martes, 17 de enero de 2012

Raíz cuadrada de menos uno

O sea, irracional. Odio sin sentido aparente, que sale de lo más profundo de las tripas, como una flatulencia inesperada, que emerge repentina, carente de toda lógica, y dirige su hedor hacia el objetivo más imprevisto.

Por ejemplo, pisar suelo mojado cuando no ha llovido. Lo odio. Me pone incomprensiblemente nervioso. Como a Fraga cuando salían los huelguistas de parranda. La calle es mía, y si no llueve la quiero seca, cojones.

¿Qué sentido tiene todo esto? No lo sé. Es una especie de dentera. Hay a quien no le gusta que se arañen las pizarras; yo no soporto pisar putas baldosas húmedas con un sol radiante en el cielo. Irracional, irracional, raíz cuadrada de menos uno, la liga de béisbol monitoriza mis actividades... esos pelos que se erizan en la nuca cuando, de madrugada, los barrenderos riegan las calles. Barredlas, hijos de puta, o dejad que se nos coma la mierda, pero no reguéis el puto cemento. El asfalto no crece, me cago en todo.

Pero no soy el único. Cualquiera empieza diciendo que no le apetece un batido de vainilla, porque no le gusta mucho la vainilla, cuando en realidad lo que quieren decir es que odian la vainilla. La vainilla, su sabor, su olor, su color, y a todos los colonizadores portugueses y holandeses que la introdujeron en Europa. Podían haber traído cagadas de orangután mejor que la puta vainilla, coñe.

¿Ven? No soy el único. Y después, tirando del hilo de la vainilla, se va desenredando el ovillo de los odios, que se convierte en una extensísima colección de fobias que van de los perros a las bicicletas, pasando por el concepto genérico de tráfico -todos los que llevan coche son unos hijos de puta menos yo-, hasta un vehículo rojo en particular, que tiene la desquiciante costumbre de aparcar rozando su retrovisor con el mío. Le mataría.

Y luego era yo el que estaba jodido; yo al menos no culpo a los barrenderos que riegan las baldosas; sé que es la imbécil de la alcaldesa la que piensa que así van a crecer los adoquines rotos.

No soy el único, no soy el único. Sigamos deshilachando a nuestra interlocutora y sabremos que también odia los fumadores, los pantalones de pitillo y los vestidos de las invitadas a las bodas (ojo, no los de novia, que puede que haya alguno hasta bonito, sino los de las invitadas, menuda puta mierda de colorines, que festival de pamelas y lazos, dianas perfectas para un buen ballestazo).

También odia habar por teléfono, y a los Estados Unidos, a Telecinco e Intereconomía, me dice. Eso es más normal, pero no lo es tanto odiar el verano. Ni la carne, ni los pimientos, ni los sandwiches vegetales que, en realidad, tienen pollo y jamón. Carne, carne. Ah, que eres vegetariana. No, sólo me da asco la puta carne y todos los que la coméis.

Y al precio de las bolsas de revueltos indios de Grefusa; y al del té especial, porque el puto té verde no es especial, tú sí que eres especial, camarero de los cojones. Feo.

Aham, muy bien. ¿Algo más?

Sí, que me respondan en otro idioma cuando conocen el idioma en que he hecho la pregunta; que se meen fuera, que no levanten la tapa; la música indie y los gafaspasta, sobre todo los que tienen un Áifon y no lo saben usar; y a las Juventudes del PP, las cadenas de mails, y el puto Tuenti.

Eso ya no es tan raro. Te estás volviendo comercial. ¿Sí? Pues también odio a Winnie de Poo, chúpate ésa. Y el rap, y las armas de fuego, y el tunning. ¿Has estado en Vitoria? Pues odio las casas de su extrarradio, malditos arquitectos modernillos. Y los trajes blancos de hombre, o que se rompa uno de los auriculares. Y que el ordenador vaya lento... no te imaginas lo que odio eso.

Y a los anormales que llevan piercings en las mejillas; al Sevilla Fútbol Club -¿Eres del Betis? No, sólo me da asco el Sevilla, ¿pasa algo?-; a mi vecino el del piano, que no tiene ni puta idea y toca fatal; y al Hormiguero, y a Pablo Motos, y a todos esos modernillos que odian al Hormiguero y a Pablo Motos porque está de moda. ¡Os odio, me habéis copiado la fobia, hijos de puta!

¿Algo más? Claro, mucho más. Por quien me tomas, ¿por san Francisco de Asís? Así que uno se entera de que la susodicha odia los spoilers, cagar con la regla, el café, la manzanilla con anís, los chicles, la gente que no recoge las mierdas de sus perros o que se cuela en las colas; los que llevan abierto el paraguas por debajo de los balcones, o todos aquellos que provocan aglomeraciones. También a Los Morancos, a las viejas que caminan en cadeneta, enganchadas de los brazos y ocupando toda la calle; encontrar cajas de leche vacía en la nevera o tubos de papel higiénico gastados en el baño; que se hable del Euribor y que el vecino deje la basura en el rellano.

Y que algún niño la llame señora, las faltas de ortografía, la textura de la sepia, los hermanitos a los que sus padres visten igual, que se le ensucie el pelo, intentar hacer un helado de plátano y que tenga el aspecto de vómito de alubias y, ojo que esta es buena, ¡odia el calamar de los calamares a la romana!

En mi vida me he muerto. Lo de no pisar agua si no ha llovido es cosa de niños...

Y todo esto sin ponerse a pesar en serio. ¿A ustedes no les pasa? Seguro que sí. Cuéntenmelo, y nos congratularemos todos sabiendo que no somos los únicos tipos raros que odian el gotelé, los tapones de las fantas, la cópula de las moscas, las uñas largas, los judíos, o cualquier otra cosilla nimia por el estilo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Odio al puto Jony Deep en piratas del caribe. En teoria los piratas bebian ron... ¿Por que esos ojos de "espitoso"?

Odio al hijoputa que pone los motes en mi pueblo