viernes, 26 de febrero de 2010

Popvli hispanicvm

Antiguamente dividida en reinos y condados, separada posteriormente en dos Estados, organizada después en provincias y regiones, hoy en comunidades autónomas... la Península Ibérica, ese gran trozo del sur de Europa al que los romanos llamaron Hispania, ha buscado desde tiempo inmemorial una organización lógica que plasmara las diferencias entre todos los pueblos que la forman.

Veinte siglos largos han transcurrido hasta que hoy, en primicia mundial y como fruto de sesudos estudios en las más importantes narcosalas de Cambridge, Bilis les ofrece las conclusiones.

Vascuences y sus pueblos fronterizos

Vascos, navarros, la mayoría de los riojanos, y algunos burgaleses y cántabros. En definitiva, allí donde llegue la señal de ETB con suficiente nitidez como para ver los partidos de pelota de los viernes. A pesar de semejante conglomerado, ni siquiera la política puede separarles lo suficiente como para compensar todo lo que les une el pacharán.

Experimento empírico: suelte cuarenta mil jóvenes hispánicos por las calles de Madrid en una manifestación, revuélvalos a conciencia, y media hora después vascos, navarros, y sus eternos vecinos riojanos, cántabros y burgaleses se encontrarán montándola juntos. Es obvio decir que, sin saber de dónde lo han sacado, poseerán considerables cantidades de líquido.

Este es un hecho muy reseñable, ya que tienen fama de encontrarse entre los más borrachos de todos los hispánicos. No se ha celebrado aún el campeonato de alcoholismo definitivo que zanje la polémica, pero el hecho de que no bailen ni den palmitas constantemente en los bares y se dediquen obstinadamente al bebercio desde que salen de su casa hasta que regresan reptando a ella, es un punto a su favor en este sentido.

Castellanos

Se incluyen aquí la gran mayoría de gentes de Burgos (excepto del norte de la provincia y Miranda de Ebro, incluídos en el punto anterior), y las demás provincias castellano leonesas a excepción de Ponferrada y alrededores.

Se caracterizan por odiarse a muerte entre ellos por sistema de liguilla; esto es, todos contra todos. Los leoneses no pueden ver a los burgaleses, los palentinos a los israelíes, etc. Sobre todas estas disputas intestinas se eleva el odio generalizado hacia Fachadolid. Soria, de existir, se halla más cerca del universo maño que de sus compañeros de comunidad.

Gallegos y todos sus primos

Multitud de ellos desconocen por completo el castellano. Alguien que sabe gallego me ha llegado a afirmar que la mayoría tampoco sabe gallego. Así pues, emplean las palabras del idioma que les viene en gana en el momento en que les apetece, haciendo gala de un inconfundible anarquismo lingüístico.

Si incluímos en este apartado a todos aquellos cuyo acento es similar al de los habitantes de las cuatro provincias de Fraguestein, nos encontramos con los asturianos y las gentes del Bierzo. Se da el curioso fenómeno de que, en ciertos lugares alejados del principal foco galaico, también se fala galego sin ningún complejo, como, por ejemplo, en Palencia y algunos pueblos de las riberas riojabajeña y navarra.

Podemos incluir entre sus allegados a todos los portus, habitualmente dedicados a las más ingratas tareas laborales, compensan el tedio semanal poniéndose el chándal de gala los sábados noche y piropeando a mocetas de trece años en la plaza del pueblo. Sencillamente sublimes.

Maños

Gentes tranquilas, mayormente rurales, con fama de cabezones. Comparten un exhacerbado pueblerinismo con el personal de zonas adyacentes como La Rioja o Cuenca. Desconocen el concepto de sílabas átonas.

Odian a los murcianos, por razones obvias.

Catalanes y valencianos

¿Qué decir de dos lugares en los que durante el verano los autóctonos, invadidos por guiris de todo tipo y condición, son franca mayoría poblacional, y que en invierno suministran al resto de pueblos hispánicos a algunos de los especímenes con un mayor retraso mental? Pues, la verdad, bastante poco.

