domingo, 30 de octubre de 2011

Making friends VII: ser retrasada y vivir de ello (I)

Hay por ahí una gorda que, por tener un teclado y los dedos incomprensiblemente poco morcillosos como para poder teclear, se cree escritora.

Lo malo es que, en la dirección de algunos periódicos o editoriales, como se ve que su ridículo discurso proge-feminista-zampabollos vende, tienen la insana costumbre de publicar las mierdas que la susodicha vomita por los dedos. Y últimamente le ha dado por darnos lecciones de democracia, incitándonos al voto de la misma manera que podría azuzarnos hacia el consumo desmedido de morcilla o la práctica individual de la lobotomía.

Además, y como su capacidad de juntaletras a sueldo no le da para emular a Quevedo, nuestra inimitable idiota ha optado por escribir diatribas dedicadas a chonis con el mismo discurso que ellas emplearían en un polígono industrial cualquiera durante una transacción de espiz nocturna; intentando convencerlas para que ejerzan su derecho al voto y mantengan así esta democracia basada en la Constitución que los españoles nos dimos en 1978 y blablabla... Ah sí sí, comedme los cojones.

Como habrán podido comprobar quienes hayan pinchado en el enlace superior -para desgracia de sus ojos, que ahora desearán haber sido extraídos de sus cuencas y lanzados a un váter del Sadar-, estamos hablando de Lucía Etxebarría. (Así, con che vasca, porque decir 'Guecho', 'calimocho', 'arrachaldeon' o 'chorralaire', es de fascistas).

Bien, pues como decíamos, este saco de mierda a sueldo de La Vanguardia, ha decidido que los jóvenes deben votar. Y en un ejercicio de lamentable generalización, ha pensado que todas las chicas se llaman Jenny, tienen más laca que eso en la cabeza y se dedican a mamar pollas dentro de un Peugeot 206; así que deben ser aleccionadas en su falsa izquierda del buenrollismo y tirarse en masa a la urnas, como hacen con los chuloplayas de pelo cenicero a los que vacían os testículos cada fin de semana.

No contenta con escribir libros que no utilizaría ni para limpiarme el ojete, este subnormal especimen tiene la poca decencia de ponerse, desde su tribuna de prensa, a dar lecciones de democracia al personal.

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