Cristiano Ronaldo es el mejor futbolista del mundo. Y el mejor pagado. Y el más guapo. Y el más listo.
Cristiano Ronaldo jamás ha perdido un balón; puede lanzar un penalti de cabeza; regatea mejor que Garrincha; lanza las faltas con más efecto que Oliver Atom, más fuerza que Marc Lenders y más humor que Bruce Arper. Cristiano Ronaldo saca los corners y los remata él mismo.
Cristiano Ronaldo soñaba con jugar en el Real Madrid desde que era un inocente jovenzuelo y ahora todos los niños del mundo quieren ser como él cuando sean mayores.
Cristiano Ronaldo vende más camisetas que Zara, es más popular que el tipo de "contigo no, bicho", hace tantos anuncios que está presente en televisión más tiempo que el teletexto y su presentación como madridista es el acontecimiento histórico más grande desde la llegada del hombre a la luna.
Cristiano Ronaldo salva gatitos de incendios, ayuda a las ancianas a cruzar la calle, evita que se extinga el lince ibérico y pone la equis en la casilla de la Iglesia cuando hace la declaración de la renta.
Cristiano Ronaldo corre los cien metros en siete segundos, gana el mundial de triple salto con solo dos brincos y una vez le hizo veintiún tantos a Titín. Nunca se le ha colgado el ordenador y le toca el Euromillón una vez cada dos semanas. (La otra semana pilla cacho en la Bonoloto).
Cristiano Ronaldo es el yerno perfecto, el marido ideal, el sobrino deseado, el cuñado idílico y todas las mujeres del mundo ansían ser penetradas por él.
Cristiano Ronaldo tiene la elegancia en el vestir como algo inherente a su persona; de la misma manera que los hombres normales tenemos como algo innato llorar tras ser paridos para poder respirar, que Jose María Aznar no tolera la felicidad o que Jose Luis Rodríguez Zapatero venía de serie con retraso mental.
Cristiano Ronaldo echa el papel y el cartón en el contenedor azul, el vidrio en el verde, el plástico en el amarillo y en el otro, nada. Porque no sería propio de Cristiano Ronaldo generar residuos orgánicos.
Cristiano Ronaldo era el más popular de su instituto y en el baile de graduación vio la belleza interior de una de las mocetas del club de debate y la eligió reina en lugar de escoger a la jefa de animadoras.
Cristiano Ronaldo se mete la farlopa a carretillas.
Cristiano Ronaldo escribe mejor que García-Márquez, pinta mejor que Goya, actúa mejor que Antonio Resines, cocina mejor que Arguiñano, la chupa mejor que Celia Blanco y canta mejor que el difunto Fary.
Cristiano Ronaldo multiplica los panes y los peces, convierte los triskis en bollycaos y se lava la cara con aceite koipesol.
Cristiano Ronaldo, cual Tywin Lannister merengue, mea colonia y jiña lingotes de oro.
Y si a Cristiano Ronaldo, estando en su casa de Madeira, se le ocurriera ir al baño a mear, el presidente de laSexta, Manolo Lama y Eduardo Inda, director de Marca, que se encontrarían en sus respectivos domicilios de Madrid, aparecerían inmediatamente ante él sin apenas darle tiempo a bajarse siquiera la cremallera, con la loable intención de que el nuevo Dios del mundo pudiera elegir en cuál de sus tres culos introducir su portentosa verga.
Pero, a pesar de semejante colección de virtudes, hay algo que se le resiste. Lo único que Cristiano Ronaldo no puede hacer es arrebatarle el siete a un espantapájaros patizambo lanzador de penaltis a Barthez apuntando a la escuadra y orgulloso poseedor de las mismas Eurocopas que servidor. Ni nunca podrá.
¡Raúl selección!
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