viernes, 5 de febrero de 2010

God save the Queen

Avrí nafín slurm flórdolas*
El mundo está cambiando**
ambruist ashur eraman elkoro
Lo noto en el agua,
glorki glor glorfindel sindaralin
lo siento en la tierra,
abuki buki frunda 'na frosta.
lo huelo en el aire.

* élfico batua
** dialecto opresor

Galadriel susurraba estas palabras mientras la sombra se extendía en el Este. Y se quedaba tan ancha. Porque llevaba razón. Y nosotros estamos aquí, tan tranquilos, leyendo la propaganda del Día o cortándonos las uñas de los pies, ignorantes de que, mientras el mundo muta a nuestro alrededor, España sigue anclada en la Edad Media.

En un mundo en que las comunicaciones permiten saber qué sucede en una aldea de Nueva Guinea, donde un producto manufacturado en China puede ser consumido en Paraguay tras haber surcado los océanos, los cambios son imparables.

Miren si las cosas mutan con endiablada velocidad que hasta Carlos Sáinz es capaz de ganar el Dakar si necesidad de chocar con un árbol, atropellar una oveja, o pulsar el botón de 'eyección' a cien metros de la meta.

Y nosotros a lo nuestro, respetando nuestras irracionales costumbres medievales que, por cierto, ni siquiera son medievales. ¿Que de qué cojones está hablando Bilis hoy? Esperen un momento y lo sabrán, pero antes respondan a estas sencillas cuestiones: ¿Nos callaríamos, impasibles, si aún siguiera en vigor el derecho de pernada? ¿Si el vecino del cuerto pudiera apoderarse de su salón porque los cafres de sus hijos han entrado en él a sangre y fuego y le han partido la cara a toda su familia, apelando al derecho de conquista?

La respuesta, sin lugar a dudas, es un 'no'. Por eso es ridículo mantener en este tiempo nuestro costumbres retrógradas y medievales. ¿Por qué lo hacemos entonces ignorando la anacrónica existencia de la Ley Sálica? Esta ley sigue vigente aún hoy en España para decidir el orden sucesorio a la Jefatura del Estado entre la prole de nuestros monarcas, y nuestros políticos lo ignoran mientras nosotros, el pueblo, lo asumimos como la cosa más lógica del mundo.

Si se pide la paridad incluso en el número de ministras en el gobierno -chorrada al canto, los ministros deberían de ser gente preparada para dirigir al país, ya sean éstos hombres, mujeres u ofidios; lo lógico sería, pues, que escogieran a doce hombres si son los más preparados, o a doce mujeres, si se diera el caso, nada de seis y seis por hacer la pamema-, que alguien me explique la cause que permite que la Monarquía se vea exenta de esta política. Bueno, en realidad es fácil: la misma que da un trato preferencial a la Familia Real, u otorga al Juancar inviolabilidad ante la Ley.

Es por ello que, desde Bilis se pide la abolición con efecto retroactivo de la Ley Sálica y el nombramiento de doña Elena (la fea -la más fea sería más correcto-, para aclararnos) como princesa de Asturias y futura Reina de España.

Y nada de ceses temporales de la convivencia. Si te has casado con un tipo raro, pues te aguantas. Haberte fijado mejor, que eso de ir a verte a La Zarzuela cruzando la M-30 en patines, era una buena pista de que muy normal no era.

Lo dicho, nada de divorcios, que esto es una nación católica y celosa de Dios, copón. Y nada de excusas con la coca, por favor, que sino la Sofi se buscaba un buen abogado y se nos quedaba con la mitad de la patria, así, por la jeta.

Además, con lo que mola Don Jaime, ¿y ya queremos deshacernos de él? Aún no ha dado ni la mitad de juego del que daría en el trono. No resulta muy complicado imaginarle en un papel similar al del padre de Robert Bruce, que sería después rey de la Escocia libre, amortajado entre los vendajes que ocultaban su rostro consumido por la lepra, aconsejando a sus hijos en truculentos asuntos de Estado. "Eduardo III es el rey más despiadado que se ha sentado en el trono de Inglaterra, pequeño Froilán, debes dejar de dar patadas a tus primos cuando te enfocan las cámaras y pactar con él."

Sí, la magia del cine hecha realidad gracias a una familia que daría a la monarquía el aspecto que esta magna institución merece.

Ya se ha demostrado sobradamente que ser feo y un poco (o un mucho) tonto no es impedimento para reinar en España. Que se lo pregunten a Carlos II, o a Fernando VII, que aparte de ser más difícil de ver que una escena lésbica de Isabel II con la Duquesa de Alba, era un hijo de la grandísima puta.

Por eso, el pueblo quiere un monarca que sintonice con él. Una reina con el coeficiente intelectual de Belén Esteban, el léxico de un futbolista de primera y la cultura de un concursante de Gran Hermano. Y no hay que buscar lejos, Elena es nuestro hombre. Vamos, nuestra mujer. Y además, viene con un pack humorístico tan completo que ríete tú del grado de absurdez de los guiones de Muchachada Nui.

Un consorte drogadicto confeso que viaje en patinete disfrazado del inspector Gadget; una nena con cara de menina y nombre de emperatriz austriaca; y un niño destinado a llamarse Felipe al que las gracias de la prensa bautizaron con el nombre del patrón de Lugo, cuyo mayor momento de gloria seguirá siendo el momento en que se disfrazó de Pablo Alfaro y pateó las regias caras de sus primos en la boda de su tía le del telediario, tan sólo hasta que tenga edad suficiente para meterse por la nariz las cosas que le gustan a su papá.

Joder, la línea sucesoria iba a ser la auténtica risión. Y si algun luctuoso y desafortunado accidente se lleva a la nueva primera familia española cuando iban de compras a las Barranquillas, siempre nos quedan los ¿seis? ¿siete? ¿doce? hijos perféctamente idénticos de la Cristi, todos ellos tan rubios, cabezones e intercambiables... ¡y tendríamos un rey vasco!

Éso sí que sería la hostia. Una reina no muy avispada con un heredero locuelo y un consorte yonki dispuesto a asumir la regencia a golpe de patinete, con una docena de vasquitos clónicos intrigando en Palacio para asaltar el poder y convertirse en los definitivos libertadores del pueblo vasco.

Por la liberación femenina, por la paridad, por abandonar el pasado y abrirnos a un glorioso futuro de igualdad y prosperidad y, sobre todo, por el humor, todos con Elena.

God save the Queen!

1 comentario:

Pilar dijo...

Nada, tienen que morir todos, hasta que la corona pase directamente a Pocholo.