domingo, 27 de febrero de 2011

Remorolución (I)

Todo empezó en Túnez, un país pequeñito, insignificante, del que la mayoría de nosotros desconocemos casi todo. Que las escenas desérticas de alguna de las últimas de La Guerra de las Galaxias se grabaron allí, y poco más. Mediterráneo, turismo, ruinas cartaginesas y romanas... vamos, que sería un sitio bonito para ir de vacaciones. Como Murcia, pero a lo moro, y sin manifestantes gritando 'Agua para tödöh' en panocho.

De que llevaban nosecuantos años bajo la dictadura de Nosequé Alí, pues ni idea. Total, no están en el eje del mal y, por alguna insólita razón, a los Estados Unidos -garantes perpetuos de la libertad planetaria- y Francia -más o menos allí donde los gabachos tuvieron colonias- les interesaba tener al tirano en la poltrona.

Cuando cayó, la comunidad internacional se alegró mucho de la victoria del pueblo tunecino sobre su malo malísimo gobernante. Y ya está.

Pero no estaba. Resulta que los países musulmanes están controlados en su inmensa mayoría por dictadores o monarcas absolutos fieles a Occidente, encargados de aportar a la zona la estabilidad que necesita (suministrar petróleo a manta a los países ricos sin crear demasiados problemas, habría dicho alguien que careciera de la corrección política de este mesurado blog). Y la llama de Túnez prendió.

Parecía que la cosa iba a ser nimia: algunos altercados y un poco de cisco en Yemen, que es tan sumamente pobre que ni siquiera tiene petróleo. Así que, bueno, que se diviertan un rato los moritos jugando a la revolución.

Pero entonces algo cambió: Egipto. Más de ochenta millones de personas en un país fronterizo con Israel. Su único aliado en el mundo árabe desde hace más de treinta años.

Viendo el éxito de los tunecinos, los egipcios, puede que un poco hartos del permanente estado de excepción del país desde que Mubarak de hiciera con el poder (tras un atentado de los amigables hermanos musulmanes que se cargó a Naser, el anterior dictador, y le puso a él, número dos, al frente del mayor país del África islámica) se echaron a la calle para pedirle al payo Josni que se fuera a tomar por el culo.

Los dictadores no tienen buen levantar, así que las primeras protestas se sofocaron con sangre. Pero cuando tienes cientos de miles de personas en las calles y el ejército se niega a matarlos a todos (no por nada, sino porque sus sueldos militares vienen de los impuestos de las personas, y si te las cargas a todas los dromedarios no suelen llevar suelto encima para seguir pagándote), la cosa invita a la huída. Y el Josni, después de un discurso televisivo en el que impresionaba más su rostro abotargado por el bótox que lo que quiera estuviera diciendo, se dio el piro.

En realidad, es más que probable que Mubarak ya estuviera bien lejos cuando se emitió el discurso por televisión en el que comunicó a la población egipcia que "se mantendría en el poder, como buen padre, cuidando de sus hijos hasta las elecciones libres de septiembre".

Dicen los analistas políticos que en Sharm el-Sheik -que es como Arnedillo pero en el mar Rojo-, aunque también decían los analistas políticos que la noche previa iba a dimitir y se comieron un mojón como un menhir de gordo en sus predicciones.

Quizás acertaran el lugar, pero a buen seguro que el faraón estaba en cualquier lugar excepto en uno próximo a los dos millones de moros que llevan quince días de camping en una plaza a la espera de que aparezca el Moe Sczyzlak de turno y suelte el mítico "peguémosle fuego a algo".

Otra vez jolgorio universal, gloriosa alegría de pueblo liberado, e hipócrita congratulación en Occidente, festejando que otro pueblo alcance la democracia aunque sea derrocando a alguien a quien han apoyado durante las tres últimas décadas. Todos tan políticamente correctos. (Todos menos los israelíes, que como todo el mundo les odia y son unos hijos de la gran puta, pues no tienen apariencias que mantener, y se la suda llamar al pan pan y al vino agua de Canaán, y se mostraron "ligeramente acojonados por lo que pueda pasar con los moros de mierda estos"; declaraciones literales del ministro de presidencia Moisés ben-Gascam Goldstein).

Después el reguero de humor ha seguidose extendiéndose, hasta tal punto de tocar Bahrein, un país con 34.000 dólares anuales de renta per cápita, en el puesto vigesimotercero del mundo, cuatro por encima de España, demostrando que incluso en los países en los que toda la población es millonaria, existe sed de libertad. Ah, no. Que se lo lleva todo el mismo y si hay uno ultra rico y todos los demás son más pobres que Carpanta, la cosa no va tan bien, y las estadísticas solo sirven para metérselas por el culo al rey Hamad.

Menudos hijoputas estos moros, quién coño se creen para protestar justo ahora que estamos en plena pretemporada de Fórmula 1. Con las ganas que tenía yo de ver a Schumacher mientras me tomaba un vermú y unas rabas dentro de unos domingos a mediodía.

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