatamente superior.

Y, como aquí, en todos los demás lugares de España, aunque en la mayoría de ellos sin gabachos, y con los indignados privados de los adornos medievales que aquí les mimetizan con el gran mercado frente a la palza de la catedral, la que tomaron hace ahora casi un mes y que ahora comparten con los comerciantes antes de la -probable, momentánea, vigilante- retirada.

Parece que, tras un mes de ruido, llega el momento de abandonar las plazas. Al menos las más céntricas, aunque el movimiento del 15-M tiene la sana y loable intención de pervivir en las calles, en los barrios, con menos ruido mediático quizás, pero con el mismo espíritu.

¿Qué se ha conseguido tras un mes de ocupación de la vía pública? Nada, dirán muchos. Dar una holgada victoria al PP, cuyas falanges jamás descansan, y acuden en marcial formación a cada batalla de las urnas, dirán otros.

En realidad, es poco lo inmediato conseguido, pero mucho lo propuesto, mucho lo debatido. Y, sobre todo, es muchísimo lo ofrecido: la imagen de una sociedad viva, que no se deja pisar, que protesta ante el engaño tras una eternidad de silencio sumiso.

Las propuestas que el Gobierno o los medios de ultraderecha piden a la población indignada son las mismas que ellos se muestran incapaces de dar, pero es mucho más fácil criticar al que protesta que admitir que todo es una puta mierda que debe ser cambiada de arriba a abajo. Claro, cuando estás arriba, el vuelco no resulta muy llamativo.

Dicen que no hay propuestas. Las habrá. De momento, lo que sí ha habido es un mes de primavera con gente tomando -literalmente- las calles, poniendo sitio a una casta miserable que, en algún momento, seguro, ha llegado a temer por el futuro de su inamovible chiringuito.

Acosados, encerrados tras las murallas del paro, del capitalismo brutal, de la privatización de servicios públicos, del poder del dinero, la gente ha comenzado a escapar de su letargo y resistir.

Hoy se levantarán la mayoría de los campamentos, justo en el día en que se constituyen la mayoría de los ayuntamientos. Ellos, los ciegos, los que nada ven porque ni siquiera se dignan a mirar, pensarán que han ganado, y que su insumergible sistema se mantiene a flote, tras el embate de una pequeña ola de verdadera democracia popular. Que crean lo que quieran; también el Titanic era invencible.

Hace tiempo escuché una cita del recientemente fallecido Jorge Semprún. "He perdido mis certezas, pero mantengo mis ilusiones". Puede que las propuestas concretas tarden en germinar, pero la semilla ya ha sido plantada en el terreno fértil de esta revolución de conciencias.

Salgo de la plaza, y subo por una pequeña calleja en cuesta que va a dar a otra plaza, ésta ya sin casetas de aspecto medieval, ni indignados, ni música, ni nada. Sólo viejos, palomas, jardines y una gran estatua ecuestre de un prócer de la Patria. Y allí, apartada, ocupando la pared de lo que debió ser el frontal de una tienda hoy desocupada, aparece otra cita, que la misma cochambrosa pared atribuye a Thomas Alva Edison: "Los que aseguran que es imposible, no deberían interrumpir a los que estamos intentándolo".

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