martes, 26 de enero de 2010

Monstruos, S.A.

Cuando Mary Shelley tuvo una pesadilla en la que un hombre era revivido gracias a la aplicación de una brutal corriente eléctrica y concibió el génesis de Frankenstein, acababa de dar a luz el considerado primer relato de ciencia ficción de la historia. Lo que la Shelley no sabía es que, doscientos años después, su história de terror gótico se haría realidad, pero sería el propio humano quien se convirtiera en monstruo a base, no de cadáveres y electricidad, sino de dinero, bótox, y enormes dosis de retraso mental.

Belén Esteban apareció en nuestras vidas como novia del torero Jesulín, un tipo al que, incomprensiblemente, las mozas lanzaban sus bragas en los ruedos dentro del frenesí sórdido que fueron los años noventa. Tuvo una hija con el de Ubrique, la popular Andreíta, cuya incitación materna a que se comiera el puto pollo pudo oirse desde el espacio exterior. Y después, la gloria.

Su nula personalidad sirvió a multitud de productores televisivos para lograr casi cualquier cosa de ella, pero el monstruo se les escapó de las manos. Probó el aplauso del público, las portadas de las revistas, la popularidad y la cocaína. Y así, entre sus ansias por convertirse en una belleza deslumbrante, y su necesidad de tener algo que le sujetara la nariz cuando decidió hacerse un loft dentro de la tocha y tiró el tabique a base de polvo, decidió empezar sus tournèes (inventandome ls palabras en francés, con dos cojones) por los quirófanos con la misma frecuencia con que la multitud jaleaba sus absurdas ocurrecias al calor de unos focos a cambio de un bocata de choped.

De esta manera, la chica madrileña que, sin ser guapa, era humana, terminó mutando en el monstruo que todos conocemos. Unas tetas y un culo nuevos, unos labios que parecen dos lombrices de río, y kilo y medio de carne sujeta al cogote, allí donde las pinzas le estiran la piel de la cara hasta dejarla más tensa que las velas del Alinghi. Sin olvidar unas hermosas bolsas en los ojos que lo mismo sirven para disfrazarse de J.J. Santos que para llevar el material del Real Mandril -con patas de palo de recambio para su capitán incluídas- al stage de pretemporada.

Cuando este vómito de la naturaleza, abominable criatura construída con oscuros conjuros y remiendos de su propia y flácida piel, apareció ante nuestras vidas por primera vez nadie podía imaginar hasta que punto lograría convertirse en el vivo reflejo de lo que puede conllevar la posesión de ingentes cantidades de dinero en personas que, si deben defecar y lavarse los dientes en la misma visita al baño, es probable que acaben raspándose el ojal con las cerdas del cepillo y restregándose las zurraspas por las muelas del juicio.

Una analfabeta funcional, que además se jacta de ello, aduciendo orgullosa que su total falta de cultura se debe a que es "una mujer de la calle, del pueblo llano" (me compadezco de sus vecinos del madrileño barrio de San Blas, que tienen que soportar a esta imbécil autoproclamándose la Princesa del pueblo), jamás podría ser objeto de la atención mediática que aquí se la presta en ningún otro lugar. Tan sólo en España, donde ser tonto es un oficio y los más avezados en estos temas hacen demostraciones diarias de cómo es posible vivir sin cerebro.

No resulta complicado imaginar al señor Gandalf bastón en mano, con su capa gris y su sombrero picudo, esperando a las puertas del plató y gritando "¡¡No puedes pasar!!" cuando el monstruo intenta abandonar el estudio de grabación de El programa de Ano Rosa, -el único programa donde la directora/presentadora/diva se gusta tanto a si misma que, para que no le hagan sombra, gusta rodearse de simios protohomínidos como la Esteban, con la apariencia de un mono y la inteligencia de medio-. La batalla, desde luego, sería épica.

Lo malo es que, mientras el viejo mago gris concentrara todo su magnífico poder en mantener confinada a la Esteban en ese infernal agujero del culo que es la Cadena Amiga (qué tiempos aquellos...), por la puerta de atrás se le estarían escapando decenas de orcos tertulianos y prostitutas procedentes de las catacumbas del Gran Hermano y mierdas afines, por no hablar de la inequívoca huída de La Muerte.

