martes, 8 de marzo de 2011

El fascismo que nos viene

El otro fui a la Universidad a escuchar una charla. Tras tanto tiempo financiándola con mis inútiles matrículas, ya era hora de que me aportara, por lo menos, una butaca mullida. Lo de poner la calefacción parece que se queda para otro día, cuando algún otro memo haya decidido tirar una década de pésima educación y mucho peores resultados por el retrete.

Les contaré de que iba la cosa. (Más o menos, porque mi capacidad de atención ha quedado bastante limitada después de la reiterada asistencia a la clases de algunos gilipollas que se creían con derecho a reírse en la cara de sus alumnos porque saben calcular una bomba hidráulica o un voladizo, y tienen una fábrica de mierda que ojalá quiebre mañana. Por suerte -Dios bendiga al mus-, las sesiones continuas de cafetería lograron mantener algo de mi escaso intelecto en su sitio.)

Resulta que algunos gobiernos occidentales crearon en los años 60 una operación llamada Gladio, a cargo de sus servicios secretos, que tenía por objetivo evitar la expansión del bloque soviético más acá del Telón de Acero. En otras palabras: que los comunistas no alcanzaran el poder en países como Italia o España.

Para ello, además de incluir cláusulas en el tratado de adhesión a la OTAN por las cuales los nuevos miembros se comprometían a no investigar los crímenes de la extrema derecha en sus países -¿Se acuerdan de quién nos metió a nosotros en la OTAN? Sí, un tal Felipe. Socialista, y esas cosas. Ya ves tú. Fíate de la Virgen y tirate del balcón-, aportaban el material humano necesario para realizar lo que, en el argot, se conoce como atentados de falsa bandera.

¿Y eso qué es lo que es? Pues, más o menos, montar una masacre y echarle las culpas a otro para que después, la sociedad, la masa, renuncie a ciertas libertades a cambio de mayor protección contra los asesinos.

No hace falta decir que los asesinos eran presentados como grupos de extrema izquierda, con lo que los gobiernos occidentales conseguían el recorte de libertades que anhelaban y, además, aparecían como los amantísimos padres que protegían a sus ciudadanos de la amenaza terrorista.

Lo del Gladio no se lo inventó el tipo de la charla, y algunos Parlamentos europeos -el nuestro no, por supuesto; para admitir algo en el Parlamento habria que estar trabajando en él, en lugar de rascándose las pelotas en sus casas- como el belga ya han admitido su implicación en el asunto. Además, por si Bilis carece de suficiente credibilidad, la BBC hizo un educativo reportaje al respecto. Dejen de ver porno y búsquenlo por internet.

El caso más famoso de esta Operación Gladio es el de Aldo Moro. Al payo Aldo, que era Primer Ministro de Italia, una comisión de investigación le preguntó acerca del asunto. Él preguntó a los servicios secretos italianos que le dijeron algo así como "Aldo, per la mía mamma, como vamos a facere algo cosí. Noi siamo migliore persone que los Ossi Amorossi". Y Aldo se lo creyó.

Cuando poco después, esos mismos servicios secretos se disfrazaron de las Brigadas Rojas, y secuestraron y mataron al signore Moro, puede que éste se lamentara por su credulidad.

Pero pasaron los maravillosos 60, 70 y 80, y el fascismo impuesto como recorte de derechos ante la amenaza comunista se iba haciendo cada vez más difícil de tragar, en parte porque los propios comunistas estaban en una situación en la que dificilmente podían expandirse a ningún sitio, cuando sus propios regímenes totalitarios de mierda estaban cayendo, uno tras otro, en Polonia, Rumanía, la RDA o, finalmente, la propia URSS.

"No me jodas -pensaron entonces en Occidente a mediados de los maravillosos años 90 mientras veían el programa de Leticia Sabater-, ¿cómo vamos a esclavizarles en nombre de la protección ante el supuesto enemigo, si ya no existe el enemigo?"

