lunes, 24 de noviembre de 2008

Cuando los payasos dominen la Tierra (I)

En el tiempo que llevo aquí tecleando inmundicia se han ido juntando en Bilis cierta cantidad de personajes que han sido considerados de muy diversa manera. A pesar de que, en último término y para goce general (uséase, mío, que temo ser el único lector de la mayoría de mis estupideces), casi todos ellos recibían su merecido, el tratamiento dispensado no era el mismo para todos, distinguiéndose varios tipos de artículos en el blog que podríamos clasificar de la siguiente manera:

a) Los basados en hacer humor y escarnio de tipejos que, por una u otra razón, han llegado a mis oídos como protagonistas de hechos tan lamentables que merecen una severa reprimenda. Como sería costoso –y puede que peligroso para mi integridad física, puesto que esta gente suele tener amigos en la mafia kosovar– acercarme hasta su lugar de residencia y orinarles en un pie, me contento con relatar aquí sus peripecias.

b) Los que resultan demasiado serios, que suelen tratar de temas relativos a personajes verdaderamente malévolos. Estos acostumbran a perder cualquier dosis de pretendida ironía al centrarse en resaltar que el aludido es un grandísimo hijo de puta.

c) Obviamente, y como siempre hay excepciones que confirman la regla, hay (muchos) casos en los que la ostentación del poder político y la maldad absoluta no está reñido con poseer la misma capacidad intelectual que una caja de zapatos rellena de esputos de viejo, lo cual hace que sea posible hablar de un tipo despreciable sin perder la hilaridad habitual. El elemplo más claro es G.W. Bush, alguien que, por una serie de catastróficas desdichas ha sido el ser más poderoso de este planeta pero que, en circunstancias normales, hubiera fallecido a los trece años víctima de su propia estupidez.
Y encima tiene dos hijas, contradiciendo las leyes de Darwin acerca de la supervivencia de los más aptos, lo que coloca en ventaja al creacionismo, la postura que el propio Bush defiende, lo que hace de Bush un tipo con ideales acertados, lo cual le otorga la razón, refrendando a Darwin y quitándosela de nuevo... Ya ven, nada es tan fácil como parece cuando tratas con alguien complejo e inteligente como una ameba.

Pero aún quedan otros muchos personajes acerca de los cuales no he tenido ocasión de hablar aquí aún. Por eso, y porque los considero tan súmamente prescindibles para el desarrollo de la raza humana en general y de mi patético blog en particular que no darían para rellenar por sí mismos un artículo entero, he decidio agrupar a varios de ellos. Y ese magno acontecimiento tendrá lugar aquí mismo en fechas venideras. Está usted de suerte, señora.

Así pues, al lío. Desoyendo las recomendaciones de Mohamed Al Baradei, director de la Agencia Internacional de la Enegía Atómica, quien advierte de que la mera mención en un mismo párrafo de un excesivo número de personas cuya mera existencia como ser vivo ofenda directamente a las leyes de la naturaleza puede provocar el colapso del universo tal y como lo conocemos, me lanzaré al asunto con la prosa directa y de lectura fácil que me caracteriza.

Pero no lo haré hoy. Comprendo que leer acerca de personajes del calado de Paquirrín, Ano Rosa Quintana o la reina Sofía requiere una preparación previa. Lo sé y por eso les animo a efectuar su particular pretemporada antes de conocer a fondo a todos aquellos destinados a dominar la Tierra. Pueden empezar viendo Telecinco o leyendo el Marca, es una buena manera de acostumbrar la vista a tanta morralla.

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