Fútbol, el opio del pueblo. No pocas veces se escucha esta afirmación, que recoge la famosa frase que Marx -el comunista, no el de las barritas de chocolate- aplicara a la religión y la traslada al deporte de los once contra once.
Se pretende con ella enjaretar al deporte rey las malignas cualidades que el marxismo atribuyó a la religión: la alienación de los hombres, que dejan de lado la inpostergable lucha social maniatados por los temores, cultos y recompensas de las cosas divinas. Quizás en el caso del fútbol la cosa no vaya tan allá, y sea más correcta la analogía con el pan y circo de los romanos: un espectáculo que hace al personal evadirse de los problemas reales, enfrascado de lleno en la contemplación de los gladiadores, fueran estos antiguos luchadores en la arena romana o modernos millonarios en mullidos céspedes.
Muchas veces se ha despreciado al fútbol por estas causas, tachándolo de factor idiotizador de la gente, como sucede con la recurrente anécdota con la que se vilipendia a menudo la inteligencia del español medio de los años cuarenta, cincuenta o sesenta; aquello de que, cuando Franco presentía algún leve conato de inestabilidad, ponía toros -o también fútbol, cómo no- en la tele, y los españolitos, estúpidos y sumisos, se sentaban ante la caja boba, olvidando todo lo demás.
Dudo que hoy, día en que la selección española debuta en el primer mundial en años -quizás desde los Reyes Católicos- en que existe posibilidad de hacer algo que se vea, haya un sólo español que olvide las circunstancias actuales del país: un país que tras la explosión de su burbuja inmobiliaria se hunde más y más en una crisis sin salida; cuatro millones y medio de parados y subiendo; recortes sociales perpetrados a la carrera, inducidos por la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional, Alemania, el G-20, los 40 Principales, el club Bildenberg o el potorro de la Bernarda, para que nos les explote la cosa en las manos; o sindicatos hipócritas que simulan luchar en pos de los trabajadores contra aquellos políticos a los que deben esclava obediencia.
Si alguien piensa que un partido de fútbol va a hacer que un parado olvide su desesperada situación, que un jubilado deje de comerse la cabeza para pagar la luz y el agua con su mierda de pensión, o que el dueño de una pequeña empresa deje de probar hasta con la alquimia para poder pagar a los acreedores, es que es gilipollas.
El único opio del pueblo, ahora y siempre, es la política. Lo único que aliena a la sociedad, impidiéndoles ver dónde están realmente los problemas -precisamente en ellos-, son los políticos, con sus mentiras, su hipocresía, su cruel servilismo hacia los que tienen el dinero, su completa indiferencia hacia la gente de la calle, sus continuas mentiras para lograr que éstos, engañados día sí y día también, continúen legitimándoles cada vez que toca echar sus sobrecitos de mierda en la urna.
Ahí está el engaño, y no en once tíos vestidos de rojo que, como mucho, pueden hacer que durante noventa minutos, la ilusión pueda comerle un poco de terreno a toda la mierda que nos rodea a la gente normal.
Bill Shankly, que además de ser un loco escocés, entrenó al Liverpool durante quince años, arengaba a sus jugadores haciéndoles saber que, para la multitud que llenaba las gradas de Anfield cada domingo, ese era, probablemente, el momento por el que habían estado suspirando durante toda una larga semana de duro trabajo, su ilusión. Y que esa gente, que de ninguna manera olvidaba sus inmensos pesares cotidianos, se merecía que los jugadores lo diesen todo por ellos.
El fútbol puede hacer, como mucho y por un rato, feliz a la gente, pero nunca los hace idiotas. Además, afortunadamente en el fútbol, al contrario que en la mayoría de cosas de la vida, casi siempre ganan los buenos. Si este mes es así, al menos en ilusiones, nos irá bien.
Edito por primera vez en Bilis, y sin que sirva de precedente: España acaba de perder con Suiza, demostrando que, hasta en esto de la ilusión en malos tiempos, somos un país lamentable; si Torres no tiene a Benitez en un radio de cincuenta metros, se vuelve deficiente... ¿estaría Rafa en Viena?; estoy por alegrarme de la derrota sólo por lo muchísimo que les va a joder a dos sacos de estiércol como Jose Antonio ("al que no le emocione el himno que se joda") Camacho y JJ Patapalo Sesoatún Santos; y se ha lesionado Iniesta, yo creo que ha sido culpa de Zapatero. Aún así, creo que vamos a llegar lejos. (Al menos tengo esperanza, ya que ni paro tengo...)
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