jueves, 22 de mayo de 2008

Piensa en verde

¡Qué bonito es el amor! Nuestro planeta necesita ser respetado, porque es lo más importante que poseemos, y si no pensamos en él las generaciones futuras no podrán disfrutar de esta naturaleza que tanto nos complace. (Breve parón para limpiarse el ojete con un billete de 500 euros.) La Tierra cuenta contigo. We are the world, we are the children. Porque somos el futuro, porque queremos lo mejor para tí. (Nótese que la ambigüedad está tan perfectamente lograda que lo mismo vale para vender un coche, un lanzallamas, o para ilustrar cualquier programa electoral.) Pon también que por cada diecisiete millones de ojivas nucleares que vendamos le curaremos la pata a un pingüino.

Y así es, sin que medie exageración o falta alguna a la realidad, la vida de un empresario contándole a un publicista cómo quiere su próxima campaña.

Desde los míticos anuncios de Repsol, Endesa –el más reciente, ése que empieza con una niña diciendo "papá, quiero tener un hijo..." es lo más cursi y falso jamás parido por un publicista– o Iberdrola, que se jacta de vender energía verde –placas solares, molinos de viento, fuerza de las mareas, energía elástica de los esfínteres al tirarse un pedo...– aunque la que producen de esta manera sea tan sólo una ínfima parte del total que venden, originada mayoritariamente en las hipercontaminantes centrales térmicas, pasando por otros como la General Motors o cualquier otra compañía automovilística, unos de los mayores contaminadores del mundo a los que les falta tratar de haceros creer que, aparte de hacernos felices mediante el movimiento de cierto número de bielas y pistones, el humo de sus tubos de escape hace crecer la capa de ozono. Resulta que todos ellos son hoy los adalides de lo verde. Papá quiero tener un hijo... de puta como tú.

Pronto se sumarán a esta carrera Paco el Pocero, el visionario capaz de crear una ciudad para cincuenta mil personas en medio de un erial castellano pasándose por el forro de sus cojones la falta de agua; y la Fefasa, la maravillosa fábrica de Miranda de Ebro que se encarga de fabricar humo nauseabundo y que como residuo a veces –sólo a veces– produce algo de papel.

Ahora la moda está en el verde, y el fomento del consumo desmedido, que es sin duda alguna la actitud que más daño hace a la naturaleza de cuantas envilecen nuestra sociedad actual, se vende bajo la maravillosa apariencia del ecologismo.

Menos pensar en ese falso verdor y más pensar en negro, o en amarillo, o en rojizo vagabundo, o en como quiera que se llame el color que tienen en la cara los que se mueren de hambre en Guatemala. No sólo es mentira que respeten nuestro medio ambiente, sino que, además, destruyen otros que nos pillan lejanos para venir a vendernos aquí sus mierdas.

Hasta ahí llega la dureza marmólea de sus caras. Hasta ahí y más allá, pero de eso, de falso ecologismo, de hipocresía y sobre todo de biocombustible e hijos de la gran puta habrá tiempo de escribir en ocasiones venideras.

No hay comentarios: