lunes, 10 de noviembre de 2008

¿Le gustaría saber la verdad?

¿La verdad sobre qué? Pues al parecer, sobre todo. O al menos a eso parece referirse el díptico que he encontrado, oh maravilla, al entrar en casa esta mañana. Si Dios hizo el papel tan fino fue, sin duda, para que estos panfletos cupiesen por debajo de las puertas.

Y precisamente de las cosas de Dios trataba en el mentado díptico, que no ofrecía la verdad sobre algo concreto, sino la Verdad. Así, a lo grande, como hay que hacer las cosas para que salgan bien.

En su interior incluía seis preguntas –¿Se interesa Dios por nosotros? ¿Acabarán algún día las guerras y el sufrimiento? ¿Qué nos sucede al morir? ¿Hay alguna esperanza para los muertos? ¿Cómo tenemos que orar para que Dios nos escuche? y ¿Cómo encontrar la felicidad?–, más la razón por la cual nos surgen esas preguntas, acompañando todos ellos de sus correspondientes respuestas, no se vayan a creer que esto va en broma; respuestas obtenidas a partir de versículos bíblicos amablemente seleccionados por estos señores para general regocijo y satisfacción nuestra.

Decía –y aquí aplico mi excepcional capacidad de síntesis, frecuentemente demostrada en mis múltiples fracasos academicos– que después de la muerte los buenos heredaran la Tierra. No heredarán algo inmaterial o ultraterreno, sino este mismo planeta al que volverán en cuerpo y alma. Flípenlo, vecinas.

Lo malo es que no especificaba qué hay que hacer para ser bueno. Esto no debería ser un problema porque la mayoría de la gente sabe qué se debe hacer para ser bueno, pero el Diptico Que Muestra La Verdad es bastante confuso.

No habla de cosas tan plausibles como amar al prójimo, sino que incita a gastar todo nuestro amor -que no es poco, por cierto, pues hay gente los sábados noche que afirma tener cargados de amor hasta los mismísimos huevos, imaginen- hacia Dios, mientras que para el prójimo... pues de esos no dicen nada, así que no sé lo que pensarán del prójimo. Y viniendo esta información de unos tipos que se oponen, por pecaminosos, a los transplantes sanguíneos... pues ya no sabe uno a qué atenerse.

Con todo, yo me pregunto. ¿Qué he hecho yo para ser tan agraciado receptor de esta información? ¿Por qué no la hacen pública para mayor disfrute de la raza humana? Pues, como diría Ramón García en ¿Qué apostamos?, todo ello porque... porque los tipos que amablemente han introducido este bello pepelito por debajo de mi puerta están seguros de que "ahora que he conocido brevemente algunas de estas respuestas, sin duda querré saber más", y pretenden que les compre un libro que acumula todas estas gratificantes respuestas.

Mmmm, he estado a punto de creérmelo todo, pero esta molesta afición de las religiones a cobrar por ofrecernos la felicidad o la salvación del alma siempre me ha mosqueado un poco. Craso error y gran decepción los míos, al poner mi confianza en teorías que sus mismos autores se encargaban de destrozar a golpe de número de cuenta.

Aunque, bien pensado, podría haber sido peor, desde luego. Imaginen que entran en su casa y se la encuentran plagada de propaganda acerca de la libertad, el progreso y constantes promesas de un mundo mejor promovidas por alguna otra secta más peligrosa, como, por ejemplo, el PSOE. Puede que incluso alguien se lo llegara a creer. Qué miedo, ¿no?

2 comentarios:

Unknown dijo...

Los testigos de Jehova haces su obra de "hacer saber ls verdad", pero no la cuentan toda.

Si quiere saber la "verdadera verdad" de los testigos y su organizacion, vea el verdadero folleto en:

http://testigoscristianosdejehova.blogspot.com/2008/11/nete-nuestra-campaa-mundial.html

Unknown dijo...

Los testigos de Jehova hacen su obra de "hacer saber la verdad", pero no la cuentan toda completa.

Si quiere saber la "verdadera verdad" de los testigos y su organizacion, vea el "verdadero" folleto en:

http://testigoscristianosdejehova.blogspot.com/2008/11/nete-nuestra-campaa-mundial.html