lunes, 24 de agosto de 2009

Vergüenzas de España (y Portugal*)

María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva. Comencemos con un axioma, alguien con tantos nombres no puede ser bueno. La gente normal se llama Pepe, María, Manolo o Juan.

Catorce veces Grande de España, la pájara. Que, por si no lo saben, grandes, grandes, en España, pocos. Contaditos con los dedos de una mano. Gasol, Romay, Falete -a lo ancho-, y poco más. Pues Cayetana, catorce veces Grande. Con dos cojones.

Su colección de títulos nobiliarios es tan amplia que se ha llegado a decir -alguno que se la flipa demasiado o bebe orujo a escondidas antes de salir en la tele- que en el hipotético caso de que la Duquesa de Alba se encontrase en la cola del Consum con la Reina de Inglaterra -una comprando kiwis para que merienden Eugenia y Fran, la otra adquiriendo unos tampones para su nuera-, Isabel II debería hacer una reverencia ante Cayetana. Y dejar que la Duquesa le pase la travel, si así lo deseara.

Pero no es el caso.

¿Y por qué Bilis trae hoy a colación a la Duquesa de Alba? Pues, señoras y caballeros, mis amantísimos homínidos, porque de algo hay que escribir. Que esto, como diría el gallego del bar aquel, viene siendo un blog.

Y siendo este el blog del odio, qué mejor que una de las personas que ocuparía el top ten de los más odiados por servidor cualesquiera que fueran las categorías a evaluar? Otro día haremos una clasificación pormenorizada a este respecto, pero hoy nos limitaremos a centrarnos en la Duquesa.

Debemos recordar al personal que estamos en el año 2009, que las cruzadas dejaron de intentar recuperar Tierra Santa hace siglos, que la Reconquista acabó hace más de medio milenio, que ser siervo de la gleba no cotiza ni asegura una buena jubilación, y que para encontrar duelos de caballería en los que apuestos jóvenes luchen por el honor de una dama, o se da usted una vuelta por las novelas, o nada. Y ni eso. Palabra de lector de Canción de Hielo y Fuego.

Por todo ello, hoy en día, la persistencia de instituciones como la Casa de Alba, es absurda. No digo ya la creación de otras nuevas -al fin y al cabo ésta tiene quinientos años de rica historia- con el único objetivo de proporcionar un sueldito a los celas, suárez, urdangarines o froilancitos de turno. Una locura.

La desaparición de todas estas Casas -al menos su desaparición de los presupuestos generales del Estado o de cualquier otro mecanismo legal que les permita mantener sus añejas prebendas- sería algo muy beneficioso para la sociedad que las sustenta, e incluso sería buena para la propia nobleza, que es un estamento antiguo, medieval, fundamentado en ciertos pilares como la distinción, y el honor que, se supone, era lo que diferenciaba a los nobles del resto de los mortales.

Y honor, lo que se dice honor, no es que quede mucho en la Casa de Alba del siglo XXI.

Si Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel levantara la cabeza, metía los tercios en el palacio de Liria y los colegas de Alatriste salían por la calle Princesa con los prepucios de Cayetano y cía de colgados de las picas.

Porque este señor que fue la tercera cabeza de la Casa de Alba y al que se conocía como el Gran Duque, este señor que es frecuentemente catalogado como uno de los generales más grandes de su tiempo, este señor, fue virrey de Nápoles, gobernador de los Países Bajos, y saqueó Roma ante los ojos atónitos del Papa (cómo mola citarse a uno mismo), entre otras muchas cosas que la wikipedia explica amablemente.

Como contrapuntoa todo eso, hoy, cuatro siglos y medio y catorce jefes de su Casa después, ¿qué hace la Duquesa?

Pues se llena los bolsillos con las subvenciones de la Política Agraria Común con las que la Unión Europea debería subvencionar a aquellos agricultores a los que les pagan sus productos al precio de la mierda -o menos, puede que un kilo de abono valga más que uno de cereal-, y pelea con sus herederos ante la opinión pública porque se ha echado un ligue al que estos no pueden ni ver (temerán que les joda la herencia), mientras llama delincuentes a los agricultores que protestan contra los despidos que una millonaria -ella, of course- promovió contra esos mismos empleados que trabajaban con sus manos las antiguas heredades de la duquesita. Eso hace, don Fernando.

Todo ello sin olvidar, desde luego, su principal atribución, la más importante que posee, según el mítico chiste. Y es que además de noble, terrateniente, vieja, maniquí de las pelucas de Harpo Marx y diva del papel couché, Cayetana de Alba puede saber la temperatura de las baldosas de la cocina con solo quitarse el sujetador.

¡Qué frío está el suelo!

*Por cierto, que lo de Portugal en el título de la entrada es solo por hacer el símil con la película. Porque los vecinos se deshicieron de su último Manuel en 1910 y desde entonces no tienen ni nobleza, ni hostias. que bastante roban ya los políticos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muete a la nobleza! Mueteeee!
Y sobre todo, que muera la hija fea del rey, que ademas de robar es fea!