jueves, 22 de septiembre de 2011

¡Viva el verano!

Puede que para muchos de ustedes las vacaciones sólo sean ya un lejano recuerdo. Quince o veinte días -los más afortunados- en julio o agosto suenan hoy, con el otoño ya sobre nosotros, como una vieja época, tan olvidada que muchos pueden incluso dudar de que esos días llegaran incluso a existir.

Otros, menos ajetreados pero sin duda más desafortunados aún, viven en un perpetuo estado estival. En España son, más o menos, cinco millones. Los lunes al sol.

Pero, como contrapunto a todos aquellos que no tienen qué llevarse al bolsillo por falta de trabajo, también hay otros, unos seiscientos o setecientos -no sé cuántos son los hijos de puta desvergonzados que cobijan nuestro Congreso y Senado- que practican la fechoría inversa: cobrar sin dar un palo al agua.

Y no me refiero a esas intrascendentes sesiones en las que la televisión nos muestra un hemiciclo vacío casi por completo de parlamentarios, sin duda ocupados en otras tareas de vital importancia para la susbsistencia de la patria -insultarse unos a otros; gastar en una comida pagada por sus dietas lo que un currante normal ganaría en medio mes; gritar al chófer de su coche oficial blindado; meterse cocaína en los baños de las Cortes; o tocarse las pelotas, directamente-, que a eso ya estamos más que acostumbrados.

No. El problema no es lo poco que trabajan cuando trabajan. El problema es lo poco que están trabajando. ¿Se entiende?

Vamos, que tienen más vacaciones que el sastre de Tarzán, que diría Chiquito de la Calzada.

Porque después de dos meses sin sesiones en las Cortes -ya me dirán qué trabajo normal para todo el verano por vacaciones-, resulta que hoy, y con las elecciones a dos meses vista, los vagos de ellos, siguiendo una legislación creada por ellos mismos con vistas a palparse el escroto con una periodicidad vergonzosa, han decidido poner fin al curso político.

Con dos cojones. Dos meses de vacaciones, veinte días de trabajo, y otros dos meses de vacaciones, dedicadas éstas, además, al autobombo y el insulto constante con el dinero del contribuyente. Con tu dinero. Con el mío, si yo tuviera de eso.

El 21 de noviembre Mariano Rajoy será presidente del gobierno y, por lo que se ve, el 22 ya no habrá paro, lloverán billetes de 200 euros y todos seremos más felices que los bichitos de La Aldea del Arce.

Todo eso estará genial; el paraíso en la tierra llegado a lomos de una gaviota. Pero, qué quieren que les diga, casi que prefiero no arriesgarme a un empacho de tantísima felicidad y rogar porque los engañados que decidan ir a justificar con su voto a estos sinvergüenzas el 20-N provoquen un resultado similar al de Bélgica, creando un panorma de ingobernabilidad que nos tenga, como ha tenido a los belgas, un añito y medio largo sin gobierno.

Los hijos de puta que asientan sus traseros en las bancas del Congreso y el Senado seguirán cobrando por nada pero, quién sabe, igual así les oíamos menos.

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