lunes, 12 de octubre de 2009

Goma 2 - España 0

Doce de octubre. La Virgen del Pilar. Día de la hispanidad. Fiesta Nacional española.

Y para conmemorar el descubrimiento de un nuevo mundo, de la extensión de un idioma a trescientos millones de personas, la unión cultural hispana con un continente entero -o del exterminio, esclavización y explotación hasta el asco de las tierras de todos los indígenas de América, que también me vale-, pues aquí sacamos los tanques a la calle. Con un par de huevos.

También podría reseñarse la estupidez de celebrar con un desfile militar la indisoluble unión de un país que resulta ser el más federal del mundo -a pesar de que se ha intentado centralizarlo con virulencia en varias ocasiones, desde la llegada de los borbones (¿no lo sabían? ¡que su rey es gabacho, calamares!) hasta la dictadura del amigo Paquito (hijo de puta enano al que no se comerán ni los gusanos, la cabeza le quiten y le pongan la del pato Lucas)-, en el sentido de que este federalismo no surge de constituciones ni acuerdos políticos, sino de la propia naturaleza de los españoles, que nos odiamos entre nosotros a liguilla.

Los catalanes odian a los valencianos; los murcianos a los cartageneros; los aragoneses a los castellanos; los de Haro a los de Miranda; los andaluces odian a los muertos, que ya no tendrán que madrugar para trabajar; los riojanos a los navarros; los vascos nos odian a todos; los de Villaconejos no pueden ver a los de Tejodillo en el Monte; y todos, a su vez, odiamos a los de Madrid.

Y en este fulgor de odio y diversidad, algún lumbrera sigue creyendo que la mejor manera de celebrar nuestra identidad nacional sigue siendo un desfile de retrasados mentales con fusiles. Así se hacen las cosas. Tanques a la calle y a emitirlo por televisión.

Que no, coño. Aquí tendrían mucho más éxito unos combates de boxeo, para desatar con rabia el furibundo odio que nos tenemos unos a otros. Pero, como aún no me han dejado organizar el evento, continuamos, año tras año, conmemorando el día de una Patria que todos odiamos -a no ser de que Indurain o un gol de Torres en Viena ronden por medio- con un desfile militar.

Obviamente, servidor no ha visto esa mierda en directo por televisión. Tenía cosas mejores que hacer, como dormir o contarme los pelos del culo. Se me ocurren pocas cosas más lamentables para emitir por la televisión pública que unas cuantas horas de plano corto a una tribuna adornada hasta la saciedad de colores rojigualdas, en la que está presente la flor y nata de la escoria de este país.

El Viejo de las Barbas, un tipo que sale en las monedas, caza osos furtivamente, viaja en yate, se folla a Bárbara Rey y recoge en su moto a unos ochocientos esquiadores de las ventiscas cada invierno; la Muda, helénica esposa de éste; el Joven de las Barbas, hijo del anterior, marido de la siguiente, con una larga historia de años demostrando su manifiesta incapacidad para dar un discurso sin mantener la cabeza gacha observando constantemente las hojas en que se lo han escrito, silabeando cual párvulo cada palabra; su Señora Asturiana, antes compañera semicachonda del cachondo total de Urdaci y ahora bulímica poseedora de una napia que le has pagado tú, compañero; las Niñas, una residente en New York, porque ella lo vale y tú se lo vas a sufragar igual que si se alojara en Turruncún; la otra estudiando un máster sobre extracción y posterior consumo de mocos; la Lideresa, deficiente mental que no hizo declaraciones sobre Airbag porque solo veía cine español, máximo exponente del fascismo patrio desde que Chemari se afeitó su hitleriano bigote y ya no se sabe quién es Chemari y quién es su hija Ana; y nuestro querido adalid de las buenas palabras y las nulas acciones, Jose Luis Rodríguez Zapatero, decidido a hundir un país que, como ha demostrado durante siglos, puede perfectamente hundirse él solito.

Ésa es la concurrencia al desfile de marionetas. Porque, no se engañen, nuestras amadas Fuerzas Armadas no disparan balas y obuses, no. Reconstruyen pueblos y hacen escuelas. Reparten caramelos y nunca matan a nadie. Para eso necesitan los fusiles, para reconstruir. ¿O es que acaso nunca han visto a un albañil haciéndo una tapia con un AK-47 al hombro? Joder, para mezclar la masa, maaacho.

Al menos ésa es la imagen que nos quieren dar de nuestro ejército molón presentándonos a Vicente del Bosque y Ferrán Adriá charlando con nuestros soldaditos españoles; porque uno es cocinero gracias a la Marina y el otro entrenó niños como les entrenan a ellos -joder, que a veces dan ganas de suicidarse cuando uno vé jugar a Raúl, pero de ahí a asegurar que está entrenado para matar... media un abismo-.

Pero no se dejen engañar, los soldados españoles no son Mary Poppins. El Ejército mata, los desfiles son un enorme y absurdo gasto, y nuestra Patria -sobre todo si por patria entendemos lo que representan todos esos cabrones del atril y el desfile-, si no incluye al pequeño caralápida de Fuentealbilla mojándole la oreja a Brasil en la final de un Mundial, es una pedazo de mierda como el sombrero de un picador. Igual que todas las demás.

Y ahora, vayan y celebren. Y que viva España, coñio.

1 comentario:

Unknown dijo...

y todos, a su vez, odiamos a los de Madrid.
jajajaj me he partido el kojón !!!

te mereces el premio pultizer al mejor blog. Bilis pa el pueblo... q viva España y a mi la legión !!!
XD