viernes, 6 de noviembre de 2009

Cagaderos con encanto (I)

Pocas cosas habrá en este mundo capaces de igualar a todos los hombres. Podríamos recurrir al genio de Jorge Manrique, "...nuestra vida son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir; allá van los señoríos, derechos a se acabar y consumir. Allí los ríos caudales, allí los otros medianos y más chicos. Y llegados, son iguales los que viven por sus manos y los ricos.", y mencionar la ineludible muerte. O acordarnos de donde hemos salido todos y citar al gran Chiquito de la Calzada con aquello de "nacer después de los dolores".

Pero yo, que ni soy poeta ni puedo compararme con el único tipo que puede convertir en gracioso al humor andaluz, he de aportar una tercera vía. No es otra que el evacuar, hacer de vientre, plantar un pino, el giñing time, mandarle un fax a Juancar, hacer negocios con el señor Roca. Cagar, vamos, y también trae, desde luego, cita poética. "Caga el Rey, caga el Papa, y de cagar nadie se escapa".

Y, una vez centrados en este tema que nos equipara a todos los humanos, he de mostrar mi indignación ante el oscuro vacío que esta sociedad capitalista nuestra, en la que parece que todo está inventado, ha dejado en esta campo.

Hay guías para todo y para todos, a gusto de cualquier consumidor: las hay de viajes, de restaurantes, de tiendas, de coches, de paradores, de estaciones de esquí, de catedrales, de ropa, de vinos... pero no existe una guía que detalle con minuciosidad las características que presentan los aseos que usted pueda encontrarse en esos mundos de Dios.

Para empezar, les adelantaré algunos de los principios básicos que deberá tener un cagadero para obtener una buena puntuación: limpieza, tranquilidad y temperatura agradable se dan por supuestas; también debe poseer una bomba de agua potente, capaz de mitigar con su llenado de cisterna los inevitables acordes de su particular Cabalgata de las Valkirias. Y por último, pero no menos importante, es necesaria una luz cálida y tenue, nada de focos con la misma intensidad y color que los del Camp Nou para dar mayores facilidades a los farloperos. Si quieren encontrar la cocaína sin dificultades, se compran ustedes un coche con retrovisor extraíble y se ponen las rayas en el espejito.

Aquí hemos venido a cagar. Para drogarse, hablen con Zarzuela.

Sentadas estas someras bases, bienvenidos a ésta su casa, donde la capacidad descriptiva y medio kilo de detrito orgánico propio aflojándo los esfínteres se dan la mano en gloriosa colaboración. Comenzamos.

La primera crítica defecaria que hayan visto en su vida la tienen a partir de ya aquí, en Bilis, la escatológica nota de alegría en sus lamentables existencias:

El Casino de Bañares

Cagadero de estilo años 40; es decir, metro cuadrado del mismo material que una bañera, blanco nuclear para lograr un mayor contraste visual, estriado en la zona más cercana a la entrada para favorecer su sujección y un único agujero en el suelo, tan negro como las mismas puertas del infierno. Por si esto fuera poco, por la ventana entra corriente.

Este tipo de váteres resultan peores incluso que hacerlo en el campo, donde siempre puedes encontrar un tronco caído en que recostarte. Y es que, la primera norma para conseguir una buena puntuación en esta guía, es que el cagadero ha de permitir, sí o sí, que el defecante pueda relajar las piernas.

No cabía esperar otro estilo en este recinto, pero, a pesar de tan negativo lugar para defecar, el lugar merece ser tenido en cuenta, ya que nos encontramos ante uno de los pocos lugares sobre la faz de la Tierra en el que conviven los últimos especímenes de riojalteñus auténticus, con sus gorras de John Deere -jondi en dialecto local- a la cabeza, su palillo en la boca, sus barajas en las manos, y sus cuartillos de tintorro peleón entre pecho y espalda.

Por si fuera poco, los nativos son contemplados desde las paredes por un televisor que emite partidos de pelota en la vasca, pósters de corridas de toros, y lo que hace único a este establecimiento, una serie de fotografías de todo tipo de personajes entre las que destaca (la cabeza me quiten y me pongan la de Esperanza Aguirre si miento) una de Francisco Franco junto a la de Ernesto 'el Ché' Guevara. Flípenlo.

Pero, como es la comodidad a la hora del descomer, y no la decoración lo que se valora, he aquí mi primera puntuación.

Valoración final: O puntos.

2 comentarios:

Antonio dijo...

Tengo que decir que el casino de Bañares es un ilustre lugar; por ejemplo, ¿sabían ustedes que es desde ahí, y no desde el parlamento riojano, desde donde se deciden las líneas de actuación en materia agrícola para toda La Rioja Alta?. Respecto al plato de ducha para cagar he de decir que a mi me parece un buen invento, una parte de la historia, algo bello de ver (sobre todo cuando hay pinturas rupestres) y si usted quiere cagar, para eso están las macetas de la entrada: ¿es que hay que criticarlo todo?.

Yaha! dijo...

La duda acerca de si hay que criticarlo todo ofende. Ése es precisamente el espíritu de 'Bilis'. Aunque aquí se valora simplemente la comodidad del lugar a la hora de jiñar, ya que, como dejo claro, el resto del recinto es de una categoría deslumbrante. (Sobre todo por su excepcional accesibilidad para ancianos y/o minusválidos)