viernes, 23 de enero de 2009

Soraya, la hembra

Nueva muestra de coherencia y dignidad en la política española. Nuevo ejemplo de cómo puede uno caer más bajo cuando ya se había estampado contra el suelo.

Por si no fuera poco con dedicarse públicamente a acusarse de todo, como niños de ocho años, la casta parasitaria que gobierna con mano irrefrenablemente corrupta esta parcelita llamada España, también tiene la costumbre de, con preocupante frecuencia, perpetrar performances que demustran de qué pasta están hechos, cuál es su verdadera catadura moral, y lo que les importa realmente su labor política fuera de lo que sea meramente aparentar y medrar. Una puta mierda de grande como el sombrero de un picador. Ni más ni menos.

Si no saben, queridísima escoria social del siglo veintiuno, de qué cojones les está hablando en esta ocasión el tipo este raro que lo odia todo, se lo explicaré breve y muy gustosamente.

Se trata de que la portavoz del Partido Popular, doña Soraya Sáenz de Santamaría, ha aparecido recientemente en un dominical posando ¡en camisón!

Tóquense los cojones, y de paso comprueben si siguen en su sitio o si han migrado del susto tras imaginar la estampa; no digo ya si han tenido la malsana curiosidad y han visto, como yo, la pose -presuntamente, no vayan a pensar- sexy de la susodicha.

Yo lo he visto en la web de El Mundo, que es el periódico en cuyo suplemento aparece el reportaje. Titulan, sin complejos, con "Pedrojota arranca a Soraya su lado más sensual". Y pone Pedrojota -escrito así, todo junto, que parece que en El Mundo hay tan buen rollito que es de ley llamar al jefe en plan colegueo; seguro que cuando se cruzan con el señor esposo de Ágata Ruiz de la Arcada por los pasillos chocan los cinco en plan rapero.

Pero volvamos con Soraya, mis asustados -si han visto o tan siquiera imaginado la foto- lectores. Se ve que con este tipo de actuaciones pretende ganar credibilidad la portavoz de los tipos que, supuestamente, son los encargados de evitar que Bambi y su gobierno nos lleven a la ruina. A mí, sinceramente, me da lo mismo que una señora, de buen ver o no -como es el caso- salga ligera de ropa donde le venga en gana; lo que me jode más es que después se dedique a dar hipócritas lecciones de moral al personal.

Quizás mañana Sorayita tome la palabra tras el atril pepero y continue su habitual diatriba reaccionaria y retrógrada, como si su pose en ropa interior no la hubiera significado nada.

Quizás nos sorprenda con un ataque de feminismo, tan usual en las políticas españolas. Quizás aparezca quejándose amargamente de que los hombres ven a las mujeres como un simple objeto, otorgándose una categoría de víctima que, desde su posición -pudiente- no adoptaría si tuviera un mínimo de vergüenza. Porque generalizar el término mujeres, y compararse con una maltratada, una emigrante o una trabajadora, y meterse en ese mismo saco de opresión machista que ellas por la mera razón de gastar conejito no cuela. Hay mujeres y mujeres, y, desde luego, las políticas con altos cargos en partidos filofascistas y sueldos imagino que tan altos como sus cargos, no pueden jugar a hacerse las víctimas.

Quién sabe. Todo es posible. Porque cuando va de femina guay mucho hablar de vejación a la mujer; después, cuando va de esposa decente, mucha defensa pública de las virtudes de la familia tradicional o el matrimonio católicamente consagrado, mucha crítica a la sociedad sin valores que propugnan sus enemigos políticos... pero en cuanto le ponen delante el caramelito del fotógrafo, cae vilmente. Como una paleta cualquiera a la que se engaña ensalzando su inexistente erotismo para que pierda la cabeza, olvide todo cuanto pregona, y meta la pata hasta el hilillo del tampón en el casposo mundo de las portadas, las entrevistas glamurosas y la prensa rosa.

Y lo de menos es que Soraya sea del PP; cuando, allá por la primera legislatura socialista del siglo -aquella que vino después de que mentiras, engaños, desprecios constantes a la inteligencia de la población, herederos inútiles y bombas en trenes cambiaron el devenir de unas elecciones cuyo resultado parecía cantado y que nos dejaron mordiéndonos a otro perro con menos pinchos en el collar-, las ministras de Zapatero aparecieron posando con modelitos de última moda de los diseñadores más exclusivos del país, también dejaron bien a las claras cuales eran sus conceptos acerca de igualdad entre sexos, no discriminación de la mujer y, sobre todo, socialismo. Que no eran otros que sesiones de fotos en lujosos salones vestidas con carísimos modelitos, cual excéntricas baronesas o actrices de cine. Lo que viene siendo el día a día de la mujer trabajadora española, desde luego.

En fin, que ya que Soraya se muestra sin complejos tal y como es ella (y por extensión todos los de su casta política, sean del signo que sean), desvergonzada, ajena a la realidad, narcisista e hipócrita, y nos lo pone a huevo, como si esperara que cada uno de sus cuarenta millones de peones les faltemos al respeto, podría hacer un comentario machista, y decir que el lado más sensual de Soraya es concretamente el lado de un muro de hormigón de cuatro metros de espesor opuesto al que yo me encuentre; podría decir que presumo que el fotógrafo tuvo que ir a que le extirparan las córneas cuando la voceras de Rajoy intentó continuar con su posado para culminar con un desnudo integral; o que tras la visión de la señora, o señorita, desconozco el tratamiento que he de dispensar a una treintañera fascista, en ropa interior probablemente le den los Juegos Olímpicos a Teruel antes de que servidor vuelva a tener una erección.

Pero no lo diré. Soy un caballero.

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