martes, 18 de agosto de 2009

Monos en patín

Todos los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, a pesar de su malévola concepción inicial, pueden realizar labores que resulten provechosas para el conjunto de la ciudadanía.

Así, la Guardia Civil, creada por el señor Duque de Ahumada para patrullar los caminos, reirse de jóvenes que acuden a ellos solicitando información o poner multas de tráfico, siempre puede quedar con un grupo de jinchos locales y organizar, muy integradores ellos, un jocoso partido de Maderos contra Gitanos; con el consiguiente regocijo por parte del público presente.

Nuestro Ejército constitucional, diseñado para mantener la unidad patria, recuperar Cuba y las Filipinas, repeler las intenciones de Marruecos de apropiarse de Ceuta, Melilla, Autol o Perejil, y evitar un ataque de la Lutwafe portuguesa, puede ser empleado en tareas de reconstrucción tras desastres naturales, por ejemplo.

La Policía Nacional puede servir tanto para mostrar a servidor las estrecheces de un coche patrulla merced a un delito que no había cometido (como el Equipo A), como para enseñar al viandante como se colocan correctamente cuatro rayas de coca encima de una placa. Que quizás fuera azucar glassé, pero como servidor solo es un yonki del vino de cartón, no puede afirmar tal cosa.

Y así prácticamente con todos. Los forillos, los mossos o la txaraina valen para un roto igual que para un descosido, y lo mismo te abortan un atraco en la Caja Rural de Rodezno que te que te desalojan unos manifestantes a base de hostias como panes por las calles de cualquier urbe cosmopolita.

Pero hay unos que no. Hay unos que, ni en sus atribuciones reales ni en las que acaban desempeñando pueden aportar absolutamente nada a nadie. Son los mienbros de la Policía Local. Funciones, pocas. Ganas de cumplir con ellas, menos.

Y si particularizamos, en el cénit de la incompetencia se encuentra la policía local de Logroño, cuyos miembros parece ser que están más atentos a las fechas del nuevo casting de Gran Hermano -manda cojones que un esperpento humano salido de esa inmundicia tenga potestad para multar a nadie...- que a trabajar.

Pues bien, en la muy noble y muy leal ciudad de Logroño; capital de todas las Riojas; gloriosa urbe regida por Orejas Jr. y el Bigotes, los Pin y Pón del chapucerismo riojano; corte a su vez de su archienemigo el emperador Pedrone, populista prohombre del fascio patrio; ahí, en esa simpática ciudad, han decidido obsequiar a la policía local con unos hermosos patinetes eléctricos.

Son del mismo estilo que hiciera famoso don Jaime de Marichalar, ése mito popular hispánico que ostenta el título de ser el ex-miembro de la Familia Real al que mejor le queda un disfraz del inspector Gadget. Y cuestan la tontería de nueve mil euros cada uno.

Un millón y medio de las antiguas pesetas por invento para conseguir que los pitufillos de Logroño se parezcan lo más posible a los bicipolis de Pacific Blue. Pero sin frescas.

Mientras la crisis se recrudece y los parados se apuntan a la moda de la mitosis, el Ayuntamiento gasta la pasta en este tipo de chorradas. Con un par. Cómo se nota que no es suyo, y que han obtenido ese dinero de la forma más fácil. Con ingentes subidas de impuestos por los servicios más básicos o prostituyendo a sus madres, por ejemplo. Pero bueno, qué no hará el alcalde por sus guardias de corps si éstos son capaces de entregarse tan en cuerpo y alma a su trabajo de mantener la seguridad que son incapaces de atender a un joven en plena inconsciencia etílica con la educadísima frase "anda, chaval, vete con tu amigo de aquí y no molestes que no somos una ambulancia".(Tan verídico como que me llamo Oxxo).

Normal que al concejal responsable de tan jocosa idea no se le caiga la calva de vergüenza al afirmar que los patinetes eléctricos "no necesitan mantenimiento, alcanzan unas velocidades punta de veinte kilómetros por hora, y permiten acceder a lugares donde una bicicleta no podría".

Imaginen a la policía persiguiendo a alguien incapaz de desarrollar a pie esa velocidad -hasta yo, con mis pulmones de cenaco, podría- por el único lugar donde cabe ese bicho y no una bici: un ascensor.

Bajo semejantes premisas, el peligroso delincuente solo puede ser un anciano con bastón. Y si se diera ese caso, cualquier niño de trece años podría encargarse de la seguridad ciudadana.

Mientras, no estaría mal que los locales al menos se cansaran un poco en sus paseítos entre el desayuno y el almuerzo. Y mantener de paso el correcto orden natural. Si los monos quieren un nuevo medio de transporte, se les cuelgan unas lianas en la Gran Vía y, ale, a patrullar.

2 comentarios:

Pilar dijo...

Sí, y lo que mola imaginar la escena, de cómo alguien a quien persiguen se va a toda hostia corriendo mientras ellos fuerzan a tope el monopatín.

O cuando lo lleven cargado al hombro al quedarse sin batería.

Anónimo dijo...

jajaja grandioso!!

perejil o autol eh? jajaj