E iniciaron una segunda fase, encaminada de nuevo a recortar las libertades individuales y ponernos a todos bajo el yugo de una entidad supranacional encargada de que nadie se salga del redil.

Y lo que no había entrado con la espada, entró con la pluma: globalización, un mundo unido haciendo frente a sus retos comunes. Poco a poco pretendían modificar la mentalidad general, hasta llegar a un estado en el que todos admitiésemos la completa sumisión a un Poder supremo, ajeno a nosotros, que velara por nuestros derechos, un Ente formado por corporaciones multinacionales encargadas de llevar el timón. Ellas marcarían nuestra politica, imprimirían nuestro dinero, dibujarían nuestros sueños.

El proceso habría de llevar años, a no ser de que apareciera un catalizador que, como un moderno Pearl Harbour, permitiese acelerar todo el fenómeno por el cual nosotros cederíamos alegremente nuestras libertades en nombre de un bien superior: la seguridad.

Y entonces, mientras Ángels Barceló hablaba de una maestra de Almería a la que habían echado de su trabajo en un colegio concertado después de haberse divorciado, algo se estampó contra las Torres Gemelas.

Pearl Harbour II. Un remake del éxito japo de 1941, magistralmente interpretado, fotograma por fotograma, por unos moros que habían recibido clases de instrucción aérea en centros militares de los propios Estados Unidos.

Después vino el 11-M en Madrid, el 7-J en Londres y muchas más cosas divertidas que se parecen, sospechosísimamente, a lo que hace cuarenta años representó la Operación Gladio. Los enemigos no serían ya los comunistas, sino el cambio climático, la crisis económica y, sobre todo, el terrorismo internacional. Enemigos distintos, pero un mismo objetivo: bajo la apariencia de nuestra propia seguridad, instaurar un fascismo invisible que nos controle, nos vea en bolas en un escáner de aeropuerto y se lleve a Guantánamo a los malos ante nuestra sorprendente pasividad.

Y en ello estamos hoy, cada vez más sometidos a autoridades sobre las que no tenemos ningún poder decisorio (la Banca, los Parlamentos supranacionales, el FMI... ), que se encargarán de protegernos ante los nuevos retos del futuro, amparadas y sostenidas por la libérrima prensa de nuestras maravillosas democracias.

Y el tío, después de soltar todo esto, preguntó si alguien quería irse a echar una caña. Va a ser que no, tío. Si te lo has inventado todo, estás como una regadera; y si es verdad, la CIA te meterá veinte gramos de plomo en el cráneo cualquier día de estos.

Puede que las teorías de la charla fueran retorcidas, puede que, como digo, sean exageradas, o también puede que sean fruto de una investigación minuciosa y digan la verdad letra por letra. El ponente nos instó, cosa poco habitual, a no creerle, y comprobar por nosotros mismos la veracidad de su exposición. Eso ya es un punto a su favor.

El segundo es su cita final, de un tipo que se llamaba Adolf Hitler, no sé si les suena. "Las grandes masas sucumbirán más fácilmente a una gran mentira que a una pequeña".

¿Y si todo fuera una gran mentira? Por si acaso, yo he dejado de ver las noticias cuando me levanto, y ahora desayuno con Bob Esponja. Vive en una piña debajo del mar y es bastante gilipollas, pero al menos no cree que yo lo soy.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Todo esto y mucho más en el documental Zeitgeist. Empieza con un rollo bien profundo sobre religiones "muy didactico para el cabrón que me dejaba una hora más en catequesis aprendiendome el credo". Pasa por el circo de las Twin Towers hablando de armas, petroleo, dinero.. y finaliza con una visión de futuro un tanto macabra, con chips introducidos en nuestrso cuerpos con los que podremos estar controlados en todo momento, hacer las compras, cobrar nuestros salarios... y lo peor de todo es que nosotro mismo los demandaremos.

En el siguiente link con subtitulos en español.

http://video.google.com/videoplay?docid=8883910961351786332#

Hugo