martes, 5 de abril de 2011

Alejandro Sanz (making friends V)

Cuentan que hubo un tiempo en que, a falta de litronas de cerveza tibia de trago o la repetida visualización de la cara de Eduardo Inda, cuando el personal tenía ganas de vomitar, escuchaba los discos de este tipo.

No me lo creo, pero tampoco me creía que comenzara su carrera musical haciéndose llamar Alejandro Magno, y ahí le tienen.

Sí, mis queridísimos amigos, "el artista español más grande del siglo XXI" -jodeos Cervantes, Goya, Picasso, Miguel Porlán Chendo o todos los que le precedisteis en los primeros dos milenios- comenzó su carrera adoptando el nombre de un macedonio marica megalómano y trastornado, tan amante de todo lo helénico que decidió darse un garbeo de decenas de miles de kilómetros por Oriente para no volver a ver jamás la puta y reseca Grecia.

Excepto por lo de macedonio, todo un presagio. No en vano, el guía espiritual, mediático y económico de la ¿música? española cumple todas las demás características.

Sobre todo la que, en su condición de máxima estrella del fulgurante panorama musical español, prestigioso microcosmos capaz de crear de la nada a otros genios como David Bisbal y situarlos en el mismo sacro panteón que Álex (me gusta llamarle así, suena bastante pijo, pero tiene la fuerza suficiente para poder forrar la carpeta de una quinceañera con el coeficiente mental de un gorila de montaña: Álexmagnosánz, yo te bautizo), le permite erigirse en el defensor de la industria musical.

Ya ven, su círculo de afinidades, desde Bisbal a Mamoncín, pasando por ése uno por ciento de socios del Cádiz que sabe sumar con llevadas, impresiona.

Con semejante séquito a su alrededor, cómo no se va a creer el amigo Álexmagnosánz autorizado para equiparar el derecho de los niños sidosos de África a tener acceso a una vacuna, con el suyo a cobrar un impuesto ficticio, latrocinio puro y duro, por comprarme un cedé, casete, o cualquier otra plataforma sobre la que, eventualmente, pudiera cometer el delito de grabar algo de su música.

Un pequeño inciso, y habrá quien me diga que lo hago por tocar los cojones, pero estoy completamente de acuerdo con la Ley Sinde. Además de que la ministra me recuerda mucho a alguno de los malos de La Guerra de las Galaxias, y por ello creo conveniente no tocarle mucho la vulva, opino que está perfectamente justificado que toda la población pague por el pecado de unos pocos retrasados que, no contentos con escuchar la bazofia de tipejos como Álexmagnosánz, osan grabarla sobre algo físico, disminuyendo los limitados recursos del planeta para tener la posibilidad de maltratar sus oídos con tan infectos excrementos una y otra vez.

Dí que sí, Sinde. Yo estoy contigo. Que cuatro lo escuchan, pues que paguen todos. Por la piedra todo el puto personal, a lo Herodes.

Y es que, entre las múltiples facetas deleznables de un tipo que se compara con un pobre negrito sidoso de cuatro años; que llama fascista a la gente que protesta contra una ley escapada de Minority Report; que se permite el lujo de dar al personal lecciones constantes de buen ciudadano, criticando a todo aquel que se queda con el pan de sus hijos -sus hijos, ésa es otra...- bajándose sus discos de internet mientras él reside en Miami (que como todo el mundo que se llame Julio Iglesias sabe, es el mejor sitio para contribuir con el fisco español); siempre hay algo que repugna más que todo lo anterior.

Podría ser el hecho de que cante hablando, algo reservado a grandes de la música a los que servidor haya involuntariamente cuasiagredido con una botella de calimocho en las fiestas de Bañares, como el señor Rosendo; podría ser un análisis del oscuro infierno de donde emerge su inspiración a la hora de crear las letras de toda su temática musical -excepción hecha del himno del centenario del Cádiz Club de Fútbol, cuya fuente de inspiración está en aquel día que cagué en una hormigonera-; pero no.

El principal motivo por el que Álexmagnosánz está hoy aquí, nadando en charcos de mis líquidos intertinales, es porque, siendo madrileño, se empeña en imitar, en aras de no sé muy bien qué, el acento andaluz cuando canta. Irse a tomá musho por culo, sunormá.

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