martes, 1 de diciembre de 2009

Ronceritis (making friends II)

Tengo un colega que hace la siguiente afirmación sobre Hitler. El primo Adolfito no tuvo culpa de nada. Sólo era un pobre loco al que setenta millones de gilipollas entregaron el país más poderoso de Europa para que él lo usara como su juguetito.

Pueden ustedes pensar que está un poco jodido de la cabeza, sí. Pero precisamente por eso es mi colega. Ya se sabe: Dios los cría y el Ayuntamiento los empadrona. Y si se paran a pensar, puede que no esté tan desencaminado. Si a cualquiera de ustedes, malditos enfermos, le dejan mañana la segunda economía mundial para que se eche unas risas haciendo y deshaciendo a su antojo, puede que no les diese por exterminar a millones de narigudos desprepuciados, pero me juego un huevo a que la preparaban parda.

Por todo eso, porque el mundo está lleno de locos dispuestos a pasar a la Historia como el más hijo de puta de cuantos humanos han hollado la Tierra y de gilipollas dispuestos a proporcionar a esos locos los medios para que los consigan, es de agradecer que Tomás Roncero sea un enfermo del Madrid en lugar de serlo de la raza aria. Y, sobre todo, que nadie le vaya a proporcionar la Luftwaffe para que nos someta a todos a su forofismo madridista.

Hace mucho, en mi libro de Física de COU, leí las palabras de un tipo afirmando que tendría muchos problemas en elegir al segundo científico más importante de la Historia, pero que no le cabía duda alguna con el primero, Newton. A mí, si me cuestionaran de igual manera en lo referente al espectro de periodistas españoles, podría encontrarme inmerso en un mar de dudas a la hora de elegir al segundo periodista español más repelente -Jiménez Losantos, Roberto Gómez, Urdaci o el Gordo que acompañaba al Calvo de la Fórmula1, se pegarían codazos por ese puesto-, pero en el número uno, nadie, y digo nadie, es ni será jamás rival para Tomás Roncero.

Hoy, cuando sólo han pasado un par de días desde que el Barça ganara a ese virus que produce la enfermedad del amigo Roncero, es un buen día para presentar a este individuo ante la estimada concurrencia de Bilis.

No sé cómo ha llegado, la cosa es que está aquí. Desconozco si goza o no de buena pluma -el pavo escribe en el As, y si ya el Marca produce gran repelencia, ése panfleto de Prisa no lo toco ni para limpiarme el ano con él-, pero su calidad periodística queda contrastada tan sólo con verle y/o escucharle en alguna tertulia deportiva.

En ese tipo de espectáculos deleznables, donde una sarta de tipejos compiten por ver quién defiende las tesis más idefendibles únicamente por pertenecer ésas a su equipo, al que sacan la cara contra viento y marea, haga éste lo que haga (esto no debería resultar extraño, ya que las tertulias periodísticas aparentemente serias siguen exactamente el mismo guión: lo mío bueno, lo tuyo caca), Tomás Roncero es siempre la estrella que más brilla.

No habla, aúlla. No argumenta, vomita palabras a una velocidad que sus musculos bucales, incapaces de moverse al ritmo con que su desquiciado cerebro proyecta su nazi-madridismo, no pueden asumir. Así, sus pensamientos se convierten en ininteligible verborrea que únicamente puede alcanzar algún sentido -mínimo- merced a sus continuas onomatopeyas, exclamaciones y risas forzadas.

No piensa, no razona; jamás medita ni reflexiona. Es la muestra viviente de la involución de la raza humana; un especímen que ha perdido totalmente su capacidad de raciocinio y se mueve regido por los impulsos más primitivos, retrocediendo hasta la época de las cavernas e incluso más allá. Su motivación no es la concecución de comida ni la búsqueda de seguridad para la manada, no. Ésos serían los argumentos que dirigirían el comportamiento de cualquier simio o protohomínido, pero a él le estan vetados. Roncero sólo busca herejes a los que convertir a su fé merengue. La Sagrada Orden de las Glorias Deportivas: el Real Mandril.