El bakalao y las carreras de scouters sin casco hace años que hicieron mella entre los valencianos, razón principal por la cual siguen poniendo el culo con excitada algarabía delante de tipejos como Rita Barberá o Francisco Caracemento Camps. El surgimiento de John Cobra como eminente figura levantina no hace sino corroborar esta tesis.

Sus vecinos de arriba, sin embargo, evitan suministrar sus gilipollas nativos al resto de la península, ya que pretenden desvincularse por completo de ella y federarse en Micronesia. De esta manera, uno de sus más notables rapresentantes, un abogado desconocido de nombre Juan Lapuerta, que gracias a un poderoso club de fútbol y a tener una flor en el culo del tamaño de Sudán pretende dar el salto ahora hacia la política, tiene posibilidades de convertirse en la viva muestra de que nuestra sociedad está repleta de pánfilos comeheces, si es que alguna persona tiene la simpática ocurrencia de entregar su voto -y con él su voluntad- a este tipejo.

Madrileños

Todos aquellos que viven en la capital o en cualquiera de los pueblos circundantes. Pueblos que, por cierto, están infinitamente más poblados que muchas de las capitales del resto de las zonas mencionadas, lo que hace que de pueblo quede poco y de terreno sin urbanizar, menos.
Es probable llegar hasta Toledo o Guadalajara sin salirse de la acera, lo que convierte a sus habitantes, obviamente, en madrileños.

Único lugar del mundo donde Satanás se deja ver con frecuencia cuando se pone a las riendas de la Comunidad, es tan cosmopolita que se hace difícil la generalización. Nos quedaremos con que son, a día de hoy, los únicos verdaderamente españoles.

Puede catalogárse a la capital como la Valladolid española, ya que es frecuentemente odiada por lugareños de todo tipo y condición. La famosa frase "si España fuera un donuts, Madrid no existiría", así lo confirma.

Andaluces

La gran revelación de este estudio consiste en la confirmación de las sospechas de que cualquier lugar no levantino situado más al sur de Madrid es Andalucía. Y punto. Así pues los andaluces están repartidos en unas catorce mil provincias distintas.

Se identifican por ser graciosos y poseer una congruencia ideológica tan grande que les permite votar masivamente al Partido Comunista y después sacar en procesión a La Macarena. Bailan y cantan constantemente y sirven de caldo de cultivo para la mayoría de los espectáculos televisivos de elevada dosis cultural, como El Show de Los Morancos, Gran Hermano o El Diario de Patricia. La mitad son del Betis y la otra mitad del Sevilla. El resto -no se asombre, en Andalucía las matemáticas cambian un poco-, son del Cádiz y se creen los más graciosos de todos.

Murcianos

La más despreciable de las razas hispánicas. Curioso dialecto mezcla de andaluz y media botella de anís en vena. Tan sólo piden agua. No hay más que hablar.

También hay otras gentes en la península, gibraltareños (por definición andaluces), andorranos, cartageneros y del Estado Libre Asociado de Pazuengos, pero a los chicos de Cambridge se les acabó la metadona y tuvieron que ir a atracar una farmacia.

¿Qué sacamos en claro de esto? Pues que tenemos un país de mierda repleto de gentuza, donde todos y cada uno -excepto Marichalar, que es un ciborg-, somos unos gilipollas que seguimos votándoles o tolerándoles como hemos hecho durante siglos, razón por la cuál nos merecemos los gobernantes que tenemos, y que nuestra mayor alegría sea ver cómo al vecino se la meten por el orto un poquito más que a nosotros.

2 comentarios:

Antonio dijo...

¿Cartagena? ¿Has decidido que los cartageneros tienen provincia, región o lo que sea gracias a mi idolatrado Arturo Pérez-Dios-Reverte?.
Hablando de Reverte, mas concretamente del Sol de Bredá; allí, él, agudo como una púa directa el ojo, retrata la sigularidad de las gentes de España: lo de la Reconquista no se explica mas que porque ellos eran también Españoles.

Yaha! dijo...

Pues sí, Cartagena. Como cuna del cantonalismo, que puede ser la muestra más exagerada del pueblerinismo independentista español, se lo merecían. Venga, yo también quiero un reino de Taifas. Cidamón askatu! Sin olvidar que su eterno odio hacia Murcia me impedía meterlos en el mismo saco.