Solo hay un título porque las cosas son así. Alguien decidió -con buen ojo, por cierto- que los títulos de los escritos fueran más cortos que los escritos mismos y yo no voy a cambiar las cosas ahora. Imaginen sino cómo sería, por ejemplo, El Quijote, poniendo en práctica el supuesto anterior. Pues sería una novela de menos de ocho palabras, algo que dificultaría mucho su ascenso a los altares de la literatura universal; o bien estaríamos ante un título de centenares de páginas, que tampoco es que fuera a tener mucho tirón y provocaría que la revista del Círculo de Lectores tuviera un grosor similar al del listín telefónico de Tokio; pero en el hipotético caso de que una entrada admitiera centenares de títulos, Perforación no es algo curricular, Desgarro en el Rectorado, Agáchate que voy o La década prodigiosa, serían algunos de ellos.
Bueno, y después de todo esto, al lío. Y el lío es que, aprovechando la celebración del Día del Orgullo Gay, la Universidad de La Rioja ha tenido a bien colocar la bandera arcoiris que representa al movimiento homosexual -no sé muy bien que significa esto, ¿lesbianas haciendo aerobic?- en la puerta de su edificio principal.
No haré chistes ni gracietas sobre el tamaño y forma fálica del mástil que sustentaba la bandera arcoiris, ni tampoco sobre el jocoso hecho de que todas las enseñas que habitualmente ondean en el Rectorado estén en el lado derecho de la escalinata y que ésta, la bandera gay, ondee en el contrario. En la acera de enfrente, vamos.
Pero no, me callaré todo eso y me limitaré a mencionar que el hecho de que una institución que lleva robando tu escaso patrimonio y humillándote hasta la extenuación durante ¡nueve! largos años coloque esa bandera en su fachada en plena época de exámenes, no puede constatar sino que se divierten dándote por el culo.
Y no hay más.
Bueno, si hay más. Hay mucho más. Está el incomprensible hecho de que dicho emblema luzca en determinados lugares cuya actividad nada tiene que ver con el reclamo a un tratamiento igualitario para aquellos cuya opción sexual no corresponde con la de la mayoría de la población; por poner un ejemplo, la sede de Comisiones Obreras, o la propia Universidad que, para más cojones, es una institución pública.
Puede que lo hagan por el simple hecho de que mola seguir esa ridícula moda de celebrar Días Internacionales de miles de mierdas, como el dedicado a los conductores de sidecares, los jubilados con síndrome pre-menstrual o a los afiliados a las FAES (que, casualidades, se celebra el mismo día que el de los nostálgicos de las juventudes hitlerianas). Días en los que se da mucho bombo al asunto en cuestión pero tras los cuales a nadie le importa lo que suceda con los huerfanitos de Sudán o las viudas de Nicaragua.
Si ésta es la absurda causa de semejante proliferación de banderas arcoiris, tan sólo espero que no cunda el ejemplo y acaben llenando las calles de trapos conmemorativos; de la misma manera que cuando Iniesta decidió orinarle en la boca al señor Ferguson, no se pusieron banderas blaugranas en los mástiles de los ayuntamientos. Es más, deberían quitar todas las banderas de todos los mástiles, hacer con ellas una hoguera y montar una degustación de choricillo.
Pero como aún hay quien prefiere una patria a un buen trozo de fiambre asado, habrá que olvidarse de eso y pensar en otra causa que dé sentido a la aparición de la bandera arcoiris en el Rectorado.
¿Acaso representa la solidaridad universitaria con la lucha por la igualdad de derechos para los homosexuales? Me parece que hay decenas, centenares, miles quizás, de luchas más importantes con las que solidarizarse -hambre, explotación laboral, carencia de agua potable, imposibilidad de acceso al sistema sanitario, y paro de contar ya...-, ya que no creo que nadie hoy en día discrimine a otro por su condición sexual. Entre otras cosas porque tu opción sexual es algo que no llevas pintado en la cara, y a no ser que vayas aireándolo por ahí, nadie debe saber si te gustan los hombres, las mujeres, o si te ponen ambos, o te excitan los gremlins, si eres fiel, virgen, promiscuo o piensas mantener tu castidad hasta el matrimonio.
En fin, que más bien creo que todo es una muestra de buenrollismo progre, que en este caso de la orientación sexual se hace a base de colocar banderitas y que, llevándolo a un extremo que en esta pequeña aldea norteña aún no hemos alcanzado, termina por adoptar la moda de que determinados colectivos celebren su sexualidad -que en el caso de aquellos que se sienten atraídos por personas de su mismo sexo me parece tan aceptable como cualquier otra, ojo- haciendo ridículos desfiles para reivindicar no sé qué.
Particularmente me produce bastante repelús ver un camión repleto de hombres sudorosos vestidos de mujeres -que esa es otra, una es que siendo un tío te pongan los rabos (raro, a mi entender, pero profundamente respetable) y otra es que te mole vestirte de prostituta de pelo en pecho (susceptible de ser penado con la muerte, en mi modesta opinión)-, pero no ya por ser entre tíos -que también-, sino por el simple hecho de que no me llaman semejantes muestras de sexualidad en plena calle entre tipejos como usted y como yo. Pongámonos en que fueran heterosexuales; pues tampoco me crearía gran gozo a la vista si los de encima de las carrozas fueran una pareja de cuarentones dándole al frote. No sé si me explico. Que no me van a poner a Leonor Watling dándolo todo en la Plaza Mayor, vamos. Así que mejor que no pongan nada.
Imagínese sino, querido lector, no ya a sus padres, lo cual sería demasiado sórdido, pero sí a sus tíos fornicando encima de un remolque. ¿A que da grima? Y no odia usted a sus tíos, ni su heterosexualidad, pero hay cosas que, pensando en esa gente a la que no le gusta verse obligada a taladrarse las retinas por determinados espectáculos, es mejor no hacer.
Y ya que al rector y sus secuaces parece hacerles gracia, les suplico que se sodomicen un ratillo entre ellos y dejen de darme a mi por el culo. Que ya vale la broma.
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