Sí, sí, lo que oyen. La Muerte, como probablemente sospechaban y ahora Bilis les confirma, mora en el interior de Telecinco. Y será ella la que desate la ira de Dios y traiga consigo el Apocalipsis. Porque la Humanidad ha desafiado varias veces a los dioses: Prometeo les robó el fuego, los mesopotámicos construyeron la torre de Babel, los judíos se la metían unos a otros hasta por las orejas en Sodoma y Gomorra, y en España la gente bebe demasiado vino. Y en todas las ocasiones fueron duramente castigados por ello: confusión de lenguas, estatuas de sal, y Jose Ángel de la Casa comentando partidos de un equipo entrenado por Iñaki Sáez.

No nos quepa duda, los dioses nos castigarán por permitir que Karmele Marchante siga con vida. Nosotros y nadie más purgaremos los pecados de esta hija de puta, que no contenta con demostrar constantemente que es la persona más necia y carente de sentido de España -que ya es decir-, pretende también salir allende nuestras fronteras para acabar con el escaso crédito internacional que nos quedaba después de que nuestro Jefe de Estado se bebiera catorce pacharanes y la montara en una cumbre, o nuestro anterior presidente fuera presa de un repentino ataque de acentitis estulta aguda cuando visitaba Texas con su amigo Geoooooooorge.

En fin, que a Gandalf se le escaparían seres terribles mientras luchara, vara luminosa en mano, al grito de "Vuelve al infierno del que has escapado, regresa a Telecinco, vil criatura, no hay sitio para tí en el mundo de los hombres" contra la mostruosa Belén, hoy convertida en fenómeno nacional tras una operación que, siendo justos, hay que reconocer que logró eliminar dos minipuntos de su aspecto simiesco para convertirla, simplemente, en una muñeca hichable.

Así ha alcanzado la Esteban la cúspide de su trayectoria televisiva: las campanadas de fin de año. Cierto es que ver a este saco de estiércol compitiendo con Ane Igartiburu es como comparar las croquetas de mi madre con un bocadillo de mierda, pero oye, para ser la copia cutre de una novela de hace doscientos años, tampoco está tan mal.

Quizás incluso Mary Shelley estuviera orgullosa de que su excepcional obra de terror resultara evocada hoy en día, hecha carne y payasada, por obra y gracia de una estúpida drogadicta. O no.

5 comentarios:

Antonio dijo...

En parte podemos estar tranquilos, ya que la Karmele no va a ir a Eurovisión, ni ella ni ningún tontolculo con ganas de dar la nota.

Pilar dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Pilar dijo...

Yo no me jugaría mucho por ello...


http://www.europapress.es/tv/noticia-john-cobra-ocupa-vacio-dejo-karmele-expulsion-20100126141616.html

http://www.rtve.es/television/eurovision/candidatos/john-cobra/12850/

Yaha! dijo...

Mal que le pene a Telecinque, la canción de John Cobra (?) es infiniamente mejor que la de Karmele.

Empezando por las cuerdas del principio, y siguiendo por la elaborada letra, bien demostrando su total dominio de la lengua de Cervantes:

al día siguiente estuve allí a la espera/ esperando en vano que tú aparecieras

bien dejando la prosa romántica de Becquer a la altura de un mojón de buey:

qué haría yo sin tí, pregunto tantas veces/ no te digo que te quiero/ por si acaso te creces (JAJAJA)/ piensas que te miento, estupideces/ en el mar de tus celos pregunta si están los peces (?)

Estos dos personajes reflejan lo mejor de la realidad española de hoy en día: un latin king y una prostiuta; un parado y una vividora; solo falta que ella fuera terrorista y el un maltratador (ninguno de los dos extremos es descartable.)

Sinceramente, sólo por ver cómo este artista le garabatea los azulejos a su madre (ojo al dato, señora: http://www.youtube.com/watch?v=n3g5sOWfb-Q) ante unos cuantos capullos que ondean banderas rojigualdas pagados por RTVE, yo creo que merece la pena votar a este ¿hombre?

Un pato sin cuello dijo...

Adosoi es lo que dice esta vez la palabra.

Me reafirmo: se es mucho más feliz cuando se prescinde de la televisión. La gente te mira raro cuando se enteran de que no has escuchado el chiki chiki, que ignorabas que seguían emitiendo Gran Hermano o que todo lo que conoces de la tal Belén es que Shermie hizo mutar al pobre Feo en algo de apariencia similar. Pero y la de espacio libre que queda en mi cerebro para almacenar cosas estúpidas...