viernes, 3 de septiembre de 2010

Manual de buenas intenciones

Es septiembre, el mes ideal para, una vez dejados atras los calores y excesos veraniegos, decidirnos de una vez a hacer realidad esa gran cantidad de cosas que, por hache o por be -o por Euskal Herritarrok-, llevamos dejando desde hace tiempo.

Que si apuntarnos a un gimnasio, que si aprender inglés, que si tomar un curso de diez días de instrucción aérea y liarla parda... Cosas que siempre decimos y nunca hacemos (o sí, pregunten por Nueva York). Por eso, para que dejen ustedes de autoconvencerse con propuestas de mierda que saben que no llevarán a cabo, Bilis, en un nuevo alarde de servicio público, les acerca la lista de propuestas definitivas.

Si otras publicaciones como Loka o Física o química: la revista, antorchas del saber occidental de nuestros días, obsequian a sus lectores con listas y encuestas varias que les proporcionan, a partes iguales, felicidad, entretenimiento y conocimientos sobre cuál de los Jonas Brothers estaría más predispuesto a desvirgar a sus hijas, aquí les vamos a contar cuáles son los propósitos de nuestros ídolos para este nuevo curso.

¿Y dónde están nuestros ídolos? Pues en la pequeña pantalla, lógicamente.

Si desea usted emular a uno de los especímenes que frecuentan El diario de Patricia, un muestrario andante de piercings y demás chinchetas en la geta, amantes del tunning y consumidores de un bakalao que llevaría al suicidio al propio Arguiñano, quizás debería apuntarse a una academia en la que le enseñen a sumar y restar. No me malinterpreten, no digo que en sus cuatro años repitiendo quinto de EGB no hayan adquirido los conocimientos necesarios para calcular cuántos caballos tiene más el coche del Rulas que el del Jonathan, pero tras una década de politoxicomanía esas cosas se van olvidando. (Ésas cosas y otras, pero como no existen academias en las que les vayan a enseñar a seguir controlando el esfinter al cumplir los cuarenta, no abundaremos en el tema.)

No descubro nada nuevo si digo que la máxima aspiración de toda la población española es, en estos días de crisis y paro, el convertirse en uno de los sexys protagonistas de Prostitutas, chulos y viceversa.

La cosa es que antes de imitar a estos pájaros en sus actividades septembriles es menester recomendarles a ellos mismos algo que hacer. (Insisto: drogarse no cuenta.) A las 'concursantes' les recomendaría, ya que dominan a la perfección el arte de la correcta respiración nasal -ventajas que tiene el pasarse media vida con una polla en la boca-, un curso de submarinismo a pulmón. Todo son ventajas: se disfruta de los fondos marinos, puese ser que capturen un cangrejo y puedan comer caliente sin tener que abrirse de piernas por primera vez en sus vidas y, quien sabe, con un poco de suerte confunden los conceptos de arriba y abajo y continúan exprimiendo el interior de sus siliconados pechos hasta ahogarse en el fondo del mar.

Y para los 'concursantos', un cursillo de cata: que abran la boca y comprueben a que sabe un cartucho de treinta gramos especial becada servido en escopeta a dos dedos de la propia campanilla. Y luego, si eso, que nos cuenten.

Podríamos seguir desgajando las actividades otoñales de los espejos de nuestro gran país que supo seguir sobre el azul del mar el caminar del sol, pero todo lo que aportáramos podría quedar concretado tan sólo con inscribirnos en las mismas actividades que la indiscutible diva y superestrella de la caja tonta -nunca mejor dicho-: Belén Esteban.

Desde luego, Belén necesita como el respirar unas buenas clases de matemáticas elementales -también de lengua y el resto de materias, pero no apuntemos demasiado alto-, y sin duda reune todas las características para ser, como los de MHyV, exploradora submarina o catadora de perdigones, pero si queremos hacer de nuestra vida un frenesí de sensaciones al estilo de la Esteban, la actividad definitiva para el otoño es la donación de nuestro cuerpo a la ciencia.

En serio, en las facultades de Medicina necesitan cobayas humanas. La neurocirugía pide a gritos voluntarios para realizar las prácticas de lobotomización. Después de eso, cualquier cosa que hagan les resultará tan excitante y novedosa como lo es para la princesa del San Blas. Nada de gimnasios, idiomas o llevar los estudios al día. Mariconadas. Échele un par y extírpese un cuarto de cerebro. Además el año que viene hay elecciones municipales y le vendrá bien ser completamente gilipollas a la hora de decidir a quien entregar su voluntad. Todo son ventajas.

Personalmente me encantaría apuntarme a ese plan, pero como desgraciadamente tengo más bien poco que pueda ser extirpable dentro del cráneo, me contentaré con ver menos la tele. Sólo hay que ponerle un poco de fuerza de voluntad, y quizás para diciembre ya esté usted trabajando el Telecinco. Nos vemos por navidades y comentamos la jugada, amigüitos.

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