Por una vez, los ciudadanos parecemos haber comprendido el significado de la palabra reflexionar -considerar nueva o detenidamente algo, según el DRAE-; y el análisis detenido, tranquilo, minucioso, consciente y crítico de la situación ha creado riadas humanas en las plazas de cada capital.
Puede que quienes salieron a la calle el primer día no supieran con exactitud qué querían (sabían qué no querían, que ya es bastante), pero después, una vez reunidos en las plazas de toda España, a la gente le ha dado por hablar. No hablar como los políticos lo hacen en el Congreso, leyendo de su papel y cerrando sus oídos cuando es el adversario quien tiene la palabra. No. Hablar para ser escuchados. Escuchar para poder ser tenidos en cuenta.
Y España habla, y habla mucho. ¡Dieciseismil ayer en Madrid!, con sus propias comisiones de higiene, seguridad, alimentación, comunicación, acción -unos artistas encargados de hacer un cordón humano alrededor del campamento si la policía se aburre y cree llegado el momento de limpiar la plaza a hostias -... todos ellos pasándose por el forro de los cojones las prohibiciones de la Junta Electoral, de la que las malas lenguas afirman que también ha prohibido los zumos, porque son concentrados.
Pero no sólo en Madrid, también aquí, en la dormitante capital de todas las Riojas, donde la pasividad social es tan sólo comparable al alcoholismo generalizado, el personal se juntó en la plaza principal de la localidad principal sin intención alguna de acabar cocido. El botellón no es revolución, decía una de las pancartas que, como un tendedero de palabras, rodean la plaza, de farola a farola.
Así que ayer por la tarde, sin ir más lejos, comenzó la cosa a eso de las 6 con unos manazas construyendo un buzón-central nucelar-aerogenerador de cartón destinado a recibir propuestas de ahorro energético; continuó a las 7 con un conciertillo, primero dos chicas a la guitarra, y después un neozelandés que venía de Sol con las gafas más feas del Hemisferio Norte se marcó el Blowing in the wind de Dylan para rematar la jugada.
Y a las 8 empezó lo bueno. Ante la multitud, un micrófono abierto. Quien quería, pasaba hasta él y decía lo que le salía de los cojones. Absolutamente abierto a la libre opinión de cada ciudadano. Vamos, más o menos igual que en el Congreso de los Diputados, ¿no?
Desde atrás, donde no debía verse una mierda, pedían que los oradores se subieran al escenario donde antes había estado el guiri de la guitarra. "Esto no es un mítin -respondió una chica-. Aquí somos todos iguales, y hablamos desde abajo para los de abajo". Chapó.
Cuando todo el que quiso hubo hablado, apareció un grupo de tipos, cada uno con un globo, y comenzó la asamblea, el mismo ritual que La Redonda lleva viendo, estupefacta, toda la semana. En torno a cada globo, sentados en el suelo, se iban congragando grupos de menos de veinte personas. Allí se tratan los temas aprobados el día anterior, se proponen otros nuevos, y por último se votan para hacer una recopilación escrita de todos aquellos en los que exista unanimidad.
¿Qué pasará mañana? No lo sé. Y, sinceramente, no me importa. Alguien como yo, que bajo ningún concepto iba a ir a las urnas a legitimar con mi voto a tantísimo hijo de puta, ya ha ganado estas elecciones encontrando en la calle un movimiento popular que, desemboque en lo que desemboque, ha sido capaz de manifestar alto y claro el hartazgo y el malestar de la mayoría.
No hay que olvidar que sólo unos meses después de aquel Mayo del 68 en París, hubo unas elecciones en Francia en las que arrasó la dereche de De Gaulle. Personalmente, creo que mañana, en esta España del 2011, puede suceder algo semejante, porque aunque en las plazas haya de todo, de lo que no hay es de esa extraña clase media aferrada por decreto a la derecha, acrítica total, sin capacidad para mirar más allá de su propia idiotez.
Con todo, ¿será útil algo de lo que está pasando ahora? ¿nos llevará a algún lado? No lo sabemos. Algunos temen que no sea así, otros confiamos en que algo tan espontáneo no puede quedar enterrado sin alguna -aunque sea mínima- consecuencia.
A fin de cuentas, da lo mismo. Es bonito verlo, es bonito vivirlo. Y eso ya es, de por sí, una gran consecuencia.
3 comentarios:
Lo dicho!!!
Aprovechar que tenéis la oportunidad de vivir en primera persona esta semana que para mi ya es histórica!!!
Desde el exilio voluntario, ahora más que nunca, me encantaría poder estar allí, formar parte de ese movimiento de/por/para el ciudadano!
Habéis devuelto la esperanza a la sociedad!
Después del 22 de Mayo hay un 23 de Mayo!!!!
Que pena no estar allí.
Quizás dentro de un tiempo esto se vea como una utópica e inútil ilusión primaveral.
Pero ahora, y eso es precisamente lo bonito, nadie sabe en qué va a acabar.
Mucho o poco, como digo, su mera existencia es suficiente.
PD: Y que lo sepan allá en el exilio, más que nada, esto se escribe para ustedes, caballeros.
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