El único objetivo en la vida de este tipo es demostrar mediante ridículas teorías la superioridad absoluta del Real Madrid sobre todo y sobre todos. El Madrid es mejor que la ciencia, que el arte, que el ecologismo, que la cerveza, que el monoteísmo o el politeísmo, que la paz mundial, que la televisión, que la selva tropical o que un buen par de tetas; e indudablemente, el Madrid es en todo mejor que el Barça.

En el imaginario personal de este tipo, la palabra orgasmo viene ilustrada con una bomba de neutrones cayendo sobre el Nou Camp y reduciéndolo todo a cenizas.

Su nivel de profesionalidad y objetividad es fácilmente cuantificable: cualquiera entre cero y la puta mierda. Nada.

En España la raza periodística está fuertemente infectada por la estupidez y el servilismo, por no decir que abren la boca mucho y mal, apuntando siempre hacia el lado que les marca su bolsillo, o que tienen todos los traseros hechos a la medida de las pollas de sus jefes. Las motivaciones de los periodistas serios son más peligrosas y oscuras; pero las de los periolistos deportivos no han de ser menos censurables únicamente por lo estúpido de sus objetivos. (Al fin y al cabo, se pasan la existencia debatiendo acaloradamente sobre un mísero juego, como si en éso fuera la vida de alguien.)

Hay tipos impresentables de la talla de los señores Inda y Relaño, a la sazón directores del Marca y el As; gente como Quique Guasch, el tipo más bronceado del mundo al que el moreno ha debido penetrarle hasta el interior del cerebro para hacerle creer que está en posesión de la verdad y que puede hacer que todo aquel que se siente a menos de cuatro metros de él deba compartir su opinión solo por el hacho de que grita más que él, hermano; algunos pobres deficientes de los que hasta sus malditos compañeros hacen mofa y escarnio, como Manolete; analfabetos como José Ramón de la Morena; subiditos que se creen los más gallos del corral por dirigir una redacción que habla de tipos en calzoncillos corriendo por un prado como Abellán; o, directamente, idiotas como Roberto Gómez (perdonen, pero para éste no hay adjetivo definitorio que no conlleve la falta de respeto).

Todos ellos son capaces de convivir con la mentira constante con la misma naturalidad con que sus santas madres conviven con los treinta euros de rigor por un servicio de veinte minutos, pero se lo juro por mis muertos, yo que no soy para nada violento -sólo hace falta leer las cosas que publico en Bilis para darse cuenta de que soy lo más parecido a la tía abuela que les daba chocolate con galletas a los Osos Amorosos- me desquicio completamente cuando escucho al anormal de Roncero.

De entre todos los mierdasecas de este inmundo planeta que no tienen capacidad para hacer realmente el mal -como ya dije antes, los dioses son misericordiosos con la raza humana y no han querido que un tarado psicótico como Roncero haya tenido acceso a ningún puesto de poder que lo hiciera realmente peligroso-, es probable que Tomás Roncero sea al que más ganas me dan de meterle un azadonazo en la boca cada vez que la abre.

Háganme caso y quédense, tras esta sarta de amistosas declaraciones, con estas últimas palabras: si alguna vez se encuentran con Roncerdo, huyan. Es un tonto peligroso, y eso a mí me da mucho miedo.

1 comentario:

yshinraul dijo...

No voy a ser yo quién conteste a la situación actual del periodismo deportivo de España. Eso se lo dejo a la persona apodada como "anti-Zidane" por aquellos que fueron a casa de Pepe a secarle las lágrimas porque se puso un poquito nervioso con el provocador de Casquero, con el violento de Albin treinta segundos después, con el corrupto linier otros tres minutos después y con la celebración de un gol de su equipo pasados los diez minutos.
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